La virginidad de María.
La Santísima Virgen, con el Hijo de Dios en su seno, en la espera ilusionada de la Nochebuena. Muy propio del Adviento. Pero eso lo dice cualquier obispo. Incluso el más torpe. Y se ha dicho infinitas veces antes de la carta del obispo de Tarazona. No aportaría nada nuevo.
Y sí lo aporta. Contrapone el gozo de María, su Fiat, con la tremenda tragedia de ese "terrorismo silencioso que se cobra víctimas inocentes constantemente" en el vientre de sus madres. Asesinados por sus madres. No se anda con paños calientes el obispo. Nos habla de "crimen abominable".
Cuando estamos asistiendo a infinitas irregularidades en esa lacra de nuestros días -circula sobre ello un vídeo sobrecogedor-, como si no bastara ya con la regularidades, la voz del obispo, sin eufemismo alguno, denuncia lo que constituye la mayor vergüenza de la sociedad que nos ha tocado.
En estos días se han hecho eco los medios de una notable polémica sobre la virginidad de la Madre de Dios. Puesta en duda por las palabras de un jesuita. O que algunos han entendido, acertadamente o no, que era puesta en duda.
Los Blogs entraron en ebullición. Y hasta parte de la prensa escrita recogió la polémica. Que no ha tenido su origen en Luis Fernando Pérez Bustamante sino en Juan Masiá, de la Compañía de Jesús.
Y, ante ello, tres posicionamientos. Unos han dicho que lo que Masiá sostiene no está de acuerdo con lo que la Iglesia cree. Otros que la Iglesia, con voz autorizada, debe decir si lo del jesuita se compagina o no con la fe católica. Para saber a que atenerse. Y, por último, están los defensores de las tesis del hijo de Loyola. Que merecen extenderse en el comentario.
Porque es raro el que dice Masiá tiene razón y ya es hora de olvidarse de ese mito de la virginidad de María. Caso de que sea ese el pensamiento del jesuita cosa que no pocos han entendido. Pero eso sólo lo puede resolver él o la Iglesia. Manifestándose claramente.
Creo advertir un cierto miedo, o pánico incluso, a que se haya calado el melón. Hasta un importante e influyente comunicador se hace eco de ese miedo. Y la reacción es doble. Unos dicen: no tratéis esas cosas que nos dividen, qué cada uno piense lo que quiera, no hagamos cuestión de problemas complejos que no todos entienden en el mismo sentido...
Estos sería los miedosos conciliadores. A ver si tratándoles bien no se cargan nuestro chiringuito y podemos seguir yendo de progres y "modelnos" pero sin que se atente a nuestro condumio y emolumentos.
Los más viscerales, y a los que también se les nota el miedo, recurren al exabrupto. ¡Delación, delación! ¡Quieren resucitar las hogueras y la Santa Inquisición! ¡No son demócratas!
Pues, el obispo de Tarazona ha salido al encuentro de todos y, con palabras mansas pero clarísimas, expuso la fe de la Iglesia. La virginidad de María antes del parto, en el parto y después del parto. Entendida de modo físico y real. No de modo simbólico, alegórico, analógico o mítico.
Entiendo que estas palabras del obispo vienen a dar la razón a quienes objetaron a Masiá. Pero ese no es el verdadero problema. La Iglesia lo ha proclamado siempre desde casi su mismo origen. Los que lo han negado dejaron de estar en comunión eclesial.
La cuestión está en si las declaraciones de Masiá son compatibles con la fe de la Iglesia. Y eso requiere más estudio y declaración por quien puede hacerla. Y evidentemente no era el lugar la carta semanal del obispo de Tarazona.
Yo creo que son incompatibles. Que Masiá no cree sobre la virginidad, y sobre otras cuestiones, lo que sostiene la Iglesia. Pero mi opinión no vale nada. O casi nada. Sigo esperando a que quien puede y debe nos lo haga saber. Y lo seguiré reclamando.
Mientras tanto, la excelente carta del obispo de Tarazona nos ha confirmando en nuestra fe. Creíamos sobre la Virgen lo que cree la Iglesia. El problema, de tenerlo, y yo estoy convencido que lo tiene, aunque pueda equivocarme, es de Juan Masiá Clavel, de la Compañía de Jesús.