El obispo de Bangassou felicita la Navidad desde el 5º país más peligrosos del mundo Juan José Aguirre: "Vivimos en la boca del lobo de Centroáfrica. Zona de alto riesgo y grandes esperanzas"
"Escuché que, durante la I Guerra Mundial, la noche del 24 de diciembre, los alemanes empezaron a decorar su trinchera con símbolos navideños y cantaban “Noche de paz”. Al oírlos desde su trinchera, los ingleses entonaron otros y dejaron, por un tiempo, de despedazarse"
"En nuestro taller de aprendices de carpintería en Bangassou, las sierras y las lijas de madera han ocupado el sitio de los machetes y los kalasnichoffs"
"Esto ha hecho que sus propias familias se hayan también reconciliado con ellos. Sabiéndolos encubridores de asesinatos, fueron repudiados"
"Esto ha hecho que sus propias familias se hayan también reconciliado con ellos. Sabiéndolos encubridores de asesinatos, fueron repudiados"
El Ministerio español de Asuntos Exteriores acaba de publicar el mapa de los países más peligrosos en 2019. Hace distinciones cromáticas de peligrosidad colocando a países del mundo en el negro, el rojo, el marrón, el naranja, el ámbar, el amarillo o el azul. Desgraciadamente Centroáfrica está en el punto negro, el 5º país más peligroso del mundo por falta de paz, asesinatos en masa, inseguridad y calidad de vida (IDH) desastrosa. Y eso que en Centroáfrica, un país grande como España y Portugal juntos, los que viven en la capital y en la zona oeste, no tienen punto de comparación con los que vivimos fuera del Punto kilométrico 12, desde las afueras de la capital hasta 1000 km más allá en la frontera con el Sudán, hoy controlada por mercenarios armados provenientes del Níger. Bangassou se encuentra en mitad de estos dos puntos, en plena boca del lobo, zona de alto riesgo y de grandes esperanzas porque esta miseria no puede quedar así eternamente.
Hace unos días escuché una historia de Navidad que tal vez muchos de vosotros ya conozcáis. Cuenta que en 1914, durante la I Guerra Mundial, ingleses y alemanes luchaban en el frente occidental, despedazándose entre ellos como en todas las guerras. Frío y metralla. Gases mortales, matar o morir. Pero la noche del 24 de diciembre, los alemanes empezaron a decorar su trinchera con símbolos navideños y cantaban “Noche de paz”. Al oírlos desde su trinchera, los ingleses entonaron otros y así fue pasando la noche, entre sueños y recuerdos, impregnándose todos con el espíritu de la Navidad. Tanta fue la emoción y tanto se cuajaron los sentimientos, que al amanecer, entre trinchera y trinchera, en tierra de nadie, algunos empezaron a intercambiarse regalos, latas o galletas del rancho, whisky o cigarrillos. Tanta fue la buena disposición que los mandos acordaron darse una tregua para recoger y enterrar los últimos caídos que yacían aún en tierra de nadie… Milagros de la Navidad, anhelos de paz, retazos de sentimientos pacificados.
"Al final ellos me darán los muebles fabricados para amueblar una nueva misión y se quedarán con todos los instrumentos de trabajo para formar cooperativas"
Ahora os cuento otra parecida en un taller de aprendices de carpintería en Bangassou, noviembre 2019. Si miráis la foto, hay un grupo de jóvenes trabajando la madera. Es un proyecto de la diócesis de Bangassou para dar futuro a jóvenes carentes de él. Otros dos proyectos son para madres solteras que aprenden corte, costura y confección. Hace un mes lanzamos la voz, preparamos el taller, leímos en todas las iglesia las condiciones y este grupo de 20 jóvenes se apuntó. Hoy son ya una piña. Hablando con ellos dieron mil gracias a la Fundación Bangassou que les ha comprado los instrumentos de carpintería necesarios para convertirse en aprendices. Al final ellos me darán los muebles fabricados para amueblar una nueva misión y se quedarán con todos los instrumentos de trabajo para formar cooperativas.
Me interesa la otra cara de la moneda de la historia. Desde Europa no lo sabéis, no podéis saberlo. Pero en la foto están, para que lo entendáis, “ingleses y alemanes” juntos, lijando la madera para una mesa de comedor. No han hecho una tregua: han pasado página. Los que hace un año eran enemigos temibles, hoy están junto a sus víctimas, sin importar que unos tuvieran las manos manchadas de sangre por complicidad ni que los otros hayan cobijado un odio visceral hacia ellos durante muchos meses.
Las sierras y las lijas de madera han ocupado el sitio de los machetes y los kalasnichoffs. Trincheras y zonas neutras se han volatilizado y pasan cada día de 8 a 10 horas juntos en el taller. Todo allí respira paz y trabajo. Es como si se cumpliera la profecía de Isaías 10 sobre el lobo y el cordero que habitan juntos. No hace el frío que en aquellas estepas congeladas de Flandes, pero hay el mismo calor de hogar en los corazones de unos y otros. En Bangassou, cerca de la Navidad, hace un calor agobiante. Todos estos jóvenes saben que éste o el otro quemó la casa del otro, que su grupo mató y desangró los habitantes del pueblo vecino. Saben que algunos de ellos tuvieron que huir de aquel a quien hoy sujeta la madera para juntar las tablas con cola.
Que se robaron entre ellos, que crearon el terror durante muchos meses en la zona, que cortaron caminos y machacaron a la pobre gente que hoy les ha ayudado a poner paja en el techo del taller. Como la navidad en Flandes en aquel 1917, es el proyecto de la carpintería quien les ha juntado, los ha amasado entre madera roja y miedo entumecido. No se cambian cigarrillos sino el martillo y los clavos, no beben whisky juntos sino que beben las palabras del maestro carpintero, obrero de la carpintería de Bangassou, que les enseña a ensamblar un armario, a lijar las diferencias de la madera, o a hilar fino con la escuadra para que la cuadratura sea perfecta.
Algunos han perdido seres queridos en la contienda. Otros acompañaban como tropa a un grupo de matones que descuartizaron tres soldados camboyanos de la Minusca (las fuerzas de la ONU) en 2017. La Minusca me pidió ir a buscarlos y los encontré despedazados, una escena horrible. Otros atacaron a los musulmanes de Bangassou para “cortar cuellos” y los obligaron a huir a la Catedral en donde están todavía después de dos años y medio, 2000 personas vulnerables acogidas en nuestra casa. Los responsables están en Bangui, en la cárcel. Pero la tropa pequeña, los que estaban allí para hacer número, los cómplices de los matones, fue fuertemente traumatizada.
Todos llevaban todo este tiempo dando vueltas como trompos hasta que el proyecto aprendices de carpintería los enganchó: cambiaron los machetes por escuadras, limas y tornillos. Esto ha hecho que sus propias familias se hayan también reconciliado con ellos. Sabiéndolos encubridores de asesinatos, fueron repudiados. Este proyecto de carpintería ha abierto la vía de la reconciliación y los excluidos son reintegrados. Navidad y carpintería. Trincheras y madera roja. Todo sea para que todos podamos cantar un Noche de paz como Dios manda, haciendo posible lo que humanamente parecía imposible.