En la Jornada Mundial del Enfermo: Gracias Bausset: "No hemos de olvidar nunca a los enfermeros, que a veces quedan en un segundo plano"
"De buenos samaritanos he conocido unos cuantos (y todos ellos excelentes), en mi etapa durante 17 años como enfermero de la comunidad de Montserrat"
"En esta XXX Jornada Mundial del Enfermo, hace falta que tomemos conciencia de la fragilidad en la que se encuentran tantos y tantos hombres, mujeres y niños, y todavía más en esta pandemia de la covid-19 que sufrimos desde hace dos años"
Hoy 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lurdes, el papa Francisco nos invita a celebrar la XXX Jornada Mundial del Enfermo, con el lema: “Sed misericordiosos como lo es vuestro Padre del cielo” (Lc 6:36).
El mensaje del papa Francisco con motivo de esta jornada (que el obispo de Roma firmó el pasado 10 de diciembre), quiere sensibilizar “al Pueblo de Dios sobre la necesidad de asistir a los enfermos y a los que los cuidan”. En su texto, el papa nos recuerda que “se ha avanzado bastante, aunque queda mucho por hacer, para garantizar a todo el mundo la atención sanitaria que necesita”, así como también “el acompañamiento pastoral” a los enfermos.
En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, Francisco remarca el rasgo más significativo de Dios que es “Padre, rico en misericordia” y que “siempre mira a sus hijos con amor de padre”. Y es que “la misericordia es el nombre de Dios por excelencia” y por eso “el testimonio supremo del amor misericordioso del Padre, es su Hijo unigénito”. El papa, que nos recuerda el “encuentro de Jesús con los enfermos (Mt 4:23)” y que vemos frecuentemente en los Evangelios, remarca también un hecho doloroso, y es que “cuando una persona experimenta la fragilidad en su propio cuerpo a causa de la enfermedad, también su corazón se entristece y crece el miedo”. Por eso Francisco recuerda a “los enfermos de la pandemia, que han vivido en soledad en las UCIs la última etapa de su vida”.
En medio del mundo del sufrimiento, como nos dice el papa, es importante la presencia “de testigos de la caridad de Dios, que derraman sobre las heridas de los enfermos, el aceite del consuelo y el vino de la esperanza”, para, de esta manera, aliviar el dolor de las personas que sufren.
El papa elogia el servicio de los “agentes sanitarios (médicos, enfermeros, técnicos de laboratorio)” y “su servicio cerca de los enfermos”, un trabajo que el papa dice que se hace “con amor y competencia”.
Por lo que respecta a los buenos samaritanos, creo que no hemos de olvidar nunca a los enfermeros, que a veces quedan en un segundo plano, aunque su trabajo es tan y tan importante. Nos lo recordaba el papa Francisco, cuando en el encuentro con los jesuitas eslovacos, el pasado septiembre, les hablaba de su intervención de colon y del trabajo de los enfermeros. El papa les decía: “Hacer esta intervención quirúrgica fue una decisión que yo no quería tomar: me convenció un enfermero”. Y el papa continuaba así: “Los enfermeros a veces entienden la situación más que los médicos, porque están en contacto con los pacientes” (Documents d’Església, nº 1127).
De buenos samaritanos he conocido unos cuantos (y todos ellos excelentes), en mi etapa durante 17 años como enfermero de la comunidad de Montserrat, como los profesionales, Antoni Puigbò, Jordi Blancafort, Nòrman Bilbao, Jordi Bort, Marc Noheras, Jordi Font, David Sancho, Judit Gómez o Rosa Capell. O también grandes enfermeras como Carmen Costa, Delfina Soriano, Amparo Andrés, Àngel March, el Hermano de San Juan de Dios, Santi Ruiz, M Carme Barcons o Mª Josep Castells, entre otras.
El papa, que, en su mensaje, agradece “los progresos que la ciencia médica ha realizado”, nos recuerda que “el enfermo es siempre más importante que su enfermedad”. Y por eso el papa subraya también la importancia de “consolar” a los que sufren y a estar cerca de ellos, así como de las “posadas del buen samaritano para acoger y curar a los enfermos”, como son los hospitales y los centros de salud, que muchos misioneros construyeron para aliviar el sufrimiento de las personas.
Finalmente, el papa nos pide “acercar a los enfermos la atención espiritual”, que siempre nos muestra la “proximidad de Dios y su bendición”.
En esta XXX Jornada Mundial del Enfermo, hace falta que tomemos conciencia de la fragilidad en la que se encuentran tantos y tantos hombres, mujeres y niños, y todavía más en esta pandemia de la covid-19 que sufrimos desde hace dos años. Por eso nuestra fraternidad y nuestra oración, ha de manifestarse en la solicitud y en el afecto por todos los que sufren. Y como dijo el papa Francisco en el Ángelus el domingo 7 de febrero del año pasado, hace falta que todos los cristianos (y de una manera particular los profesionales de la salud), manifestemos a los enfermos nuestra “proximidad, ternura y compasión”. Solo así haremos posible un mundo más humano, capaz de acoger y de cuidar a los más indefensos y a los más débiles de nuestra sociedad.