"Escuchar la verdad y caminar sin vacilaciones" El espíritu de los mandamientos es el amor
"Sólo lo verdad nos da claridad y abre el horizonte de conducción con esperanza"
"Los mandamientos, más que una opresión asfixiante o imposición, son una orientación para nuestros pasos"
"Dios nos quiere de una pieza sin hipocresías y, eso lo entendemos desde nuestra misma realidad en nuestras relaciones humanas"
"Los corazones rectos y sinceros siempre logran experimentar, más allá de la dificultad por la que tienen que atravesar, la verdadera felicidad"
"Dios nos quiere de una pieza sin hipocresías y, eso lo entendemos desde nuestra misma realidad en nuestras relaciones humanas"
"Los corazones rectos y sinceros siempre logran experimentar, más allá de la dificultad por la que tienen que atravesar, la verdadera felicidad"
Los mandamientos se asumen con un espíritu de amor, en la escucha de la verdad y en un camino sin vacilaciones.
La verdad es el camino que nos lleva a una verdadera experiencia de libertad plena. En esa libertad plena experimentamos la felicidad.
Jesús conduce a sus discípulos a una experiencia de una verdadera felicidad. Él sabe, como Maestro, que en el caminar se deberán enfrentar engaños y hay que tener claridad. Sólo lo verdad nos da claridad y abre el horizonte de conducción con esperanza.
En este domingo 31 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra, nos invita a reflexionar en el valor que tienen los mandamientos que Dios nos comunica, sea a través de Moisés como en Jesús.
Los mandamientos, más que una opresión asfixiante o imposición, son una orientación para nuestros pasos.
Con absoluta libertad nosotros estamos llamados a conducirnos en esos mandamientos, con la necesidad de abrirnos en la verdad. Sólo en la verdad, los mandamientos nos ayudarán a ver en profundidad y sinceridad nuestras vidas. Es ahí donde se da la posibilidad de fortalecer nuestra relación con Dios y con el prójimo. Es así como los mandamientos vienen a ser esa luz que nos ilumina para discernir en nuestro proceder con sinceridad.
Dios como creador, ciertamente gobierna la creación con perfecta armonía y le comunica vida para sostenerla en todo momento con vitalidad dinámica; pero también, vemos como su creatura por excelencia, que es el hombre, está llamado a tener una relación con su creador desde la fuerza y fuente de la verdad. Una relación de amistad en la verdad que hace que todo sea transparente. Ya lo dirá el mismo Jesús a sus discípulos: ya no los llamo siervos sino amigos porque les he trasmitido todo lo que el Padre me ha revelado.
Escuchar la verdad para abrazar con sinceridad a Dios y al prójimo. A nosotros como seres humanos nos gusta que nos amen sin dobleces, sin vacilación y con la totalidad del corazón. De afuera hacia nosotros lo queremos todo, pero nosotros hacia Dios y lo demás muchas veces solo trasmitimos de forma parcial lo que nos conviene.
Dios nos quiere de una pieza sin hipocresías y, eso lo entendemos desde nuestra misma realidad en nuestras relaciones humanas, porque nosotros en nuestras relaciones exigimos totalidad del trato de los demás hacia nosotros.
Los mandamientos, siempre en la verdad, nos ayudan a corregir y a madurar; es un camino que vamos haciendo y, por eso, es importante escuchar. Por lo tanto, no debemos escuchar las voces engañosas y seductoras de la falsedad y de la mentira. Sin embargo, en nuestra libertad, al hacer un camino, nos toca a nosotros elegir entre esa verdad que nos ayuda a corregir, a enderezar y levantarnos para trascender; o, la mentira que siempre nos llevará a sucumbir, aunque de momento, aparentemente, nos aprisione con su seducción engañosa.
Los mandamientos facilitan una cosa sumamente importante en nuestra relación con Dios y con el prójimo, que es la rectitud del corazón. Los corazones rectos y sinceros siempre logran experimentar, más allá de la dificultad por la que tienen que atravesar, la verdadera felicidad. Son aquellos de mirada limpia que saben ver a la cara con transparencia y firmeza. Esa es la mirada de Jesús entre los hombres, una mirada trasparente y sincera.
Esta mirada sincera y trasparente facilita algo fundamental en las relaciones, sea con Dios como con el prójimo, que es la confianza. La confianza hace fluir una comunicación de vida en pensamientos, palabras y acciones con absoluta trasparencia. Esta confianza da credibilidad a lo que se oferta, dice y se hace, porque la sustenta la rectitud del corazón en la verdad.
El espíritu de los mandamientos es el amor y es lo que permite conectar nuestras almas, sea en nuestra relación con Dios como con el prójimo. De tal forma que este espíritu de amor que se contienen en los mandamientos nos hace superar la rigidez de la ley que atemoriza y condena y, nos abre en la misericordia a vivir un proceso siempre de madurez que nos permite levantarnos y nos echa la mano fraterna en signo de ayuda y cercanía.
La gran tentación es conducirnos en unos mandamientos sin el espíritu del amor que lo vacían de su propia vitalidad, porque los mandamientos, en su espíritu de amor, nos llevan a tener vida y multiplicarnos; en ningún momento sofocan nuestra libertad autentica en la verdad que hace crecer.
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