18-25 Enero. Octavario por la unión de las Iglesias, un modelo sinodal (Francisco) Pikaza: "Es bueno que las confesiones cristianas sean distintas, pero no para condenarse, sino para iluminarse mutuamente"
Los cristianos celebran estos días (18-25 de enero) el octavario por la unión (=comunión) de las iglesias, y lo hacen este año 2022 en el contexto de la propuesta sinodal del Papa Francisco
Sínodo (Syn-hodein) significa caminar juntos, no ser todos lo mismo, sino ir andando y comunicándose (acompañándose) unos a los otros, en un plano de conocimiento y vida
Es bueno que las religiones y las confesiones cristianas sean distintas, pero no para enfrentarse y condenarse, sino para iluminarse y ayudarse mutuamente, enriqueciéndose así unas a las otras.
Es bueno que las religiones y las confesiones cristianas sean distintas, pero no para enfrentarse y condenarse, sino para iluminarse y ayudarse mutuamente, enriqueciéndose así unas a las otras.
Partiendo de Jesús, un rechazado
A fin de mantener sus privilegios y seguir dominando como hacían, los poderes establecidos, que controlaban las redes sacrales (sacerdotes) e imperiales (soldados) del siglo I d.C., mataron a Jesús, pensando que así deshacían su obra y acallaban su mensaje, pero no lo consiguieron, pues tenían poder, pero no palabra ni proyecto de vida compartida, no tenían caminos para acompañarse mutuamente.
Subió Jesús sin armas ni dinero a la ciudad de las promesas, que era entonces Jerusalén. De igual forma, los hombres religiosos de este tiempo pueden y deben ofrecer su tarea de humanidad (comunicación y paz) a pesar de las posibles amenazas de los poderes dominantes, al servicio de la comunión humana.
(1) En la línea de Jesús, para promover la comunión de los hombres, las iglesias no necesitan ejércitos más fuertes, sino todo lo contrario: deben renunciar a los ejércitos. Ellas han de promover la comunión, poniéndose al, de los pobres y excluidos de la tierra. Si no está al servicio de ellos no tiene sentido este octavario.
(3) Las iglesias tampoco necesitan un dinero especial, propio, pues aquello que se adquiere y mantiene con dinero debe defenderse con armas y dinero, y la unidad que las iglesias han de promover a través de sus caminos (en forma sinodal) es comunión de “palabra” compartida.
La alternativa de las víctimas.
Jesús no fue un héroe, ni un superman, ni un santo asceta o moralista..., sino un hombre que vivió a favor de los demás, abriendo un cuerpo o comunión de humanidad compartida. Aquí se funda la propuesta de sinodalidad cristiana.
Más de una vez, las iglesias cristianas han buscado la paz y unidad de Jesús por la fuerza (¡como si la fuerza hiciera la unión), pro con eso le han traicionado: han apelado a los poderes civiles para defenderse, han creado instituciones sacrales y sociales, con aparatos de poder administrativo y legal y de esa forma han terminado edificando muros, no abriendo caminos de diálogo, en forma de “sínodo”.
En contra de eso, la unidad de las iglesia se expresa y realiza caminando (avanzando) juntos, al servicio de los más excluidos de la comunión humana. Por eso, la comunicación entre los cristianos no necesita instituciones centralizadas de tipo impositivo (pues en ella todo es centro y todo periferia), ni pactos especiales con los poderes del sistema (que apelan siempre a las armas para defenderse). Ella necesita sólo comunidades caminantes, que son como bicicletas (perdónese el símil) pues sólo se mantienen firmes avanzando.
La paz es Palabra encarnada, no argumento.
La verdad de los cristianos es su oferta de palabra, caminando con aquellos que caminas a su lado; por eso, allí donde triunfara por imposición el cristianismo habría muerto La finalidad del cristianismo no su triunfo, ni la extensión de una iglesia que dice llamarse cristiana, sino que los hombres y mujeres puedan darse vida y compartirla en gratuidad, mientras avanza, siendo así Palabra encarnada y comunicada, de un modo directo, inmediato, sin la mediación impositiva de una ideología, de un capital, de un ejército.
La unidad de los cristianos es la comunión de por la palabra, el diálogo de cada iglesia con otras iglesias, buscando cada una el bien de las demás antes que el propio. Por eso, una iglesia que utilizara algún poder para imponer o expandir su pretendida verdad dejaría de ser cristiana. La verdad solo es "verdadera" allí donde no apela a su verdad, donde no toma ni impone ningún tipo de ventaja (cf. Mt 12, 18-21).Por eso, si los cristianos buscaran el triunfo de su iglesia como institución dejarían de ser evangélicos y la iglesia no sería ya cristiana.
El Evangelio es testimonio de comunicación, no doctrina impuesta
La iglesia no tiene que dar lecciones a otros, ni resolver problemas en un plano de sistema, diciendo a políticos o economistas, a militares o jueces lo que ellos han hacer en sus respectivos campos. La iglesia debe limitarse a ser iglesia, en diálogo de paz con otros movimientos religiosos y humanos que también buscan la paz, escuchando y ofreciendo de manera esperanza su propuesta, es decir, su Buena Noticia.
La verdad de la iglesia no es un dogma separado, sino su misma vida, que ella ofrece y comparte con todos. No está para dar lecciones (doctrinas, teorías), sino para compartir caminos, entre los cristianos y con todos en el mundo.
No hay primero fe cristiana, sin comunicación personal ni diálogo gratuito, y luego comunicación, porque el contenido de la fe es la misma comunicación, es decir, el amor mutuo entre los fieles y todos los hombres.
Por eso, una propuesta de unidad cristiana que fuera independiente de la vida, o que viniera después, como una consecuencia que brota de otros principios, no sería cristiana. Este es el contenido de la fe evangélica: que los hombres se amen, dándose la vida, en camino pascual de paz.
Jn 14,1-6.En la casa de mi Padre hay muchas moradas, esto es, muchos caminos
Muchos pensaban que sólo había una morada, una forma de ser y de vivir, impuesta desde arriba, por la fuerza, tanto en el judaísmo de la ley (algunos fariseos), como en el judaísmo sacerdotal (un templo). Algunos cristianos quisieron imponer ese modelo de morada única, pero el evangelio de Juan se opuso, y lo hizo apelando a la pregunta de Pedro que le había dicho que le había dicho: ¿Dónde vas? (Jn 13, 36).
Pedro quiere saber dónde va Jesús, para tener la llave de la puerta y abrir sólo a los suyos (los de Pedro, no los de Jesús); y Jesús le respondió: “No te turbes, Pedro, no te turbes Papa, en la casa de mi Padre hay muchas moradas”. Dios es comunión, Dios es sínodo, no es sólo como tú lo piensas (Jn 14, 1-2).
En esto interviene Tomás, el inteligente… (toda la tradición le presenta como más sabio que Pedro). Pues bien, este Tomás se atreve a seguir donde se ha parado Pedro… y le dice a Jesús: No sabemos dónde vas (¡hay muchas moradas!) ¿cómo podremos saber el camino? (Jn 14, 5). Y es entonces cuando Jesús le dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida… (Jn 14, 6).
Eso significa: vayas donde vayas ven conmigo…Si las “moradas del Padre” son muchas, muchos han de ser los caminos de Jesús… caminos diversos, pero todos de Jesús, todos hacia el Padre, todos en diálogo. Este es el programa del octavario por la comunión de las Iglesia.
Tomás pregunta aquí también, y Jesús le responde: Muchas son las moradas, hay formas distintas de aplicar el evangelio, pero todas han de fundarse en la entrega de Jesús hasta la muerte, en el amor más hondo, en comunión de vida con él, como describió Santa Teresa en su libro de las Moradas. Hay formas distintas de aplicar la Buena Nueva, pero Jesús es el camino, la verdad y la vida, en él avanzamos, conocemos y somos. Su ciudad es una ciudad grande, como la Ciudad Biblia
La gran iglesia, comunión de Iglesias
En un mundo dominado por el miedo al destino, poblado de fuerzas astrales y poderes demoníacos, los seguidores de Jesús ofrecieron la confianza en Dios Padre y la certeza de su amor más íntimo (dirigido a cada uno de los hombres y mujeres) y más universal (abierto al conjunto de la humanidad, asumiendo y desbordando incluso los esquemas del orden social dominante, representado por un Imperio romano que quería extenderse a todo el mundo conocido).
Dentro de una sociedad donde se habían perdido los antiguos criterios morales de la mayoría dominante de población y todo podía comprarse, venderse y cambiarse (cf. Ap 13-14; 18, 12-13), los cristianos se mostraban seguros de su vocación y dignidad, como hijos de Dios y portadores de una fraternidad sagrada que les unía a todos los hombres, sabiendo que en la casa del Padre han varias moradas (formas distintas de Iglesia), pero todas en la línea del camino de Jesús, que es la verdad, que es la vida (no en línea de imposición, sino de comunión).
Este es el ideal de la gran iglesia (=comunión de Iglesias; una iglesia de muchas moradas), una iglesia en forma de simbiosis, no de una fusión en la que todo se confunde, ni de una imposición en la que un grupo domina sobre otros. Éstos son algunos de sus rasgos:
(a) Hechos 2-4. Vida común: Ser capaces de con-vivir, compartiendo los bienes de la vida. La iglesia de Jerusalén, que se desarrolló en torno a Santiago, esarrolló una intensa experiencia de vida común, que Lucas ha presentado como modelo para todas las iglesias: «Tenían los bienes en común; vendían sus posesiones y las repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hech 2, 44). Aquella era, sin duda, una comunidad escatológica, en la línea de otros grupos judíos de aquel tiempo; pero ella ponía de relieve una intensa experiencia de culminación mesiánica, lograda ya por Jesús.
Se trataba de una comunidad «pobres» (es decir, generosos; no apegados a lo de cada uno, sino buscando cada uno el bien de los demás: «la multitud de los creyentes tenían un corazón y una mente, y ninguno llamaba propios a sus bienes, sino que los tenían en común...; y no había entre ellos nadie que fuera pobre, pues los que poseían campos o casas los vendían y ponían el producto de la venta a los pies de los apóstoles, que daban a cada uno lo que necesitaba» (Hech 4, 32-24).
(b) Mateo 18. Organización común. El que no acepta la comunión queda fuera Iglesia. La iglesia de Mateo no es congregación de creyentes intachables, compañeros según ley cumplidores del derecho. Al contrario, ella es comunión de pobres (pequeños) perdonados, que se acogen y ayudan unos a los otros (cf. Mt 18, 1-14). Desde aquí surge el problema: ¿Puede mantenerse una comunidad desde el perdón? Ella es una iglesia abierta a todos, pero sólo si ellos saben aceptarse y perdonarse unos a otros (Mt 18, 15-17).
En principio, la iglesia se abre a todos, pero si hay alguien que no acepta su apertura ni perdona, si rechaza al grupo entero y si se niega a vivir en actitud de comunión hacia todos queda fuera de la unión comunitaria. Ésta es una iglesia donde hay caminos distintos, varias moradas, como sabe el evangelio de Juan, pero caminos y moradas que no se excluyen ni condenan entre sí, sino que dialogan, se perdonan, se ayudan mutuamente.
Caminando con Pablo.
En perspectiva pascual, la experiencia del Espíritu, expandida a todo el mundo de forma misionera, desemboca en el surgimiento de un grupo de los fieles que se unen para siempre en comunión. Es evidente que, escribiendo el libro de Hechos, Lucas quiere presentarnos más que un hecho del pasado una imagen ideal de lo que debe ser la Iglesia del principio. En ella han venido a expresarse, sin embargo, algunos rasgos esenciales de la toca comunión cristiana:
Todos los creyentes tendían a lo mismoy tenían todas las cosas en común (Hech 2,44). La multitud de los creyentes tenía un corazón y un alma sola;y nadie llamaba suyo aquello que tenía, sino que todo lo tenían en común (Hech 4,32).
Conforme a la visión de conjunto del libro de los Hechos, esta nueva comunión es fruto y presencia del Espíritu de Cristo. Allí donde los fieles aguardaban quizá la destrucción del mundo, allí donde temían el gran juicio, ha llegado por Jesús la comunión de amor que ha de expresarse en un plano económico (bienes), afectivo (corazón) y vital (alma).
Más allá de la pura ley. La gracia de la comunión (Pablo)
Hay formas distintas de vida, pero todas se vinculan en Cristo. Hay grupos diferentes, culturas, sexos… Pero ninguno por encima de los otros, pues todos pueden “comulgar” (reconocerse y ayudarse mutuamente en Cristo”.
- ya no hay más judío ni griego,
- ya no hay más siervo ni libre,
- ya no hay más varón ni hembra;
- todos vosotros sois uno en el Cristo Jesús (Gal 3,28).
Esta unidad universal en Cristo forma el principio y contenido de la nueva experiencia de libertad cristiana, fundada en el Espíritu (cf. Gal, 4,5-6). Así lo desarrolla Pablo en 1 Cor 12-14: "hay división de carismas, pero un mismo Espíritu; hay división de servicios, pero un mismo Señor; hay división de actuaciones, pero Dios es quien actúa todo en todos" (1 Cor 12, 4-6).
Este es el milagro cristiano, esta es la novedad del evangelio: que todos los hombres y mujeres de la tierra pueden compartir y comparten desde Dios, en Cristo, unos caminos de esperanza, una experiencia radical de amor. Unos y otros, hombres y mujeres se distinguen y separan de múltiples manera, pero todos se vinculan en lo mismo, porque el Espíritu es unión y así suscita la unidad de los creyentes separados (1 Cor 12,7-11):
- Como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros,
- así también el Cristo.
- Porque todos nosotros hemos sido bautizados
- en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo,
- ya seamos judíos o griegos, siervos o libres;
- y todos hemos bebido un mismo Espíritu (1 Cor 12,12-14).
Un tipo de judaísmo nacional formaba un cuerpo bien organizado y bien tratado, por la fuerza conformante de la ley y las costumbres sociales, culturales, religiosas. Pues bien, los cristianos (judíos mesiánicos) han superado ese nivel de comunión. Su iglesia incluye, como en nueva experiencia germinal, a judíos y gentiles, a esclavos y libres, a hombres y mujeres, pues les une un tipo más alto de personalidad, la comunión en Cristo.
Tienen caminos que pueden ser distintos, incluso moradas diferentes… pero hay algo más alto que les une: Los creyentes han sido bautizados, es decir, han renacido por la fuerza de Jesús, en el Espíritu; por eso, como muertos a este mundo viejo han superado los antiguos niveles de lucha y opresión interhumana. Pero no han nacido en forma individual y separada, desligados los unos de los otros; han nacido como cuerpo, de manera que se encuentran vinculados en amor, en solidaridad y transparencia, los unos a los otros (1 Cor 12,14-30).
- Esforzaos por guardar la unidad del Espíritu, en el vínculo de la paz.
- * Hay un sólo cuerpo y un Espíritu,
- como es una la esperanza de vuestra vocación,
- a la que habéis sido llamados.
- * Hay un Señor, una fe, un sólo bautismo.
- * Hay un Dios que es Padre de todos (Ef 4, 3-6).
La unidad de Dios Padre y la Unidad del Señor Jesus (expresada en fe y bautismo) se convierte por medio del Espíritu en unidad del cuerpo que es la iglesia, es decir, la comunión de las iglesias… con un mismo Señor Jesús con un mismo Espíritu Santo, con un mismo Bautismo, recreados en Cristo.
Una iglesia encarnada en muchas iglesias. El testimonio de Juan
Ésta es la comunión en el amor, el amor que a todo vincula, por encima (a través de) las diferencias externas de las Iglesias:
- Para que todos sean Uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti,
- para que también ellos sean uno
- y el mundo conozca que tú me has enviado.
- Para que sean uno, como nosotros somos uno,
- yo en ellos y tú en mí,
- para que sean perfectos en la unidad (Jn 17, 21-23).
Esta unidad perfecta, realizada en forma de comunión interhumana, constituye el misterio y presencia del Espíritu, la comunión real de las iglesias. Crear esa unidad: esta es la vocación y tarea de la iglesia, en medio de una historia humana que sigue estando dividida.
Esta es la comunión que se expresa y despliega allí donde cada uno vive al servicio de los demás, de aquellos que caminan a su lada. Ésta es la comunión de las iglesias, que no empiezan buscando su bien propio, sino el bien de las otras iglesias, para crear de esa manera un “nosotros” más alto de unión con Dios, de unión entre los creyentes. Dios no es yo, ni es tú, somos nosotros, es la comunión, es la “persona compartida”, es el amor mutuo.
Así se puede decir con una fórmula tradicional de la geología: Entre el nosotros de la unión intradivina del Espíritu entendido como amor subsistente del Padre y del Hijo, y el nosotros de la iglesia como campo de encuentro entre los humanos existe más que una relación de causalidad eficiente o de imitación platónica. El mismo nosotros de Dios viene a realizarse en el nosotros de la iglesia.
El problema se sitúa en perspectiva cristológica. El mismo Jesús que es amor de comunión con el Padre en el Espíritu se expresas en las iglesias como amor interhumano. Con esto llegamos al problema especulativo de fondo: la categorización ontológica del Espíritu en el misterio de la trinidad, su valor y su función como persona. Es este un tema que deberíamos y quizá debamos tratar por separado en una postal diferente; por ahora queremos limitarnos a trazar algunos de sus rasgos.
– En perspectiva bíblica el problema sigue abierto. El Espíritu es la fuerza de Dios y es el poder de la pascua de Jesús, el Cristo.
- En perspectiva teológica, las iglesias no han desarrollado todavía una clara visión del Espíritu Santo entendido como camino compartida, como morada de Dios (Dios) en el que existen y se fecundan diversas moradas.
- Ya en el final de nuestras reflexiones preguntamos, ¿será posible un cristianismo nuevo, capaz de expresar con más claridad (con la vida más que con teorías) la unidad de los diversos caminos de la Iglesia?
Personalmente pienso que sí. Mañana seguiré avanzando en esa línea. En esa línea nos sitúa el modelo sinodal que está proponiendo el Papa Francisco: Un modelo de comunicación, en el que cada iglesia existe y despliega su verdad compartiendo el camino don otras iglesias.
El camino sinodal consiste en caminar juntos… ¿No podemos dar un paso más y decir: Caminar-juntos (synhodein) implicas ser-juntos (syn-einai).