Octavario por la unión de los cristianos: "Que todos sean uno" La división de las Iglesias Cristianas es una herida, una vergüenza y un escándalo
"Desde hoy 18 de enero y hasta el próximo día 25, las diversas Iglesias Cristianas celebramos el Octavario de oración por la unidad de los cristianos"
"La división de las Iglesias Cristianas es una herida, una vergüenza y un escándalo para nuestro mundo, ya que nos presentamos divididos, a pesar que Jesús oró por una Iglesia unida"
"Los cristianos hemos de esforzarnos para llegar a la unidad de las Iglesias. El lema de este año da al Octavario una motivación que nos habla de la razón de ser de la Iglesia"
"Este Octavario habría de ser un tiempo para buscar la unidad en el amor y en el perdón, más allá de los muros que todos hemos construido"
"Desde los monasterios de Oriente y de Occidente, enraizados en la tradición de los Padres del desierto y en la Sagrada Escritura, legar a la unidad (que no uniformidad) de todos los cristianos"
"Los cristianos hemos de esforzarnos para llegar a la unidad de las Iglesias. El lema de este año da al Octavario una motivación que nos habla de la razón de ser de la Iglesia"
"Este Octavario habría de ser un tiempo para buscar la unidad en el amor y en el perdón, más allá de los muros que todos hemos construido"
"Desde los monasterios de Oriente y de Occidente, enraizados en la tradición de los Padres del desierto y en la Sagrada Escritura, legar a la unidad (que no uniformidad) de todos los cristianos"
"Desde los monasterios de Oriente y de Occidente, enraizados en la tradición de los Padres del desierto y en la Sagrada Escritura, legar a la unidad (que no uniformidad) de todos los cristianos"
Desde hoy 18 de enero y hasta el próximo día 25, las diversas Iglesias Cristianas celebramos el Octavario (no la Semana como se dice a veces) de oración por la unidad de los cristianos. Son ocho días de plegaria, para implorar que se haga realidad el anhelo de Jesús expresado en la última cena: “Que todos sean uno; como tu Padre, estás en mí y yo en ti que ellos también sean uno” (Jn 17:21)
La división de las Iglesias Cristianas es una herida, una vergüenza y un escándalo para nuestro mundo, ya que nos presentamos divididos, a pesar que Jesús oró por una Iglesia unida. Y aunque son muchas las dificultades para reencontrar y rehacer la unidad de las Iglesias (ya que estas divisiones responden a razones doctrinales, históricas y sociológicas) hemos de orar para que sea posible conseguir la unidad. Por eso el movimiento ecuménico, uno de los grandes frutos del Vaticano II, nos enseña que la Iglesia que Jesús instituyó sobre Pedro y Pablo y los demás apóstoles, ha de ser una Iglesia en la que descubramos, como repetía el papa bueno, Juan XXIII, que “es mucho más lo que nos une, que lo que nos separa”.
Los cristianos hemos de esforzarnos para llegar a la unidad de las Iglesias, querida por Jesús, olvidando y borrando recelos, malentendidos, desconfianzas y suspicacias. Porque es el Señor quien renueva y fortalece la vida de las Iglesias Cristianas, para conducirlas de nuevo a la unidad de una misma fe i de una misma caridad. Una unidad que nunca habríamos de haber roto.
Este año el Octavario de oración por la unidad de los cristianos, tiene por lema: “Hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”. Como dicen los obispos españoles, “la propuesta como lema y motivo de oración en este año de las palabras de los Magos preguntando por el nacimiento del rey de los judíos (Mt 2:2), da al Octavario una motivación que nos habla de la razón de ser de la Iglesia: anunciar el mensaje de salvación universal, que el Resucitado confió a los apóstoles: id, convertid todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19)”.
En este Octavario de oración, continúan los obispos, “no podemos perder la esperanza de que el anhelo de transcendencia”, presente en tantos y tantos hombres y mujeres, “ayude a abrirse a la luz poderosa del Evangelio, simbolizada por la estrella que guio a los Magos hasta Jesús, porque la luz de Cristo continúe iluminando las oscuridades de las persones y de los pueblos”.
Este Octavario por la unión de los cristianos, habría de ser un camino de conversión, para descubrir a Dios en los hermanos y para derribar los muros que aún separan a las diversas Iglesias cristianas. Este Octavario habría de ser también un tiempo de justicia, de verdad y de liberación. Un tiempo de silencio humilde y atento, para reconocer nuestros errores y para escuchar la voz del desierto, para acortar las distancias que nos separan y para abrir nuevos caminos que hagan posible el encuentro con los otros hermanos cristianos. Un tiempo para volver al Evangelio y para entrar de nuevo en el Jordán, y de esta manera, reconocernos todos hijos amados de un mismo Padre y hermanos los unos de los otros.
Este Octavario habría de ser también un tiempo para reencontrar a Dios, el auténtico Dios de Jesús y para liberarnos de prejuicios mutuos y borrar de nuestra vida y de las Iglesias, las caricaturas que hemos hecho de Dios.
Este Octavario habría de ser un tiempo de solitud y de oración, para que acogiendo la gracia del bautismo que hemos recibido todos los cristianos, sepamos romper las distancias que nos separan y así construir nuevos camino de reencuentros. Un tiempo para abrazarnos y para escucharnos, para dialogar, para sentarnos juntos, a pesar (o precisamente) de tantos desencuentros y de tantas palabras vacías.
El Octavario habría de ser un tiempo para buscar la unidad en el amor y en el perdón, más allá de los muros que todos hemos construido. Un tiempo para dejar lo que es viejo, lo que ya ha caducado, y dar nuevos frutos de unidad, para que nuestras Iglesias tengan vida y vida en abundancia.
Desde los monasterios de Oriente y de Occidente, enraizados en la tradición de los Padres del desierto y en la Sagrada Escritura, los monjes y las monjas hemos de hacer posible el inicio de un nuevo diálogo basado en la fraternidad y en la vida de oración, para así llegar a la unidad (que no uniformidad) de todos los cristianos. Por eso los monjes (y también todos los cristianos), hemos de ser artesanos de reconciliación y de unidad en el seno de la Iglesia, para así convertirnos en testigos de un mundo nuevo.
Los trabajos del Sínodo de la Iglesia que estamos haciendo, nos invita y nos anima a caminar juntos al encuentro de los hermanos de todas las Iglesias, para que finalmente haya un solo rebaño y un solo pastor.
Etiquetas