¿SABEMOS VIVIR?
01. EL ACTO MÁS CENTRAL EN LA VIDA DE UNA PERSONA ES AQUEL QUE SE TOMA ABSOLUTAMENTE EN SERIO Y AQUELLO POR LO QUE ESTÁ DISPUESTO A DEJARLO TODO.
Durante estos últimos domingos venimos escuchando en el evangelio alusiones y parábolas de lo que constituye el centro del pensamiento y de la actividad de Jesús. “EL REINO DE LOS CIELOS” se parece a...
El Reino de Dios, el Reino de los cielos, es el símbolo bíblico para expresar el deseo, esfuerzo y nostalgia de vivir bajo la acción y valores de Dios. Jesús se pasó la vida sembrando este Reino de Dios y nos dejó esta hermosa y noble tarea: Seguir sembrando el Reino.
Lo más importante, el acto más central en la vida de una persona es aquello por lo que se está dispuesto a entregarlo todo, incluso la vida y, al mismo tiempo está también dispuesto a dejarlo todo.
Esta semana que comenzamos, celebraremos la fiesta de San Ignacio. La primera meditación de los Ejercicios es “principio y fundamento” de la vida, que es otro modo de decir y plantear: ¿cuál es el centro, lo esencial y decisivo de nuestra vida? ¿Qué es lo absoluto en mi vida?
El ser humano tiene siempre algo como incondicional en la vida Pero conviene no equivocarse a la hora de elegir el eje de la existencia.
El hombre de hoy sigue siendo tan religioso o siente la misma necesidad de absoluto que San Ignacio o que en los tiempos de Cristo. Lo que ha cambiado a este respecto no es el ser humano, sino los “reinos” o “los ídolos”. Muchos de nuestros conciudadanos tienen como horizonte de su vida el placer, el poder de todo tipo, dinero, consumismo, la nación, etc.
Y desde estos ídolos estructuran la vida con los problemas que se derivan tanto para la convivencia: familiar, cívica, política, Iglesia – Estado, como para la propia vida personal. (la frustración será el test, el termómetro que nos indique que nos hemos equivocado en la vida).
02. EL CENTRO DE NUESTRA VIDA ES EL REINO DE DIOS.
Estas parábolas que escuchamos y meditamos con más o menos frecuencia, pueden suscitar en nosotros una actitud de agradecimiento, porque -sin mérito alguno por nuestra parte- queremos vivir y construir en unos valores que valen la pena: la libertad, la paz, la justicia, el amor.
En ocasiones se puede oscurecer la luz de esos grandes valores. A veces porque el pensamiento, las ideologías nos pueden desdibujar la imagen original del Reino, en otros momentos por nuestro propio egoísmo e intereses.
Cuando perdemos el centro, nos perdemos a nosotros mismos, nos despistamos y reducimos el Reino de Dios a cuestiones secundarias, si no terciarias.
03. SOMOS MUCHACHOS QUE NO SABEMOS DESENVOLVERNOS.
Nosotros, como Salomón tras el Reinado David, soñamos también con un pueblo, unos pueblos bien estructurados, conviviendo en paz y comprensión.
Sin embargo, no parece ser así y tenemos una cierta tendencia al derrotismo: siempre estamos peor que ayer.
Podríamos pensar que somos “un muchacho y no sabemos desenvolvernos” en el pueblo inmenso de la humanidad y de los nuestros. (Que no se nos olvide que la humanidad es también hoy pueblo de Dios).
Como Salomón, tampoco nosotros sabemos desenvolvernos en muchos problemas y cuestiones nuevas que van surgiendo, no sabemos intuir los recorridos y problemas de los pueblos, de las personas, de las ciencias “¿Quién es capaz de gobernar a este pueblo numeroso?”
Da a tu siervo un corazón dócil: Salomón podía haber pedido al Señor otras cosas: poder, armas, etc. Pidió un corazón dócil, comprensivo y esa fue su Sabiduría.
El Señor no se molestó por la actitud de Salomón de sentirse débil, por sus dudas, sus búsquedas, sino más bien al contrario: al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido aquello.
Nosotros nos sentimos seguros, con unas posturas indómitas, con unos lenguajes absolutos, sin darnos cuenta de que el Reino de Dios no cabe en nuestros moldes.
04. CORAZÓN Y SABIDURÍA.
Son dos dimensiones que configuran la figura de Salomón. Tal vez nosotros empleamos más la razón y la ciencia. Por los vericuetos de la historia nos han podido la Ilustración y lo tecnológico.
Ciertamente todas son dimensiones válidas, pero:
o No es lo mismo la razón que la verdad. (No es lo mismo tener la razón, que ser sensato) Hay momentos o situaciones en lo que se puede tener ciencia y disciplina, pero no sensatez ni sabiduría.
o Restregar siempre por cara la razón hace daño. No es humano echar en cara siempre la razón. Vivir siempre de la razón sin corazón, sin caridad, no es muy humano y menos cristiano.
CONCLUYO.
Este domingo estival puede ofrecernos un momento para pensar:
¿Cuál es el tesoro de mi vida?
Ciencia tenemos, y nos sobra, pero ¿tenemos corazón?
¿Sabemos -sabiduría, saborear- vivir sensatamente? ¿Sabemos, sabiduría- vivir?