Pilar Rodríguez celebra el primer cumpleaños de Viqui Molins sin su presencia "Cada noche hablo un rato con María Victoria antes de ir a la cama”

"El de este año será el primer 28 de marzo que no nos reuniremos alrededor de una mesa, a la hora de la comida, para celebrar el cumpleaños de María Victoria"
Para la monja teresiana Pilar Rodríguez, Viqui Molins, muerta el pasado 19 de febrero después de no superar una crisis cardíaca fue "una compañera de vida que durante cuarenta años fue más que una hermana"
"Estas semanas sin ella han sido muy difíciles de llevar", mantiene Pilar, quien acompañó a Molins "para lo bueno y para lo malo". "Tenía un don, que era el de conectar con la gente"
"Estas semanas sin ella han sido muy difíciles de llevar", mantiene Pilar, quien acompañó a Molins "para lo bueno y para lo malo". "Tenía un don, que era el de conectar con la gente"
| Xavier Pete
(Agencia Flama).- “El de este año será el primer 28 de marzo que no nos reuniremos alrededor de una mesa, a la hora de la comida, para celebrar el cumpleaños de María Victoria”. Es una frase pronunciada, procurando no caer en un sentimiento de tristeza absoluta, por la monja teresiana Pilar Rodríguez cuando es preguntada sobre la celebración de los 89 años que haría este viernes quien fue, para la religiosa, “una compañera de vida que durante cuarenta años fue más que una hermana“, muerta el pasado 19 de febrero después de no superar una crisis cardíaca.
El mismo día que nació la fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, Santa Teresa de Ávila —en este caso, en 1515—, la monja Viqui Molinsacostumbraba a esperarse a la hora de comer para “tener cerca a todas las hermanas que vivíamos en el mismo piso, en Barcelona, y soplar las velas con la simpatía que siempre la caracterizaba”, recuerda Rodríguez. “Eso sí —subraya—, sin ser una devota de los regalos“.

“Si nos los hacíamos, estos eran pequeños detalles”, afirma, “puesto que con miseria en el mundo considerábamos que no era necesario obsequiarnos con bagatelas”. Cuando ya era casi de noche, la fiesta acostumbraba a continuar con un rato de plegaria “en que, como hacemos cada vez que alguna de nosotras hace años, introducimos uno o dos cantos que gustan a la homenajeada, que complementemos con la lectura de un texto, como por ejemplo de los Evangelios, de Santa Teresa o del papa Francisco”, detalla la monja desde el claustro de la parroquia barcelonesa de Santa Anna, donde “estas semanas sin ella han sido muy difíciles de llevar“, mantiene.
"María Victoria está abrazando a Jesús como ella deseaba"
“Es una situación que tenemos que superar porque no hay más remedio”, continúa quien acompañó a Molins “para lo bueno y para lo malo”; sobre todo cuando su actitud “inocente” y su talante “impulsivo” provocaban que Rodríguez tuviera que interferir en más de una ocasión: “Ante alguna acción que podía causar alguna crítica, yo le cuestionaba si realmente había sido meditada por su parte —reflexiona Rodríguez—, y su respuesta era, muchas veces, que era mejor pedir perdón que permiso“.

Este fue, para ella, “el motivo por el cual mucha gente, anónima y con eco público, se acercó a ella y tuvo un trato tan exquisito“. Y esto pasaba, indica, “al margen del lugar donde se encontrara, puesto que podía ser en una iglesia, andando por la calle, en el interior del autocar o, entre estas paredes de Santa Anna”, admite Rodríguez mientras decenas de sillas se van llenando de hombres y de mujeres para comer gracias al servicio de este hospital de campaña, “fundado en 2017 por un grupo de personas en que también estaba María Victoria“, como destaca la religiosa teresiana refiriéndose a uno de los episodios vitales de Molins.
“Tenía un don, que era el de conectar con la gente”, por lo cual la parroquia barcelonesa recibió desde el día siguiente a su muerte una avalancha de cartas escritas con gran aprecio “por parte de políticos que han tenido o tienen responsabilidades importantes, como por ejemplo Salvador Illa, Carles Puigdemont o Joaquim Torra“, pero también de llamadas que llegaban desde países como Senegal, “donde un joven trataba a María Victoria como si fuera una madre“.
Esta capacidad de establecer vínculos sociales, para Rodríguez, “también provocaba que en determinadas ocasiones tuviera que llorar porque la reacción del otro fuera radicalmente diferente a la suya”. Pero, ahora, quien llora su ausencia es quien cada noche, antes de irse a dormir, habla un rato con ella: “Antes de morir pactamos que continuaríamos haciéndolo cada noche, pero hace unos días que no oigo mucho su voz”, lamenta Rodríguez. “Sé, no obstante, que ha hecho aquello que prometió antes de dejarnos: abrazar tan fuerte a Jesús como lo hizo con nosotros durante todo su trayecto vital”, concluye la teresiana.

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