Una fe pacificadora. Concretando más (II)

Como Ustedes saben, es más fácil que sea noticia un hecho concreto que no una idea. Las ideas exigen mucha atención, una mente abstracta y cierta paciencia para sacar conclusiones. Los hechos sin embargo son concretos, únicos, inmediatos y evidentes por sí mismos. Al menos así lo parecen. El joven que en Barcelona atacó en el metro a una ecuatoriana ha sido noticia en todos los periódicos y programas. Es una imagen evidente. Entra por lo ojos como un rayo. Pocas palabras son necesarias para explicarlo. Yo podría estar escribiendo tres días sobre racismo y violencia, pero nunca me atenderían Ustedes como a ese vídeo. Es lógico. Es la fuerza de los hechos y de la imagen. Aquello de que una imagen vale más que mil palabras, se cumple así a rajatabla.

Pero no todo se puede contar con una imagen y en treinta segundos. La publicidad lo logra, pero es eso, publicidad. Cuando se trata de una situación humana, la que sea, todo requiere más tiempo; porque todo tiene una complejidad y requiere de más detalles. Pero no tenemos tiempo, ¡ay1, y así preferimos conocer datos a saber de ellos, verlos a pensarlos, oír sobre ellos a escuchar con atención. Así nos hemos hecho todos en la sociedad de la comunicación de resúmenes. ¿Se han fijado Ustedes en que los periódicos modernos llevan más fotografías y titulares en negrita que textos en letra pequeña? ¿Han observado que en la radio siempre parece que tienen prisa?

El caso es que yo quería hablar de la beatificación de 498 cristianos españoles en Roma y ya ven a dónde me he ido. Y me lo sugería el hecho de ver con qué empeño cada cual quiere explicar los motivos de su postura. La Iglesia Católica para justificar por qué ahora y por qué éstos. Y sus críticos, para reprocharle que por qué no en otro momento y por qué no con otros “mártires” de la fe y la justicia, y de cualquier bando. La Iglesia dice que el concepto de mártir es muy preciso. Y sus críticos le dicen que el concepto de santo es más amplio y necesario que el de mártir; más aún, que el concepto de persona víctima buena, recta y justa es universal y buena prueba de la santidad también para los cristianos. Está claro que hablan lenguajes diferentes. Se oyen, pero no se escuchan. Lo que decía.

Personalmente, pienso que tienen razón los que dicen que la memoria histórica tiene que ser verdadera y justa; y que tiene que referirse a todas las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Y especialmente a las aún no vindicadas. Creo firmemente que la Iglesia debería buscar un modo peculiar, propio, novedoso y ejemplar de recordarlos a todos, mártires de la fe y de la justicia. Cuando beatifica a los suyos, a muchos de los suyos, tiene derecho, pero hace algo previsible, se repite a sí misma, hace lo que la gente da por hecho que va a hacer; pero le falta creatividad, generosidad, gratuidad para sorprender; le falta altura de miras para provocar en su sociedad este comentario: esta gente de la fe es todavía capaz de ir por delante de todos al pedir perdón por el pasado y de elevarse sobre las víctimas de su grupo; esta gente aporta un signo de gratuidad y novedad ante la historia; esta gente se mueve en la lógica de Jesucristo; bienvenida sea esta sorpresa de la fe.

Me dirán que sueño o que soy utópico. Ojalá lo fuese de verdad. Quimérico, no. Quimérico como ensoñación idealista, no. Utópico, como quien cree en algo germinal y nuevo, entrevisto en personalidades como la de Jesucristo, o, a su modo, en Ghandi, Luther King o Juan XXIII, lo confieso, sí, desearía ser utópico. Creo en el valor de la utopía que con realismo despierta expectativas pacificadoras en medio de lo políticamente previsible, que va más allá de aquello a lo que tengo derecho y que se ofrece como novedad ética y, para mí, evangélica. Lo creo y lo deseo.
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