QUIEN DEJA DE ESPERAR, DEJA DE VIVIR






01. ADVIENTO.
Comenzamos el año litúrgico con el tiempo de Adviento formado por los cuatro domingos, las cuatro semanas en las que nos preparamos a celebrar la Navidad.

02. VELAD.

El ser humano vive humanamente en cuanto aspira y proyecta, es decir, en cuanto espera.
Podríamos definir al ser humano como aquel que continuamente espera y queremos salir de nuestras limitaciones hacia una vida más plena y mejor. Somos una inquietud radical hacia el futuro.

En lo profundo de nuestro corazón hay una extraña potencia que nos dice que, aunque nuestra vida está tocada por las limitaciones y la muerte, no obstante, la vida tiene sentido y tiene un futuro.

Vivimos nuestra propia existencia como llamados al futuro. Somos un proyecto humilde y sencillo a realizar.






03. ¿QUÉ SERÁ DE MÍ?
La experiencia que tenemos de nuestra vida, del mundo y de la historia es la de ser cuestiones penúltimas (no últimas) y de aquí nace la aspiración a una realidad plena y definitiva.
Todo ser humano que viva despierto -velad- vive con la pregunta de ¿qué será de mí mañana, pasado mañana? ¿Qué será de mí mismo, de mi trabajo, de mis proyectos, de mis aspiraciones, de mi familia y de otros seres cercanos o lejanos? ¿Qué será de la sociedad, de los desarrollos políticos, qué será de la vida, del universo?

La cuestión del futuro está ligada inseparablemente a la vida humana.
Velar, vivir lúcidamente es vivir esperanzadamente.


04. LA SEDACIÓN DEL BLACK FRIDAY
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Si en otros tiempos no lejanos se vivió -vivimos- con una esperanza tortuosa, quizás hoy en día vivimos con la esperanza anestesiada, o simplemente sin esperanza.

Las grandes cuestiones de la vida han sido recortadas y la cultura de la sociedad actual en occidente vive narcotizada. La vida es un divertimento, una supuesta “black (negritud - noche) freeday (libertad, día de libertad)”.

Pero cuando, por las circunstancias que fueren, uno despierta del sueño de esa “noche mágica” de ofertas, descuentos, de vuelos y viajes de consumismos, tiene -tenemos- ante nuestros ojos los eternos problemas humanos: ¿qué sentido tiene todo esto, si es que tiene alguno? ¿Por qué tanto sufrimiento y dolor? ¿Y la muerte?

No vendamos el presente fascinante a precio de futuro absoluto.

04. LA ESPERANZA PROTEGE.
La esperanza protege de la desesperación y libera de la esclavitud de la frustración y el fracaso.
El cristiano que espera vive libre, no esclavo de los totalitarismos del consumo capitalista. Quien espera procede de modo no neurótico, ni fanático, ni con ansiedad.
El futuro que vigilantemente esperamos es la alegría del presente. El “más allá” es la fuerza del “más acá”.









05. EVANGELIZAR ESPERANZA
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Llama la atención que la Iglesia y gran parte de sus preocupaciones pastorales en nuestros ámbitos estén en cuestiones y problemas muy secundarios y no comuniquemos a unas gentes tan deprimidas y adormecidas un poco de esperanza.

Se habla y se achaca mucho a la gente, a la sociedad de laicismo, de secularización, de postcristianismo, etc. Se condenan divorcios, homosexualidades, incluso independentismos (cardenal Cañizares y el obispo de Almería), pero el problema es muy otro. El problema es que la gente no tiene ni futuro, ni ganas de vivir. (En el País Vasco tenemos un suicidio cada dos días, y hay que pensar que los intentos de suicidio hay que multiplicarlos por diez. No olvidemos el problema de la depresión, que si es un problema médico, mucho más es un problema cultural y de criterios).

Evangelizar hoy en día entre nosotros podría ser comunicar confianza en el futuro, esperanza.

06. EL FUTURO ES DIOS.
La solución es el Mesías, salvador. Y el futuro absoluto del hombre es Dios

Estamos comenzando el Adviento, que fortalece nuestra esperanza en el futuro absoluto. Nosotros no esperamos ya una navidad, un nacimiento de Jesús. Agradecemos la Encarnación de Dios en Jesús, pero nosotros miramos al futuro absoluto, esperamos y confiamos en nuestra conclusión en Dios.
Decía el filósofo alemán Martín Heidegger que solamente Dios puede salvarnos.

En las situaciones de crisis sociales, culturales, eclesiásticas o personales más profundas, escuchemos la Palabra: pronto viene el Señor, no hurgues más en la herida. Te salvaré no temas, hemos rezado-cantado en el Rorate.
Esta vivencia acontece en lo profundo de nuestro ser y después se traduce en la vida. Esta experiencia liberadora surge en la debilidad de la esperanza.
La esperanza es débil, es la virtud (virtus: fuerza) más humilde. La esperanza, como el grano de trigo, es humilde, sencilla, pero llena de vida.
Porque la esperanza es débil la podemos perder con alguna facilidad. De esto saben mucho los depresivos, los psiquiatras, los maestros de espiritualidad, posiblemente todos nosotros.
Esperemos atentamente contra toda esperanza.
VEN PRONTO, SEÑOR.

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