Ni siquiera en nombre de Dios
Aunque nunca definido positivamente, lo humano es barruntado y deseado en situaciones donde se lesionan los derechos fundamentales de las personas como son la vida y la libertad. A veces el deterioro es tan arraigado y la metástasis del cáncer tan generalizada que no sabes por dónde cortar. En todo caso no es honrado cruzarse de brazos.
Hay pueblos donde la injusticia institucionalizada, el crimen callejero y la impunidad jurídica siembran terror en la gente y paralizan cualquier proyecto para buscar un arreglo. La corrupción por la codicia insaciable denuncia la sombra negra y la mentira de nuestra democracia. Ya es doloroso ver cómo se desangran palestinos y judíos en una guerra sin fin . Y se congela la sangre en las venas ante los crímenes contra la humanidad que grupos con tinte religioso fundamentalista están perpetrando en Iraq y en otra regiones. Uno se pregunta: ¿Por qué no reaccionan y atajan cuanto antes esos desmanes los países que han firmado la Declaración sobre derechos humanos?
Aburren ya las tertulias sobre dimes y diretes de políticos trepando por conseguir y mantener el poder. A veces da la impresión de que perdemos tiempo y energías metidos en nuestro avispero. Y mientras como si no fuera con nosotros nos acostumbramos a ver en televisión a un hombre cortando la cabeza de otro porque no piensa como él o no practica su religión. ¿Cómo podemos permitir que todavía en pueblos de A.L., cuyo talante humanista es admirable, se mate impunemente a personas y los jueces, atemorizados o corruptos, no puedan hacer justicia? ¿Cómo seguir tolerando que políticos, al fin y al cabo funcionaros pagados por el pueblo, tengan cuajo para llenar sus arcas sin escrúpulos mientras miles de jóvenes se quedan por el camino sin futuro y sin sentido?
Es posible que nuestra voz se pierda en el desierto. Pero hay situaciones tan inhumanas que claman al cielo, no admiten componendas y falsas estrategias de prudencia. En Jesús de Nazaret los cristianos hemos percibido que la dignidad de todo ser humano está garantizada por una presencia de amor que nos constituye. Que toda persona lleva escrita en su frente la prohibición “no matarás”. Que las víctimas injustamente silenciadas están pidiendo justicia, rectificar lo torcido.
Dejémonos de cuentos y tapaderas religiosas. La fe cristiana o experiencia de Dios revelado en Jesucristo prueba su verdad en el empeño porque todos tengan vida, y este empeño exige prácticas arriesgadas en nuestra forma de vivir y en nuestra forma de actuar políticamente. Aunque la religión no se confunde con la ética, una vida de cumplimientos religiosos insensible a estos crímenes de humanidad que se perpetran hoy en nuestra tierra y estamos viendo, no puede ser bendecida. Hace pensar la oración de este domingo pidiendo “una vida más religiosa”.
Hay pueblos donde la injusticia institucionalizada, el crimen callejero y la impunidad jurídica siembran terror en la gente y paralizan cualquier proyecto para buscar un arreglo. La corrupción por la codicia insaciable denuncia la sombra negra y la mentira de nuestra democracia. Ya es doloroso ver cómo se desangran palestinos y judíos en una guerra sin fin . Y se congela la sangre en las venas ante los crímenes contra la humanidad que grupos con tinte religioso fundamentalista están perpetrando en Iraq y en otra regiones. Uno se pregunta: ¿Por qué no reaccionan y atajan cuanto antes esos desmanes los países que han firmado la Declaración sobre derechos humanos?
Aburren ya las tertulias sobre dimes y diretes de políticos trepando por conseguir y mantener el poder. A veces da la impresión de que perdemos tiempo y energías metidos en nuestro avispero. Y mientras como si no fuera con nosotros nos acostumbramos a ver en televisión a un hombre cortando la cabeza de otro porque no piensa como él o no practica su religión. ¿Cómo podemos permitir que todavía en pueblos de A.L., cuyo talante humanista es admirable, se mate impunemente a personas y los jueces, atemorizados o corruptos, no puedan hacer justicia? ¿Cómo seguir tolerando que políticos, al fin y al cabo funcionaros pagados por el pueblo, tengan cuajo para llenar sus arcas sin escrúpulos mientras miles de jóvenes se quedan por el camino sin futuro y sin sentido?
Es posible que nuestra voz se pierda en el desierto. Pero hay situaciones tan inhumanas que claman al cielo, no admiten componendas y falsas estrategias de prudencia. En Jesús de Nazaret los cristianos hemos percibido que la dignidad de todo ser humano está garantizada por una presencia de amor que nos constituye. Que toda persona lleva escrita en su frente la prohibición “no matarás”. Que las víctimas injustamente silenciadas están pidiendo justicia, rectificar lo torcido.
Dejémonos de cuentos y tapaderas religiosas. La fe cristiana o experiencia de Dios revelado en Jesucristo prueba su verdad en el empeño porque todos tengan vida, y este empeño exige prácticas arriesgadas en nuestra forma de vivir y en nuestra forma de actuar políticamente. Aunque la religión no se confunde con la ética, una vida de cumplimientos religiosos insensible a estos crímenes de humanidad que se perpetran hoy en nuestra tierra y estamos viendo, no puede ser bendecida. Hace pensar la oración de este domingo pidiendo “una vida más religiosa”.