Rehabilitar la política (16.6.14)
Sin duda el mercado con su lógica del intercambio, es una herramienta válida y eficaz para organizar la actividad productiva. Pero la lógica del mercantilismo ha entrado en la gestión de la política -me das el voto y te prometo…-, desvirtuando la lógica del derecho. Y está desplazando también la lógica de la gratuidad hasta en el seno de la familia: las personas interesan sólo por su rentabilidad. El ser humano queda reducido a mercancía. Y en esta lógica mercantilista es imposible caminar hacia una democracia real.
Es urgente rehabilitar, repensar y poner en práctica una relación.
activa entre gestión política y la vida cotidiana de los ciudadanos. Lo que está en juego es la dignidad de toda persona humana que vive en sociedad para ser sujeto responsable de su propia historia y con los otros satisfacer los derechos fundamentales de todos . En el fondo ¿no están reclamando eso tantas manifestaciones de indignación que piden pan, trabajo, techo, rechazando una gestión política que se dice democrática pero que no es representativa de la mayoría? Hace días leí despacio el libro de Julio Anguita “Contra la ceguera” cuyo título evoca la breve novela “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago. En ese libro se percibe un empeño y una lucha por la utopía de una política de “elaboración colectiva”, donde todos los ciudadanos puedan tener voz, y funcione buscando el bien común que implica satisfacer los derechos fundamentales de todos. El hombre es señor del sábado, y en consecuencia toda gestión social, religiosa y política debe servir a la promoción de las personas, llamadas a tomar la palabra y participar.
Si admitimos esto y por otra lado estamos comprobando la corrupción imparable en los partidos políticos al servicio de un economicismo que agrava cada día más la situación de injusticia ¿por qué los medios de comunicación hoy más influyentes, ningunean el grito de los indignados o desacreditan sin más a partidos políticos minoritarios que quieren cambiar las cosas abriendo camino hacia una gestión política más participativa que haga posible una democracia más real? A veces la impresión de que, como hace años celebraba Fukuyama, nos hemos instalado en el chato pensamiento único y no queremos ser honrados con la realidad.
La Iglesia que vive la fe cristiana no tiene instrumentos originales de análisis social ni estrategias a seguir en la política, ni modelos institucionales. Pero esa fe invita a la búsqueda común con todas las personas y grupos de buena voluntad para que todos vivamos con la dignidad de personas y nos relacionemos como hermanos. Dignidad de toda persona humana incluyendo a todas las razas sin ninguna discriminación, preferencial atención al débil, y ejerció del poder como mediación del amor son imperativos esenciales de esa fe cristiana. Me pregunto por qué frecuentemente se percibe a la Iglesia como mantenedora del orden establecido y recelosa de grupos o movimientos sociales y políticos empeñados en los cambios necesarios para que nazca lo nuevo que quiere nacer.