"El Opus Dei se encuentra ante un verdadero aprieto" Arriverderci Roma
El pontificado de Juan Pablo II fue el gran soporte en la sombra del Opus Dei como el de Francisco lo es de la Compañía de Jesús
Tras el Concilio Vaticano II en la Iglesia han abundado demasiado las envidias, las discordias, las divisiones, el chismorreo y, a veces, hasta el pase de supuestas facturas (venganzas)
¿Cómo se explica que la obra del jesuita aragonés (‘estructura central de la obra fundacional del Opus Dei’), muy popular y exitosa en su tiempo, no haya sido reconocida ni declarada entre las fuentes reales de Camino?
¿Cómo se explica que la obra del jesuita aragonés (‘estructura central de la obra fundacional del Opus Dei’), muy popular y exitosa en su tiempo, no haya sido reconocida ni declarada entre las fuentes reales de Camino?
¡Lo que faltaba! Es muy bien sabido que las relaciones del Opus Dei y la Compañía de Jesús han sido desde un principio ‘tormentosas’. Con más o menos acierto, estos grupos han solido ser encuadrados como, presuntamente, ‘integrista’ el primero y como ‘progresista’ la segunda. Esta querencia definitoria del Opus Dei se plasmó en la orientación misma que imprimió al pontificado de Juan Pablo II (su gran soporte en la sombra) y de la Compañía de Jesús en la orientación del actual papa Francisco (también su gran soporte en la sombra).
Son, en realidad, pontificados muy distintos, opuestos, a veces, y hasta contradictorios, en muchos casos. En la Iglesia, con posterioridad al Concilio Vaticano II, han abundado demasiado las envidias, las discordias, las divisiones, el chismorreo y, a veces, hasta el pase de supuestas facturas (venganzas). Unos dicen: Yo soy de Juan Pablo II. Otros dicen: Yo soy de Francisco. Y en éstas andamos enredados y enfrentados, divididos, separados, olvidados, en el fondo, de lo que se dice querer transmitir: el mensaje evangélico.
Eso sí, todo de modo muy eclesiástico, esto es, en silencio, sin sonoras manifestaciones ni provocadoras estridencias. Todo, en apariencia, como muy razonable y humano, pero muy clerical, esto es, muy falso y muy hipócrita y muy distante del Dios que edifica (1 Cor 3). Algunas de las resistencias actuales al papa Francisco tienen que ver, presuntamente, con las reformas que pretende llevar adelante, que son vistas como enmiendas a Juan Pablo II, esto es, como correcciones a quien las sugirió y las impulsó en la sombra. En definitiva, el talante reformista de Francisco (claramente opuesto a la línea restauradora de Juan Pablo II) ha venido a azuzar aún más las ya precarias relaciones.
Estando así las cosas, salta la noticia. Según Ángel Gómez Moreno en Archiletras Científica, Camino, libro fundacional del Opus Dei, “se basa en parte de su contenido en una obra escrita y publicada a mediados del siglo XVIII por un jesuita aragonés, Francisco Javier Hernández, muy popular en su tiempo pues tuvo al menos siete ediciones en poco más de cuarenta años y después quedó prácticamente olvidada”.
Algunas de las resistencias actuales al papa Francisco tienen que ver, presuntamente, con las reformas que pretende llevar adelante, que son vistas como enmiendas a Juan Pablo II
En el primer ejemplar de la revista de investigación, el catedrático de la Universidad Complutense analiza El alma victoriosa de la pasión dominante, la obra del jesuita F. J. Hernández, publicada en 1758, y la compara con Camino. En esta comparación, el ilustre catedrático de literatura “descubre ciertas coincidencias entre ambos y llega a la conclusión de que las ideas esenciales del jesuita aragonés conforman la estructura central de la obra fundacional del Opus Dei. Entre ellas, el catedrático de literatura destaca las premisas de santificar la vida a través del trabajo, el uso de tablas hechas a mano o impresas para el examen de conciencia o la oración matutina al levantarse con el fin de vencer la pereza con ayuda del ángel custodio, al que se le concede especial importancia” (el diario.es, Religión digital, Crónica global, etc.). Para el autor del trabajo en cuestión, las mencionadas coincidencias constituyen una "prueba irrefutable de que Escrivá de Balaguer leyó a Hernández" (Ibidem).
Es más, puestos a señalar coincidencias, podríamos aludir, por ejemplo, a ‘pedir cruces al Señor’, al examen particular y general de la conciencia, al cumplimiento de las cotidianas obligaciones, a la rectitud de intención, a la lectura espiritual, a la conformidad con la voluntad de Dios, al Director y Dirigido, a la presencia de Cristo (Pasión/Vía Crucis), a las Preces (oración privada), al rezo del Rosario, al descanso (‘honesto entretenimiento’), etc. etcétera.
Según la información del diario ‘El País’ (5.07.2019), que habló antes por teléfono con el Profesor Gómez Moreno, éste no atesora duda “sobre lo mucho que tienen en común” el texto de Hernández (http://www.opuslibros.org/PDF/Almadelapasiondominante.pdf) y el libro de Escrivá de Balaguer, Camino, el más importante del Opus Dei. El profesor de la Complutense habla de ‘coincidencias fundamentales en el objeto, en el propósito final y en el modo de conseguirlo’”. Ha sido, en efecto, reconocida por el Opus Dei “toda una tradición de obras vinculadas a la orden religiosa católica fundada por san Ignacio de Loyola en 1534” (El País).
Además de los Ejercicios Espirituales, podemos recordar a San Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas (Portero del Colegio Nuestra Señora de Montesión en Palma durante 32 años), a Fr. Willie Doyle, sacerdote jesuita irlandés, a quien Escrivá distingue como ‘aquel hombre de Dios’ (https://opusdei.org/es-es/article/heroe-jesuita-irlandes-influyo-madre-teresa-calcuta-josemaria-escriva/), respecto del n. 205 de Camino. Como subrayó el catedrático madrileño, “son varios los textos jesuíticos que tienen coincidencias, pero con el que más tiene en común es con el de Hernández”.
¡Qué curiosidad! El Opus Dei, que, en efecto, ha reconocido y declarado los textos jesuíticos que, sin duda, manejó y conocía muy bien Josémaría Escrivá; que, incluso, ha editado (Ed. Palabra) la Introducción a la Vida devota de San Francisco de Sales, en quien se han inspirado todos los autores posteriores de este género; que, a través del ‘Instituto Histórico San Josémaría Escriva’, viene llevando a cabo una gran labor de promoción de estudios históricos sobre la obra de su fundador y que ha editado (preparada por el gran teólogo Pedro Rodríguez) Camino. Edición crítico-histórica, Ed. Rialp, Madrid 2002; y, sin embargo -por raro que pueda parecer- ni menciona tan siquiera a aquel con quien tiene más cosas en común, el jesuita aragonés, Hernández, autor de El Alma victoriosa de la pasión dominante. ¿Cómo se explica que la obra del jesuita aragonés (‘estructura central de la obra fundacional del Opus Dei’), muy popular y exitosa en su tiempo, no haya sido reconocida ni declarada en las diferentes publicaciones del Opus Dei sobre las fuentes reales de Camino?
No será fácil encontrar una respuesta convincente, salvo que el estudio (y los datos y circunstancias) del Prof. Gómez Moreno carezcan –y no lo parece, ni mucho menos- de todo fundamento. Por este motivo, me temo que aquí es aplicable aquello de ‘si no lo sabía, mal. Y si lo sabía, peor’. En todo caso, si damos por bueno el criterio de Constantino Anchel, miembro del Instituto Histórico (“Sería una buena noticia que se confirmara que san Josemaría tuvo conocimiento de la obra de Francisco Javier Hernández”), en el Opus Dei no se sabía. Es decir, que Josémaría Escrivá no habría aludido para nada, ante sus colaboradores más próximos, a la obra del jesuita aragonés y al posible impacto espiritual que le causó su lectura. Pero, en el fondo, esta hipótesis interpretativa (‘no se sabía’) supondría culpabilizar, de alguna manera, al propio fundador, que saldría muy mal parado y obligaría además a desmontar el estudio del catedrático de la Complutense.
Es cierto que Escrivá de Balaguer siempre decía (así consta en el prólogo de Camino): ’no te contaré nada nuevo’
¿Y, si lo sabía? Pues, peor. Presuntamente, lo habría ocultado, esto es, no lo habría declarado ni reconocido. Habría referido diferentes fuentes de diversa procedencia (‘tradición cultural y religiosa’ de la España y la Iglesia de su tiempo) pero aquella de quien, presuntamente, se sirvió de modo más intenso, no la habría declarado ni reconocido. Las cosas, a veces, se tuercen y salen a la luz, como afirma el texto evangélico. El Opus Dei se encuentra, por tanto, ante un verdadero aprieto, que reclama una cumplida explicación que disipe cualquier duda razonable. Solo faltaba que optase por dar la callada por respuesta. Su ya debilitada credibilidad caería en picado.
No obstante toda la problemática precedente, creo –con un buen amigo, víctima de la ‘damnatio memoriae’, que prefiere permanecer en el anonimato- que el descubrimiento del Prof. Gómez Moreno nos sitúa ante la verdad del Opus Dei y de su fundador. No se trata de desmerecer al Opus Dei, ni mucho menos a su fundador. Simplemente ocurre que son muchos quienes pueden entender (no sin fundamento) que la aparición de la obra del jesuita aragonés pone en entredicho y, de alguna manera, desmiente la originalidad de su mensaje. Un mensaje que, en cualquier caso, puede ser válido para quien así lo entienda y lo abrace, pero dudosamente original. Es cierto que Escrivá de Balaguer siempre decía (así consta en el prólogo de Camino): ’no te contaré nada nuevo’. Y, en efecto, no contiene grandes novedades ni originalidades. Existe, por el contrario, una cadena clara y poderosa de literatura espiritual (San Ignacio de Loyola, San Francisco de Sales, San Alonso Rodríguez, Francisco Javier Hernández) en la que Josemaría Escrivá se inspiró sin duda alguna, declarado y reconocido o no por él o por ‘sus hijos’. Además en ella se pueden detectar fácilmente aspectos esenciales y muy definitorios de la espiritualidad del Opus Dei (estructura y armazón). ¿Dónde, pues, está la originalidad del carisma?
Aquí radica, a mi entender, el problema. La realidad innegable de la obra del jesuita aragonés (redescubrimiento y características que muestra en comparación con Camino) supone un auténtico mazazo para quienes en el Opus Dei vienen insistiendo en la absoluta originalidad de su carisma, pues le habría sido dado conocerlo en el marco de unos ejercicios espirituales por la acción del Espíritu Santo. ¡Veremos que ocurre! Me temo lo peor: el silencio. ¡Hasta luego! Otra vez será.
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