El encuentro con la Palabra (25.2.17)
“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y Juan, y les hizo subir aparte, a solas, a un monte alto, y fue transfigurado delante de ellos”
Después del encuentro en el desierto de nuestra vida(domingo 1º de cuaresma) tan cuestionada por las dificultades, momentos grises y tentaciones, hoy somos llevados a la montaña. Pedro, Juan y Santiago, los tres discípulos que suben con Jesús al monte, representan a la comunidad cristiana. Es nueva invitación para que en este tiempo de cuaresma demos un paso más en nuestra identidad humana.
Debemos aceptar la dimensión desértica que incluye nuestra existencia humana superando las tentaciones que nos salen al camino. Para ello hay que dar un paso más: salir de nuestro egocentrismo, subir a la montaña y en clima de oración escuchar la Palabra viva. Una Palabra que habla ya en la Biblia: Moisés y Elias son el símbolo de la legislación y del profetismo. Y el Antiguo Testamento está avalado por la luz de Jesucristo: “este es mi Hijo amado, escuchadle”. Pedro en nombre de los discípulos, entiende que ahí, con la luz de la Palabra, está bien.
Cuaresma es tiempo para procesar y dar sentido a nuestra existencia mirando a la persona de Jesucristo y meditando en su conducta que narran los evangelios. Para ello necesitamos no solo celebraciones litúrgicas. También necesitamos tiempos de silencio y de oración centrados en una frase o en una parábola del evangelio donde Jesús de Nazaret nos entrega su intimidad. Esos tiempos no tienen que ser necesariamente en los templos. Todos los espacios y todos los tiempos ya están habitados por la presencia de Dios, y en ellos podemos escuchar su Palabra.
Después del encuentro en el desierto de nuestra vida(domingo 1º de cuaresma) tan cuestionada por las dificultades, momentos grises y tentaciones, hoy somos llevados a la montaña. Pedro, Juan y Santiago, los tres discípulos que suben con Jesús al monte, representan a la comunidad cristiana. Es nueva invitación para que en este tiempo de cuaresma demos un paso más en nuestra identidad humana.
Debemos aceptar la dimensión desértica que incluye nuestra existencia humana superando las tentaciones que nos salen al camino. Para ello hay que dar un paso más: salir de nuestro egocentrismo, subir a la montaña y en clima de oración escuchar la Palabra viva. Una Palabra que habla ya en la Biblia: Moisés y Elias son el símbolo de la legislación y del profetismo. Y el Antiguo Testamento está avalado por la luz de Jesucristo: “este es mi Hijo amado, escuchadle”. Pedro en nombre de los discípulos, entiende que ahí, con la luz de la Palabra, está bien.
Cuaresma es tiempo para procesar y dar sentido a nuestra existencia mirando a la persona de Jesucristo y meditando en su conducta que narran los evangelios. Para ello necesitamos no solo celebraciones litúrgicas. También necesitamos tiempos de silencio y de oración centrados en una frase o en una parábola del evangelio donde Jesús de Nazaret nos entrega su intimidad. Esos tiempos no tienen que ser necesariamente en los templos. Todos los espacios y todos los tiempos ya están habitados por la presencia de Dios, y en ellos podemos escuchar su Palabra.