Masiá se ha equivocado de Iglesia
Quiero tratar aquí tres cuestiones que este fiel y devoto hijo de San Ignacio, aquel de que si algo yo viera blanco...por negro lo tendría, ¿recuerdan?, ha suscitado con su actitud y que me parecen importantes. La primera es la posición de Masiá. Yo reivindico el derecho de todo el mundo a decir lo que le dé la gana. Si le exijo para mí, y lo ejerzo, no se lo voy a negar a los demás. Pero eso tiene consecuencias. El teniente general Mena dijo lo que le pareció oportuno y le costó el empleo. Me da la impresión que con aplauso de la mayoría de los que hoy jalean al jesuita. Un concejal del Partido Popular de no recuerdo que pueblo de Cataluña salió en defensa del Estatuto. Y le costó el PP. Si Ronaldo insiste en sus declaraciones le costará el Real Madrid, qué posiblemente es lo que esté deseando. Al expadre Díez Alegría creer en su esperanza le costó la Compañía...
Cada uno, pues, se cabrea por lo que quiere, echa las patas por alto si le apetece y dice lo que le da la gana. Como Masiá. Pero oponerse a la doctrina de la Iglesia en cuestiones morales con ostentación, reiteración y publicidad, negar la autoridad en la Iglesia y poner de chupa de dómine a su jerarquía por el ejercicio de su misión es incompatible con la pertenencia a la Iglesia católica. Lo que Masiá pretende no es catolicismo sino simplemente protestantismo. Da la impresión de que tiene los días contados. Tiempo al tiempo.
La segunda cuestión es la de la merienda de negros en lo que se ha convertido la Compañía de Jesús. Allí cada uno dice lo que le da la gana, los superiores parecen inexistentes, y si se toma alguna medida no es por voluntad propia sino a requerimiento externo. Pues, así les va. Camino de la extinción y hasta con el Prepósito General renunciado al ser incapaz de regir esa olla de grillos.
La tercera es muy curiosa. Basta que, no ya un teólogo de fama sino cualquier mindundi, saque los pies de las alforjas, para que ese reducido aunque omnipresente colectivo de curas casados, gays y lesbianas, monjas necias de la cuarta edad, juanes XXIII (por supuesto que me refiero a la asociación), teologuillos más o menos frustrados y más o menos vetados, ateos interesadísimos por la religión y su mejor futuro, y demás gentes de parecido pelaje, toque a rebato por la Inquisición reaparecida y nos asegure que estamos ante una nueva lumbrera de la Iglesia. Lástima que todos estos partos terminen resultando como el de los montes. Apenas un Masiá o un Fernández Barrajón. Ah, y reconozco que aún hay gran distancia entre el primero y el segundo. Tal vez la que siempre ha habido entre jesuitas y mercedarios.