"Y es que hablar en valenciano, predicar y celebrar la Eucaristía en valenciano, es una cuestión de voluntad" Los vicarios de l’Alcúdia
"D. Miguel, un joven vicario que llegó a mi pueblo en el postconcilio, reanimó la fe de los alcudianos de aquel momento, organizando grupos de oración, de revisión de vida, de liturgia"
"Fuimos los jóvenes de aquel tiempo y los grupos de matrimonios, que recibimos de él las novedades de un concilio que venía a traer un aire fresco y nuevo a la Iglesia"
"Los fieles que estaban en la misa, aplaudieron con ganas a D. Javier por su valentía y por su actitud pastoral de utilizar la lengua del pueblo donde ha sido enviado por el arzobispo"
" El sacerdote que quiere celebrar la misa en valenciano, con solo que tenga un poco de sensibilidad por la lengua de la comunidad cristiana que sirve, lo puede hacer fácilmente. Y los que no lo hacen es porque no quieren"
"Los fieles que estaban en la misa, aplaudieron con ganas a D. Javier por su valentía y por su actitud pastoral de utilizar la lengua del pueblo donde ha sido enviado por el arzobispo"
" El sacerdote que quiere celebrar la misa en valenciano, con solo que tenga un poco de sensibilidad por la lengua de la comunidad cristiana que sirve, lo puede hacer fácilmente. Y los que no lo hacen es porque no quieren"
Recuerdo a los primeros vicarios o coadjutores de mi pueblo, l’Alcúdia, que, ciertamente conocí muy poco: D. Fernando. D. Rafael y D. Bernardo. No sé si por ese orden
Pero sobre todo recuerdo a D. Miguel Díaz Valle, el vicario que, acabado de ser ordenado presbítero en septiembre de 1969, fue destinado a l’Alcúdia, su primer destino pastoral.
D. Miguel, un joven vicario que llegó a mi pueblo en el postconcilio, reanimó la fe de los alcudianos de aquel momento, organizando grupos de oración, de revisión de vida, de liturgia. Fuimos los jóvenes de aquel tiempo y los grupos de matrimonios, que recibimos de él las novedades de un concilio que venía a traer un aire fresco y nuevo a la Iglesia. Avanzado, amable y de talante abierto, D. Miguel vino a l’Alcúdia, convencido que el Vaticano II era un paso del Espíritu que renovaría y daría un vigor nuevo a nuestra comunidad cristiana.
A pesar de ser de Utiel, una ciudad del País Valenciano pero de lengua castellana, D. Miguel, un hombre entrañable y lleno de bondad y de simpatía y con una ironía muy fina, fue el primer sacerdote que presidió cada domingo la misa en valenciano, animada por un grupo de jóvenes que queríamos celebrar nuestra fe en la lengua de Sant Vicent Ferrer. Yo mismo le traducía la homilía (que él escribía en castellano) al valenciano y él, con plena normalidad, la decía sin problemas.
Fue D. Miguel, el joven coadjutor de mi pueblo, quien nos dejó a los jóvenes de aquel momento, en pleno franquismo y Transición, el Centro Parroquial para que organizáramos diversos actos culturales, a pesar de la oposición del cura párroco, D. Vicente Aranda, que no comprendía los nuevos tiempos que vivíamos.
Después tuvimos de vicario a José Enrique Sala, un sacerdote de Benissa, un hombre de un corazón grande y bueno, amable y afable, abierto, amigo de todos, alegre e irónico, que continuó con entusiasmo la misa en valenciano, cada domingo, que había iniciado D. Miguel en nuestra parroquia unos años antes. Cabe decir que en casarse con Mer y secularizarse, algunos, sin compasión ni educación, le dieron la espalda, él que siempre fue un hombre atento y servicial, dispuesto siempre a ayudar a todos. Ahora (como D. Miguel) ya está en la casa del Padre, donde habrá sido acogido con los brazos abiertos por el buen Dios.
Después vino a l’Alcúdia un nuevo vicario, D. Vicent, de Guadassuar, que la muerte se llevó también (como a los dos anteriores vicarios) demasiado pronto y que, como D. Miguel y José Enrique, también decía la misa en valenciano cada domingo.
Y después de muchos y muchos años sin vicarios, el pasado 8 de septiembre fue presentado, durante la misa del día de la Mare de Déu de l’Oreto, patrona de l’Alcúdia, el nuevo vicario, D. Javier Navarro, nacido en Albacete, ordenado presbítero en 2020 y que con el párroco actual, D. Fernando Mañó, hacen un buen tándem en el servicio apasionante de revitalizar y reevangelizar la comunidad cristiana de l’Alcúdia.
Conocí a D. Javier en la iglesia de mi pueblo el 15 de septiembre, aprovechando que pasaba unos días en l’Alcúdia con mis hermanas.
D. Javier es un joven inquieto y enamorado del Evangelio. Un joven sencillo y humilde, atento, alegre y amable. Como es de Albacete habla normalmente en castellano, aunque entiende el valenciano y por eso yo siempre le hablo en valenciano. Pero el 6 de octubre, que yo presidí la Eucaristía en la iglesia de l’Alcúdia, (en valenciano, como hago siempre) D. Javier (que concelebraba conmigo) tuvo un gesto muy bonito. Y es que hizo una parte de la plegaría eucarística en valenciano. Y lo hizo muy bien, a pesar de no ser el valenciano su lengua materna. Por eso al final de la misa lo felicité públicamente desde el presbiterio, ya que su valenciano era de 10, como le dije.
Los fieles que estaban en la misa, aplaudieron con ganas a D. Javier por su valentía y por su actitud pastoral de utilizar la lengua del pueblo donde ha sido enviado por el arzobispo. Y es que D. Javier hace suyas (sin problemas) las palabras del papa Francisco, cuando nos recuerda tantas veces (porque hace falta que nos lo recuerde), que los pastores “han de hacer olor de oveja”. Es decir: han de hacerse pueblo, sirviendo a la comunidad cristiana que tienen encomendada, acompañando y animando a los cristianos que, (no lo olvidemos), los pastores han de servir. ¿Y qué mejor olor de oveja puede hacer un sacerdote que utilizar la lengua del rebaño que tiene confiado? Y es que no habrían de ser los cristianos los que hablaran la lengua del pastor, sino que es el pastor quien habría de hablar la lengua de las ovejas, para sentirse así más integrado en la comunidad que el obispo le ha encomendado.
Por eso en la misa del 6 de octubre, donde felicité a D. Javier por la valentía a decir una parte de la plegaria eucarística en valenciano, le dije que a partir de ese día y con el gesto que había hecho, era más alcudiano que un mes antes, ya que había utilizado la lengua de los cristianos (y no cristianos) de l’Alcúdia. Y es que hablar en valenciano, predicar y celebrar la Eucaristía en valenciano, es una cuestión de voluntad. El sacerdote que quiere celebrar la misa en valenciano, con solo que tenga un poco de sensibilidad por la lengua de la comunidad cristiana que sirve, lo puede hacer fácilmente. Y los que no lo hacen es porque no quieren. O porque afirman, despectivamente y sin razón, que el valenciano es una lengua vulgar, como le dijo una mujer a una prima mía, en una boda.
El Diccionari Normatiu Valencià define el término “vulgar”, como aquello que es “impropio de las personas cultas y refinadas”. Por eso mi prima estuvo a punto de decirle a aquella mujer, que “no hay lenguas vulgares, sino personas vulgares”, como aquella mujer ridícula que despreciaba el valenciano (su propia lengua) y también como los sacerdotes (y obispos) que no utilizan el valenciano por considerarlo vulgar.
El caso del actual vicario de l’Alcúdia es un ejemplo para los sacerdotes que, aunque son valencianoparlantes, no tienen la sensibilidad que ha tenido D. Javier Navarro, y además, nacido en Albacete, ya que celebrando en valenciano se ha inculturado y se ha incardinado más en la comunidad cristiana de l’Alcúdia. Como se encarnan los misioneros que en África o en Japón, aprenden la lengua de los pueblos que sirven.
Creo (y deseo), que con el nombramiento del nuevo arzobispo de València, Enric Benavent, la lengua de Sant Vicent Ferrer i de la Beata Pepa Naval, puede normalizarse en el seno de la Iglesia valenciana.
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