Cómo establecer las elaciones humanas, 16,2,14
La Palabra: “Si al llevar la ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda en el altar, vete a reconciliarte con tu hermano y después presentas tu ofrenda” (evangelio)
1. Las lógicas comercialista y legalista con frecuencia también inspiran y determinan nuestras relaciones humanas. La lógica de compra-venta hace que miremos al otro y entablemos relación con él en la medida en que podamos sacar algún beneficio económico. Y así fácilmente nos acomodamos al cumplimiento de unas normas establecidas para no incurrir en sanciones legales. Es una conducta según “la justicia de escribas y fariseos” que Jesús denunció con dureza. Fomenta la codicia y genera exclusión en los más débiles.
2. El evangelio va más al fondo. Las relaciones humanas deben funcionar según la nueva justicia, que brota de un corazón apasionado por la dignidad sagrada de todo ser humano y por rectificar lo torcido. La nueva justicia no es compatible con el enfrentamiento que margina y excluye al otro; no es suficiente respetar la vida del otro porque lo prohíben las leyes que a los infractores imponen castigo; la nueva justicia implica la continua reconciliación con el otro. Ni basta no apropiarse de lo ajeno por miedo al castigo del juez; el deseo de apropiarse de lo ajeno ya es incompatible con un corazón transformado por la nueva justicia.
3. Si al levar tu ofrenda al altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, “vete primero a reconciliarte con tu hermano”. Dos sugerencias. Primera, no dice “si tu tienes algo contra tu hermano”. Dice “si tu hermano tiene algo contra ti” ¿No tendrá contra nosotros algo quien malvive en la miseria mientras nosotros seguimos en nuestra comodidad insensibles al sufrimiento de los pobres? Sin duda el pecado que más destrozos genera en nuestra sociedad es el de omisión; la cerrazón individualista y el desentendimiento ante la miseria que a tantos impide vivir como personas. Segunda, es inútil la pretensión religiosa de una relación con Dios si n tratamos de sanear nuestra relaciones humanas. Sólo en la humanidad podemos vislumbrar y gustar la presencia de lo sagrado. Con esta visión evangélica Santiago escribió: “la religión pura ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. En las relaciones humanas entabladas en la misericordia y en la justicia inspirada en la dignidad inviolable de toda persona humana se prueba la verdad de todas las prácticas y manifestaciones religiosas.
1. Las lógicas comercialista y legalista con frecuencia también inspiran y determinan nuestras relaciones humanas. La lógica de compra-venta hace que miremos al otro y entablemos relación con él en la medida en que podamos sacar algún beneficio económico. Y así fácilmente nos acomodamos al cumplimiento de unas normas establecidas para no incurrir en sanciones legales. Es una conducta según “la justicia de escribas y fariseos” que Jesús denunció con dureza. Fomenta la codicia y genera exclusión en los más débiles.
2. El evangelio va más al fondo. Las relaciones humanas deben funcionar según la nueva justicia, que brota de un corazón apasionado por la dignidad sagrada de todo ser humano y por rectificar lo torcido. La nueva justicia no es compatible con el enfrentamiento que margina y excluye al otro; no es suficiente respetar la vida del otro porque lo prohíben las leyes que a los infractores imponen castigo; la nueva justicia implica la continua reconciliación con el otro. Ni basta no apropiarse de lo ajeno por miedo al castigo del juez; el deseo de apropiarse de lo ajeno ya es incompatible con un corazón transformado por la nueva justicia.
3. Si al levar tu ofrenda al altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, “vete primero a reconciliarte con tu hermano”. Dos sugerencias. Primera, no dice “si tu tienes algo contra tu hermano”. Dice “si tu hermano tiene algo contra ti” ¿No tendrá contra nosotros algo quien malvive en la miseria mientras nosotros seguimos en nuestra comodidad insensibles al sufrimiento de los pobres? Sin duda el pecado que más destrozos genera en nuestra sociedad es el de omisión; la cerrazón individualista y el desentendimiento ante la miseria que a tantos impide vivir como personas. Segunda, es inútil la pretensión religiosa de una relación con Dios si n tratamos de sanear nuestra relaciones humanas. Sólo en la humanidad podemos vislumbrar y gustar la presencia de lo sagrado. Con esta visión evangélica Santiago escribió: “la religión pura ante Dios Padre es visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones”. En las relaciones humanas entabladas en la misericordia y en la justicia inspirada en la dignidad inviolable de toda persona humana se prueba la verdad de todas las prácticas y manifestaciones religiosas.