Signo para comenzar el año (1.1.14)

1. En nuestra cultura patriarcal venimos poniendo como centro de la familia al padre; es el que manda y determina. También era el modelo en el tiempo y sociedad en que Jesús vivió. Por eso él mismo en sus parábolas expresa que Dios es Padre. Aunque ya emplea la palabra aramea “Abba” que lleva en sí misma una dosis muy singular de ternura y afecto maternos. De acuerdo con esta cultura, también nosotros nos imaginamos a Dios como un señor, no como una señora, con aspecto venerable y larga barba blanca; así nos lo pintaron cuando éramos niños.

2. Sin embargo, según el relato bíblico de los orígenes, no sólo el hombres sino también la mujer son imagen de Dios que es fuente de lo masculino y de lo femenino. En nuestra cultura no valoramos suficientemente lo femenino: el silencio acogedor, la disponibilidad incondicional, la comprensión sin límites de la madre. En el nacimiento de Jesús María envuelve al niño en pañales, le cuida del frío, y está junto a él en silencio. Cuando el adolescente se separa de de sus padres, ella le busca y con amor le dice: “¿por qué nos haces esto?; tu padre y yo andábamos buscándote”. Sigue siempre al hijo cuando ha salido de la casa paterna y se queda en vela junto a la cruz, manifestando así el amor incondicional que le tiene. Según el evangelio “guardaba en su corazón” y daba vueltas con amor a todo lo que Jesús hacía y a todo lo que decían de él.

3.Al comienzo de nuevo año la Iglesia nos propone a María, en su cercanía de Jesús, en su sencillez y capacidad de acogida como icono de Dios misericordioso que siempre nos acompaña para que seamos testigos de la misericordia. El concilio Vaticano II dijo que la Iglesia, todos los bautizados, evangelizamos de verdad cuando actuamos con el “amor materno” con que María cuidó de Jesús. El amor materno es un amor que va más allá de todos los razonamientos intelectuales. Brota del corazón, es un amor sin retorno y no espera nada a cambio. Buena norma de conducta para el año que comienza. Para seguir este camino contamos con la bendición de Dios que escuchamos en la primera lectura: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumina su rostro sobre ti, y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz”
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