las protestas en Hong-Kong como parábola
Las manifestaciones habidas en Hong-Kong pueden ser un buen pretexto para recordar una virtud muy humana y muy cristiana un tanto olvidada, la de la fortaleza
Una de las noticias de este verano han sido las reiteradas manifestaciones de numerosos ciudadanos de Hong-Kong (entre ellos muchos jóvenes), en defensa de lo que consideraban uno de los bienes más preciados, puesto en peligro por el gobierno chino: la libertad. Los hongkoneses que protestaban eran bien conscientes del peligro que corrían. Para defender la libertad enfrentándose a fuerzas poderosas hace falta mucha fortaleza. Pero el bien que se pretende defender y mantener llena de fuerza y valor a sus defensores, a pesar de los peligros a los que se exponen. Aquí cabría aplicar esta máxima latina que dice que “quién resiste, gana”. No es seguro que, a corto plazo, el que resiste vaya a ganar, sobre todo cuando tiene enfrente a fuerzas sin escrúpulos. Pero posiblemente sí gane a medio o largo plazo.
Esa es la experiencia de todos aquellos que, en nuestro mundo, han encabezado movimientos de resistencia contra la opresión. Basta pensar en nombres como Ghandi, Nelson Mandela o Martin Luther King. Ellos sufrieron la cárcel y la represión, pero sus ideas y propuestas terminaron por imponerse. El bien siempre vence, a pesar de las apariencias y de los múltiples obstáculos que se le oponen. Porque en el bien hay una fuerza divina y en el mal una fuerza diabólica. Y por mucho que se empeñen las fuerzas diabólicas, al final terminan siendo derrotadas.
Seguramente sobre los acontecimientos y nombres utilizados puede haber diversidad de opiniones y de valoraciones políticas. Los nombro como reflejo de realidades sociales que, en cierto modo, pueden servir de reflexión para nuestra vida cristiana. El cristiano debe enfrentarse con valor, valentía y firmeza contra todos aquellos obstáculos, internos y externos, que le impiden mantenerse fiel al Evangelio. En este sentido es bueno recordar una virtud un tanto olvidada, la de la fortaleza. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, la fortaleza nos mantiene firmes y constantes en la búsqueda del bien, nos hace capaces de vencer las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. Ante las pruebas y persecuciones, la fortaleza nos infunde valor para vencer el temor. Nos capacita para defender las causas justas, incluso cuando, a veces, en esta defensa está en juego la propia vida. Al respecto, resulta muy oportuna esta palabra de Jesús: “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).”