"Alberto Iniesta, la caricia de Dios en las periferias" (Herder) Dios en las periferias
(Antonio Aradillas).- No sé si por "nacionales", por "católicos", o por el "Nacional-Catolicismo" entonces imperante, con plácidas indulgencias plenarias, tanto políticas como eclesiásticas, el hecho es que, ser y ejercer de obispos en conformidad con lo que tal ministerio lleva consigo y supone, resultaba tarea dura y hasta prácticamente imposible.
El Concordato, los intereses de una y otra parte, la Asamblea Conjunta de obispos y sacerdotes, los pactos escritos y por escribir, el arrepentimiento falaz de algunos, las dudas sapienciales de otros, las tradiciones piadosas "oficiales" y los compromisos que atenazaban y recortaban los comportamientos dimanantes de la "Carta Colectiva" firmada gozosa y triunfalmente por la casi totalidad del episcopado español, reafirmando la condición de "Cruzada" de la guerra fratricida, impidieron durante una generación bíblica -40 años- que los miembros del episcopado no pasaran de ser otra cosa que dóciles monaguillos portadores de los varales del palio que, tanto a la entrada como a la salida de los templos, enaltecía la figura del "Caudillo de España por la gracia de Dios".
Y es precisamente en tan largo, inhóspito y reducidamente sagrado tiempo de adviento y de añoranzas "por el que ha de venir", cuando el Espíritu Santo, contra toda lógica y política eclesiástica y civil, promocionó el nombramiento de algunos -pocos- obispos que, pese a todo y a todos, lo fueron ejemplarmente de verdad, por supuesto que afrontando riesgos, como los derivados de las calumnias, del destierro, de las amenazas y de los recortes pastorales, con prohibición explícita de asambleas y aún de "Cartas Pastorales".
El caso de Alberto Iniesta es clara y nítida referencia de cuanto narro insinúo. Diría que este fue de los pocos obispos de cuyo nombramiento y consagración se encargó directa y personalmente el Espíritu Santo. Otro fue José Antonio Infantes Florido, desterrado en Canarias, diócesis en la que organizó debates y reuniones "non sanctas" políticamente, con sacerdotes y laicos, apoyadas en escritos, homilías y prédicas que irremisiblemente habrían de permanecer inéditas.
Mi sensibilidad periodística me estimuló a redactar un par de libros sobre tema tan preciado, y en el año 1975 publiqué "Obispos Prohibidos", en el que, después de larga entrevista con quien había sido párroco de San Salvador de Sevilla, transcribí todas las intervenciones que sido preparadas por él, en las frustradas y prohibidas reuniones pastorales.
Idéntico procedimiento seguí con Alberto Iniesta respecto a su actividad "asamblearias" evangelizadora en el barrio madrileño de Vallecas, libro que lleva el título de "Papeles Prohibidos", y que les abrió a muchos, impensables portillos de luz y de esperanzas.. Fue entonces, precisamente en la periferia, no solo geográfica, sino tan política como eclesiástica, cuando me percaté de las insondables trochas, vericuetos, atajos, cordeles y cañadas de las que hubo de valerse el Espíritu Santo -"la caricia de Dios"- para conseguir que Alberto Iniesta ascendiera -descendiera- al episcopologio de la capital de España como ejemplo y modelo de libertad., de humildad, de humanidad, de cristianismo y de encarnación al servicio del pueblo.
Mis felicitaciones a Emilia Robles (ed.), "mediadora y consultora de instituciones educativas y obrera comprometida en una fábrica de metal, militante de la JOC", así como a la editorial HERDER por la publicación del libro "Alberto Iniesta, la caricia de Dios", que se organiza y presenta en los bloques de su papel como obispo pastor, teólogo pastoral y ciudadano comprometido; testimonios de quienes lo conocieron y compartieron con él sus experiencias y recuperación de la voz del propio Alberto en forma de poesía y de prosa.
"Ser luz y guía de nuestro caminar, como discípulos misioneros", es -habrá de ser- "propósito y compromiso al que ha de conducirnos la lectura de este libro, al margen de cualquier idealización de su persona y de su recuerdo nostálgico".