Sínodo de la Familia: atar y desatar
Siguen en Roma las sesiones del Sínodo extraordinario de la Familia, tal como estaba previsto, en un clima de apertura al Espíritu y confianza entre los Padres sinodales, propiciado por el Papa Francisco. Por tanto, lo que debe ser un encuentro entre hermanos que dialogan buscando el bien. Lo que debe ser, lo normal, lo lógico, lo cristiano…
Sin embargo, a la vez que todo esto ocurre, estamos viviendo en el espacio cibernético un Sínodo paralelo con vocación y oficio de ejercer de lobby de presión al Papa, a los Padres sinodales y, ¿por qué no? al mismísimo Espíritu Santo.
Andan bien revueltos ciertos portales, webs, blogs y facebooks. Palabras graves, como «sede vacante» o «cisma» se dicen con tal ligereza que uno se pregunta perplejo y desconcertado: ¿nos hemos vuelto locos o qué?
Y es que no andan revueltos los progres, revolucionarios, anarquistas, librepensadores, heterodoxos y desafectos del Vaticano. No, se trata de hombres bien piadosos, de muy rectas costumbres, afectos al orden, en resumen, hablamos de tradicionalistas.
No hay que remontarse demasiado atrás en la historia para encontrar vehementes manifestaciones tradicionalistas a favor de la obediencia y contra cualquier atisbo de heterodoxia.
Y sin embargo, por fin descubrimos en qué consiste realmente tanta obsesión por la obediencia. Lo podemos resumir fácilmente de la siguiente manera: cuando el Papa y su doctrina y pastoral es a gusto de ellos, entonces que nadie se mueva, todos firmes y sujetos, que la palabra del Papa es Palabra de Dios.
Pero… ay que como el Papa no les guste… entonces «ya se ha armado», ni obediencia ni comunión eclesial ni la más mínima caridad. ¡A por el Papa! Y como les recuerdes lo partidarios que eran ellos de la obediencia, pues hacen uso del «comodín» en alguna de estas variantes: el Papa no es fiel a la Tradición; el Papa no es Papa; o el Papa es masón, rojo, antipapa…
Es por todo esto que podemos afirmar que este «sínodo paralelo» no está tratando del mismo tema. Para los tradicionalistas, la pastoral familiar está sirviendo de excusa para ir mucho más allá y atacar la Comunión Eclesial, la Colegialidad y, sobre todo, al que consideran ellos el «gran culpable», el Concilio Vaticano II.
Hay una cita evangélica que creo nos puede ayudar a iluminar la situación:
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y que todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo (Mt 18, 18).
De esta cita casi siempre nos quedamos solo con la mitad y en ese recorte les otorgamos a los Apóstoles, a la Iglesia, al Papa, tan solo la capacidad de atar. De esa manera todo queda bien atado y nada puede desatarse. Pero resulta que la cita tiene una segunda parte y que de ella se desprende que Jesús contemplaba y quería que se pudiese desatar.
Los tradicionalistas son muy aficionados a atar y a no permitir desatar. Ellos no dejan de utilizar las expresiones «misa de siempre», «liturgia de siempre», «doctrina de siempre»… y así pretenden que toda la pastoral sea «la de siempre», es decir «la de ellos».
Pero resulta que a lo que ellos llaman «misa de siempre» o «liturgia de siempre» corresponde tan solo a algunos siglos, los menos, de la historia de la Iglesia. Los primeros quince siglos de nuestra era contienen una liturgia que ni fue ni pudo ser tridentina. Y si el Concilio de Trento pudo atar y desatar, ¿por qué no lo podía hacer el Vaticano II? ¿Y por qué no puede hacerlo el Sínodo de la Familia?
Por ello, nos podemos permitir decir que el Papa, un Concilio, un Sínodo…, el Sínodo extraordinario de la Familia 2014, puede y debe atar lo que haya que atar y desatar lo que haya que desatar.
Quique Fernández