¿Podemos confiar en Alguien?
1. Ésta es una visión idílica, que ya destaca la tradición bíblica sapiencial. El Creador es bueno con todas sus criaturas. En su experiencia más íntima y profunda Jesús de Nazaret vivió la intimidad con Dios que es “Abba”, amor que a todo da vida y aliento. Ocurra lo que ocurra, siempre podemos confiar en ese Alguien que nos ama, sostiene y nos acompaña siempre. Los pobres de América Latina tienen una expresión bien significativa: “Diosito nos acompaña siempre”. Diminutivo que significa cercanía, familiaridad, cariño, confianza.
2. Esa confianza no es fácil. Confiar resulta fácil cuando las cosas van bien y se abre un futuro esperanzador; pero la cosa no es tan fácil cuando se vive en la penuria y el porvenir no promete cambios a mejor. Jesús de Nazaret también sufrió estos momentos duros de oscuridad. Se quejó amargamente: “¿Por qué me has abandonado?”. Pero la memoria vivida de que Dios es amor y nunca nos abandona, le mantuvo: “No estoy sólo porque el Padre está conmigo”.
3. Pero la confianza no es cruzarse de brazos. Hay que trabajar para superar la pobreza y la injusticia. ¿Cómo? No sólo cambiando estructuras políticas. Hay que cambiar de corazón y de conducta: “No podéis servir a dos señores: Dios y el dinero”. Si se vive el encuentro con Dios revelado en Jesucristo, lo único absoluto es la vida y la dignidad de todos los seres humanos. Y el camino para crecer en humanidad es compartir. Confianza en Alguien que nos ama incondicionalmente y conversión o liberación de falsos absolutos que nos humanizan son dimensiones inseparables del único Evangelio. Confianza y conversión son la base firme para construir una sociedad fraterna que Jesús expresó con el símbolo del Reino de Dios.