A MUCHOS CATÓLICOS LES MOLESTA QUE DIOS SEA BUENO







01. ¿TODOS VAMOS A RECIBIR LA MISMA RECOMPENSA?
Hace unos años en una conferencia sobre el infierno y sobre la posibilidad de que Dios acogiese en su casa a todos los “hijos pródigos”, una persona del público preguntaba indignada: “¿Y nosotros que hemos estado aquí, en esta vida sacrificándonos y reprimiéndonos, vamos a recibir el mismo premio que esos pecadores?” El ponente le respondió: ¿y por qué le molesta a usted que Dios sea bueno siempre y con todos?

02. LA JUSTICIA DE DIOS NO ES COMO LA DE LOS HOMBRES.
Cuando Pilato le preguntó a Jesús si era rey, Jesús respondió que sí, soy rey, pero mi Reino no es como los de este mundo. Los valores del Reino de Dios no son como los de este mundo.
La justicia humana a la que estamos acostumbrados es aquella que dice: dar a cada uno lo suyo. Y dar a cada uno lo suyo en forma de lo que está estipulado: hemos acordado tu sueldo en mil euros, pues toma los mil euros y te vas.

La justicia de Dios es ante todo bondad: Dios infunde su respeto con bondad y perdón. De Ti, procede el perdón y así infundes respeto, (Salmo 129,4).
El Señor es misericordioso con todos, con los últimos y con los pecadores.
En el lenguaje bíblico, la justicia de Dios se llama ALIANZA. Dios no hace justicia al modo humano, sino que Dios está aliado, “liado” con los seres humanos y la alianza es acogida, perdón, bondad

03. VALORES QUE NO SABEMOS APRECIAR.
Los que han trabajado desde primera hora se parecen al hermano mayor de la parábola del padre y los dos hijos: Yo siempre he cumplido lo que me ´has dicho, te he servido desde siempre y nunca me has recompensado y ahora viene ese hijo tuyo…
¿Cuál es la “ventaja” de los que han trabajado desde primera hora de la mañana? El bien de los primeros es haber estado desde la mañana en la mies del Señor, en la cercanía de Dios. Los primeros han experimentado desde muy de mañana en la vida el ser amados por Dios y amar al Señor.
Claro que esto nos puede parecer poco, preferimos lo que Dios nos paga a lo que Dios es. Queremos a Dios no por Él mismo, que es amor, sino por la recompensa Tenemos una visión mercantil de la vida, del evangelio, del sentido de la vida: Dios nos interesa porque nos premia, no como persona, como intimidad.
El amor no son cosas. Muchas veces no amamos a Dios en sí, sino por amor a lo que nos va a pagar, es decir: el cielo.
El privilegio de los últimos, de los que van a trabajar a última hora, es comprender quién es Él y quiénes somos nosotros. Dios es amor (1Jn 4,8) y nosotros somos amados por Él, incluso -y sobre todo- cuando estamos bajo el pecado.
En la vida hay realidades y valores con los que no se comercia, ni se trapichea, sino que se acogen, se disfrutan, es la gracia, lo gratuito. Cuestiones como la amistad, la familia, el amor se viven generosa y gratuitamente.

La justicia del Dios de Jesús no se resuelve en el Juzgado de Atocha, ni en el banco, ni en Martutene, ni en el Santo Oficio eclesiástico, sino en el amor.












04. HAY NO DÍAS, SINO AÑOS, EN LOS QUE UNO NO ESTÁ PARA NADA.
Escribía Julio Camba en una de aquellas greguerías tan suyas que “hay no días, sino años en los que uno no está para nada”.
Unos podrán trabajar en la viña de la vida desde muy temprana edad. Por edad, por salud, por capacidad uno puede trabajar y desplegar actividad durante la mayor parte de su vida. Pero otros muchos por dificultades, por enfermedad, por crisis, por apatías, harán -o haremos- lo que buenamente podamos.
Dios no nos va a descartar, sino que nos va a acoger.

05. ¿PREMIO CASTIGO?
Es un esquema -bastante infantil- que ha funcionado y funciona en las religiones, también en la católica: Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Si eso es así nos sobra toda religión y cristianismo. Si el cristianismo se reduce a informarnos de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, nos sobra la cristología y la redención. Para tan poco viaje no hacía falta tanta alforja.
Los que fueron a trabajar a primera hora pensaban en término de premio, de sueldo, yo he trabajado más horas, luego me tienen que pagar más: porque tengo más méritos recibiré más premio.
Jesús, el evangelio no piensa en términos de premio, méritos y horas trabajadas, sino que piensa en términos de gracia: de gratuidad y bondad.
No podemos reducir la gracia a mérito y premio.
De ahí que los primeros murmuraban. Es mucha la gente que murmura; también ocurrió en la Biblia y ocurre en la vida normal
o Jonás se enfada con Dios porque ha perdonado a los ninivitas (Nínive).
o El hermano mayor se enoja con su padre, porque acoge al hermano perdido.
o Marta echa en cara a Jesús porque su hermana María se ha decantado por dimensión amorosa de la vida (la mejor parte).
o Los obispos aspiran a una diócesis más importante.
o Mucha gente se indigna porque no le son reconocidos sus méritos en el trabajo, en la política, cultural, etc.

Cuando la envidia anida en nosotros es que nuestro corazón no es noble, porque no somos capaces de aceptar el amor de Dios y en la vida como algo gratuito y hacia todos.

A lo largo del día de hoy y de la vida podemos hacernos la pregunta de Jesús: ¿O VAS A TENER TÚ ENVIDIA PORQUE YO SOY BUENO?

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