"Solo la misericordia redime y salva" Vivir la Fe desde el Testimonio de la Resurrección
"Una misericordia que sabe ver antes el dolor humano que la doctrina, para transformar desde el amor, una vida plena en la libertad de la verdad que hace libres"
"Ir más allá del miedo, es la liberación que se origina en el resucitado para caminar con la fuerza de la fe y seguir llevando a cabo la obra de Dios"
"La iglesia camina con el soplo del espíritu del resucitado para seguir haciendo el bien que tanto necesita la humanidad aquí en la tierra"
"La iglesia camina con el soplo del espíritu del resucitado para seguir haciendo el bien que tanto necesita la humanidad aquí en la tierra"
| Fray Alfredo Quintero Campoy OdM
¡Cristo ha resucitado!
La experiencia creyente de un Jesús vivo en medio de la comunidad se sigue acompañando en la cotidianidad de vida de la comunidad de discípulos.
La alegría de aquellos que después de tener miedo en repetidas ocasiones, a raíz de la pasión y muerte de Jesús, al sentir que el Pastor ya no va con ellos de la manera a como estaban acostumbrados mientras los guiaba y protegía en su vida terrena. Ahora tendrán que aprender que la etapa de la resurrección exige abrirse en esa manifestación más plena del Espíritu.
La trascendencia de vida del espíritu del resucitado invita a ver ese paso transformador de vida; después de la muerte cruenta en cruz, a ver que Jesús está vivo y se sigue haciendo presente con ellos.
Es la vida en el espíritu del resucitado en la que somos renovados para seguir teniendo vida. Aun en medio de temores, pensando: ¿Qué pasará con nosotros sí ha muerto en la cruz el Maestro?
Ir más allá del miedo, es la liberación que se origina en el resucitado para caminar con la fuerza de la fe y seguir llevando a cabo la obra de Dios.
Lo que tuvo inicio en Nazareth tiene que seguirse expandiendose hasta los últimos rincones de la tierra.
Así la iglesia camina con el soplo del espíritu del resucitado para seguir haciendo el bien que tanto necesita la humanidad aquí en la tierra. Una vida y un amor en Jesús que será posible a través del Espíritu Santo que reciben como un fuerte soplo los apóstoles.
El soplo de la misma palabra de Jesús que será comunicada en la fuerza del Espíritu Santo para guiarnos hasta la verdad plena y, que pasará por el ejercicio indispensable de la reconciliación porque la humanidad se quebranta continuamente en la vida de las personas y en el hacer comunidad para vivir la esencia de ser familia.
Hoy tenemos que activar la frescura de la reconciliación para lograr los puentes de la comunión que tanto se han quebrantado en nuestra sociedad actual, tan sufrida por tantas desavenencias continuas de discusiones y diferencias, que hace falta la magia de tejer los puentes que se logran desde un amor misericordioso, como es la fiesta de la divina misericordia que este segundo domingo de pascua celebramos.
Solo la misericordia redime y salva. Esta misericordia riega los desiertos del sufrimiento; la desolación por tanta falta de sentido por la vida, de tantas direcciones en el caminar que llevan a errar por egoísmos en ruta de libertad que cada persona va escogiendo.
Solo el amor es la fuerza de la reconciliación y de la comunión. Hoy se necesita caminar con más amor y que nos permita el espacio de libertad que cada uno tiene que hacer y, que lleve a tomar consciencia, desde el amor, por donde transita esa verdad plena que nos trae Jesús para ser felices, como es la vocación de cada persona.
Indicar y enseñar el camino no es fácil, esa será la tarea de los discípulos de Jesús. Y por eso se tendrán que abrir a una fe fecunda que no ponga condiciones como Tomás, sino que sea una fe abierta a la gratuidad del amor de Jesús que se manifiesta continuamente en actitud de servicio, como hoy recuera el libro del Apocalipsis y realizan los discípulos en los Hechos de los Apóstoles.
Ante un servicio en el amor que mira a los que traen tantos dolores, enfermedades y tienen una libertad quebrantada, se va haciendo posible la expansión de esa gran familia de Dios que es la meta a la que debe llegar la humanidad.
Nada fácil de lograr, pero posible en un lenguaje del amor que se abre desde Jesucristo a todos como la palabra que se comunica al soplo del espíritu santo. Una misericordia que sabe ver antes el dolor humano que la doctrina para transformar desde el amor una vida plena en la libertad de la verdad que hace libres.
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