El don del señor Royón

Claro que la Compañía fue un don para la Iglesia. Pero hace bastante tiempo en que ha pasado a ser una preocupación para la Iglesia. Jesuitas censurados por Roma, jesuitas en la vanguardia de la contestación, jesuitas que critican al Papa y sus documentos... Y usted, señor Royón, los tiene aquí mismo. En España. Y los consiente. Es una vergüenza que la Asociación Juan XXIII esté llena de jesuitas. Y es una vergüenza que usted mire para otro lado. Y que todos los días, ellos y usted, unos por acción y los superiores por omisión,se cisquen en el cuarto voto que han profesado.
No vamos a citar a extranjeros. Bastan y sobran los españoles. Sobre unos cuantos ya no puede usted hacer nada pero muchos otros aún son jesuitas. Inexplicablemente. Llanos, Díez Alegría, Castillo, Estrada, Masiá, los hermanos Alemany, Lamet, González Faus, Auxbendi, Gafo, Ferrer Benimeli, Aguiló, Cortina, Busto, Alcover, García-Salve, García Nieto...
No voy a negar que aún quedan excelentes jesuitas entregados al servicio de la Iglesia. Amargados por los rumbos de la actual Compañía. Una Compañía sin vocaciones, que ha perdido la mitad de los miembros que tenía hace cincuenta años, con un Prepósito general que ante su incapacidad para gobernar la Compañía ha anunciado su renuncia, con muchos de sus miembros enfrentados al Papa y a la doctrina de la Iglesia.
Háganos el don, señor Royón, de corregir tanta conducta eclesial insolidaria y ahórrese todos los demás dones. En manos del General, de los Asistentes, de los Provinciales está el que ésta Ay, Jesús, qué Compañía, vuelva a ser la Compañía de Jesús. Ese es el único don que la Iglesia le agradecerá.