Antonio Ávila, en PPC Acompañamiento pastoral
(Antonio Aradillas).- Compañía, compañero, compañerismo, acompañante, acompañamiento y tantas otras palabras que desde sus propias raíces mantuvieron y mantienen el "pan" de su etimología, son todas ellas de por sí cristianas. También -antes y después-, son igualmente humanas. Sin "pan" no hay vida, ni sociedad, ni religión, ni Iglesia, ni política, ni nada de nada. El pan y su imprescindible capacidad de ser compartido, hace vida a la vida, en la rica diversificación de sus ámbitos, apariencias, lugares, tiempos, estamentos y personas.
Amasado el pan, con las correspondientes proporciones infinitas de fe, esperanza y caridad, resulta ser elemento esencial en las esferas fundamentalmente religiosas. Sin su partición-participación -"fractio panis"-, no hay Eucaristía, por lo que ni existió ni existiría la Iglesia. De ahí la preocupación actualizada últimamente con cierto fervor, de la proliferación de adoctrinamientos en publicaciones, prédicas, Cartas Pastorales, documentos pontificios y literatura ascética en general, con el tema-eje de la pastoral del acompañamiento. Todo organigrama que no cuente con aspiraciones seriamente religiosas y cuyo texto oficial y práctico no sea otro, sino el evangelio, habría de ser marginado.
En este contexto de renovación de la Iglesia, con el Papa Francisco de protagonista, y en respuesta a tantas y tan graves y urgentes demandas de la sociedad actual, con infinidad de alforjas vacías de pan, o con elementos tan falsos en su composición, celebro la aparición del nuevo libro de la editorial PPC en su colección Actualidad, con el título de Acompañamiento pastoral. Su autor es Antonio Ávila Blanco, doctor en Teología Catequética por la Universidad Pontificia de Salamanca, y durante toda una década formador en el Seminario Conciliar de Madrid, a la vez que colaborador en la pastoral universitaria de San Pablo-CEU.
El libro ronda las 400 páginas y sus trece densos capítulos responden a la idea central de "la importancia del acompañamiento como ministerio dentro del ejercicio de la acción pastoral", con inexcusable necesidad de aportar elementos básicos con los que llevar a cabo cualquier tipo de acompañamiento. "Así lo reclama la evidente revolución tan fenomenal que se ha venido fraguando en el último siglo, tanto a causa de las aportaciones de las ciencias humanas, como a causa del cambio eclesial que nos ha tocado vivir".
Al autor le sirven de esquema para la acertada exposición y explicación de su tarea ministerial -"cura animarum"-, las siguientes doctas y luminosas palabras de san Agustín en sus Confesiones:"El problemático debe ser reprendido; el enfermo, sostenido; el opositor, refutado; del traidor, guardarse; el inexperto, enseñado; el débil, animado; el polémico, contenido; el arrogante, reprimido; el litigante, apaciguado; los pobres, aliviados; el oprimido, liberado; el bien, aprobado; el mal, soportado y todos deben ser amados".
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