Un jesuita de hoy.

Voy a hablar bien de un jesuita de hoy. Me encantaría poder hacerlo todos los días.

No le conozco de nada. Jamás había oído su nombre. Se llama Lluís Armengol i Bernils y es director de la Escola Activa de Pares del Clot. No sé si es joven o viejo ni que tal es la escuela de Padres que dirige.

Ha publicado en la Full Dominical del Obispado de Sant Feliú de Llobregat un miniartículo excelente. Se titula Els símbols religiosos de la llar. Los símbolos religiosos del hogar. Es sensato, católico, lleno de verdades. Escrito, como antes lo hacían todos los jesuitas, A mayor gloria de Dios. Y para instrucción y santificación de los fieles.

Bien sé que una golondrina no hace verano. Que volveremos a rechinar con muchos artículos de Castillo, de Masiá, de González Faus, de tantos otros. Siempre me alegró ver traspasando el aire con sus cabriolas la primera golondrina. Ojalá el P. Armengol no sea una despistada que nadie sabe como pudo aparecer sino el anuncio de miles y miles de golondrinas jesuitas a punto de llegar. Cuando estábamos más que hartos de tanto grajo y corneja el vuelo de la golondrina nos hace atisbar esperanza. Y nuestros corazones helados por el invierno han sentido una chispita de calor.

Y unas brevísimas palabras sobre la Hoja Dominical. Es un calco de la de Barcelona. Idéntica en su formato. Con bastante equilibrio entre el catalán y el castellano. Las palabras del obispo, Don Agustín Cortés, en ambos idiomas, muy aceptables. Da cuenta también de la inauguración del Seminario en la diócesis hermana de Tarrasa. Con 20 seminaristas mayores y 2 menores. Creo que es una excelente noticia.

Y pecaría de ingrato si no agradeciera a un viejo y queridísimo amigo, que vive en esa diócesis, su permanente noticia de la misma. Este Blog no podría existir sin tantos corresponsales gratuitos que me tienen al corriente del acontecer de la Iglesia de España. Y yo sería mucho más pobre si no contara con tanto afecto como me demuestran.

Estoy seguro de que podría emprender una gira de tres o seis meses por España sin pagar un hotel ni una comida. De casa en casa de queridísimos amigos. Eso no tiene precio. A la inmensa mayoría de ellos ni les conozco. Pero sé que tengo un sitio en su casa y en su corazón. Incluso en algún palacio episcopal.

Alguien, con afecto, me ha dicho en alguna ocasión si valía la pena el trabajo. Que evidentemente no lo hago porque me valga la pena sino porque creo que debo hacerlo. Pero, ¡vaya si vale la pena! Humanamente hablando. Dios, que adolece y que sana, después de noches oscuras manda las claras mañanas. A mí me ha mandado tantas y tan claras, tan amistosas, tan cordiales, que bien pudiera decir que no me ha dado el ciento por uno. Millones por mis miserables unos. Es rico en misericordia.
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