Repensando la providencia Alfonso Pérez Ranchal: '¿Dios proveerá? Comprender la Providencia', nuevo libro de Jaques Lison
A pesar de que es un tema en el que se podría caer en excesivas abstracciones teóricas, el autor de ¿Dios proveerá? Comprender la Providencia, no se deja llevar por argumentos sin más
Su estilo y lenguaje también excluye lo tedioso, lo muy elaborado para una cuestión que necesita claridad y concisión
Lison no pretende explicarlo todo ni dar por zanjada una cuestión tan compleja. Sin embargo, lo que se marcó como propósito central a la hora de realizar este volumen lo logra plenamente. Se trata de una respuesta plausible a un tema de una enorme relevancia… y esto ya es mucho
Lison no pretende explicarlo todo ni dar por zanjada una cuestión tan compleja. Sin embargo, lo que se marcó como propósito central a la hora de realizar este volumen lo logra plenamente. Se trata de una respuesta plausible a un tema de una enorme relevancia… y esto ya es mucho
| Alfonso Pérez Ranchal
«Plantear el problema de la fe en la providencia divina equivale a plantear el problema de nuestra relación con Dios, porque el concepto de providencia divina compromete esencialmente la situación relacional entre Dios y su creación. El equilibrio de esta relación es difícil de percibir. ¿Por qué, por ejemplo, permite Dios el mal si Él gobierna todas las cosas según sus designios? ¿Y hasta dónde puede Dios ejercer su omnisciencia y su omnipotencia, incluso en función del fin bueno que pretende, sin dañar a la autonomía de las realidades terrenas y el pleno desarrollo de la libertad humana?». Jaques Lison
Pensar sobre la providencia divina es más importante de lo que a primera vista pudiera parecer. La teología ha arrinconado este tema y, sin embargo, para el creyente de a pie es algo de vital importancia. Muchos han recibido fuerzas por su fe en ella ante adversidades no pequeñas. Pero este tema también tiene su lado negativo cuando el mismo creyente cree ver la providencia divina por todos lados. Por eso es que la teología debe ocuparse de ella para así darle coherencia y racionalidad ya que, además, se relaciona de manera directa con otras cuestiones que son esenciales para la misma teología, para la fe. Estos otros son, por ejemplo, el mal y el libre albedrío humano, y esto último ha sido motivo frecuente para que no pocas personas se queden varadas en su fe o que incluso decidan abandonarla.
Este arrinconamiento por parte de la teología se debe a que la idea de Providencia parece superada. Poco se estudia al presente y los teólogos y teólogas sencillamente la ignoran. Pero esta idea está muy viva como creencia popular y son precisamente estos cristianos “sencillos” los que hacen iglesia. Son ellos los que llevan el Evangelio a su entorno, los que viven sus principios en el seno de la sociedad, en medio de sus trabajos y familias. Y no digamos ya de los misioneros y de tantos otros que dedican sus vidas a hacer más llevadera la de los demás. Sin ellos la iglesia se reduciría a poco más que un club en donde se reunirían los expertos e interesados para tratar aquello que consideran “racional” y sesudo. «Me parece -dice Lison- que la teología faltaría a su deber si se olvidara de acompañar con su función de “buscar entender” a quienes ponen su esperanza en la providencia divina».
Muchos rezan buscando dirección, otros creen que serán escuchados en su dolor si "aburren" a Dios con sus oraciones. No faltan los que ven la mano de Dios en determinadas circunstancias y también están los que creen que Dios en realidad lo controla todo. El autor se siente incómodo y está en contra de esta última posición.
Desde aquí es que el propósito que se propuso al escribir el presente libro sea realizar una criba para mantener lo sano y sacar a la luz las desviaciones que se dan sobre la idea de la providencia. Desea repensar la providencia pero no desde la tradicional posición que partía de la omnipotencia, sino desde las grandes tragedias humanas del siglo XX y cómo las mismas han obligado a la teología a realizar una intensa revisión de la imagen o concepto de Dios, y esta imagen tiene el rostro del Dios de Jesucristo.
«El lector –sigue diciendo- habrá de topar con algunas páginas inquietantes que ojalá contribuyan a establecer una relación con Dios más auténtica y, por tanto, más sana y, en cualquier caso, que sean para él fuente de verdadera felicidad».
Cinco son los capítulos que dividen el libro, finalizando con un epílogo a modo de conclusión. Los títulos son los siguientes:
CAPÍTULO 1. Una primera aproximación
CAPÍTULO 2. La providencia, en entredicho
CAPÍTULO 3. Las derivas del providencialismo
CAPÍTULO 4. Referencias para una historia de la providencia
CAPÍTULO 5. Creer hoy en la providencia
Epílogo
El capítulo primero presenta tres textos de épocas muy distintas que recogen experiencias en donde se expresa cómo viven los que han puesto su confianza en Dios. Dos son relatos; el tercero una oración. Estos textos fueron explicados de maneras diferentes, lo que pone de manifiesto la importancia del contexto histórico y cultural en donde se dieron. Desde aquí surgen una serie de reflexiones provisionales que nos llevan hasta el capítulo segundo.
En este se estudian dos objeciones que se realizan a la posición y entendimiento tradicional de la providencia. Estas objeciones son el tema del mal y el de la libertad humana. Pero estas consideraciones se realizan a la luz de los terribles sucesos que ocurrieron en el siglo XX, siendo el de los campos de concentración nazis un golpe definitivo a la idea tradicional. Un espacio también se le dedica a las explicaciones propuestas por los ateos más relevantes. Así se hablará de Freud, Feuerbach, Marx y Nietzsche que harán una crítica a la idea clásica de la Providencia que en buena medida es acertada. Se ha de tomar nota al respecto.
El tercero de los capítulos se enfoca en constatar la deriva, la que algunos denominan providencialismo, y los errores que provoca la creencia en la providencia. El providencialismo es pensar que Dios actúa en cada uno de los detalles de la vida. Esta “fe” popular, sin embargo, desfigura a Dios y lleva a una serie de errores mayúsculos.
A menudo, esta actuación se presenta como permisividad divina, si algo ocurre es porque Dios así lo ha permitido, no ha actuado en sentido contrario para evitarlo. Se trata de una interpretación psicológica que suprime el azar cuando las causas que producen una desgracia se entrecruzan sin más explicación aparente. Este azar provoca angustia y ansiedad, así es que se inserta en la cadena de sucesos a Dios. También hay otro problema adicional y es que el Dios de los providencialistas es el resultado de una concepción de origen racionalista, concluye diciendo nuestro autor.
En el capítulo cuarto se exponen las raíces de la providencia en la teología cristiana. Estas raíces son la mezcla de elementos semitas y helenistas. Es la combinación de estoicismo y neoplatonismo lo que marca totalmente el pensamiento cristiano sobre este tema, de tal forma que eclipsa la herencia semítica. Por eso, se hace necesario volver al pensamiento hebreo. También se llama la atención del peligro de la lectura fundamentalista de las Escrituras. Esta forma de lectura es un error que no tiene presente a la crítica bíblica que nos ha mostrado que la concepción del mundo hebreo es muy distinta a la que nosotros tenemos sobre el nuestro. Sin duda, existe la providencia bíblica en sus páginas, pero debe ser enfocada de forma distinta a la literalidad de todos los hechos maravillosos que allí aparecen. La noción bíblica del “Dios escondido” es también explicada en este capítulo por medio de una serie de textos escriturales, llamando el autor la atención a que esta noción es a menudo ignorada.
El último de los capítulos comienza precisamente con la cita que colocaba al principio de esta reseña. Se trata ahora de aplicar todo lo anteriormente expuesto sobre la providencia. El fin de todo ello es hacerla inteligible, orientarla en el sentido correcto y así aplicarla a nuestra existencia. Ante todo lo ya comentado, el autor pregunta: ¿Se puede mantener que Dios actúa en nuestra vida y en el mundo? ¿Cómo identificar esta acción o influencia? ¿Podemos influir en Dios para que en algún sentido o grado varíe sus planes? Estas preguntas serán respondidas siguiendo tres líneas de reflexión: la primera, comprobando que Dios ya no cuenta para las personas, es el eclipse de Dios; la segunda, lo anterior debe hacer que los creyentes busquen la providencia divina en el lugar correcto que no es otro que en nuestro interior; y, por último, señalar que las formas con las que respondemos y acogemos esta providencia son la fe, la oración y nuestra propia libertad. En el último apartado se tocarán las ideas de omnipotencia divina y de sinergia teniendo el autor luterano Dietrich Bonhoeffer un destacado lugar.
El epílogo es a modo de conclusión y en el que Jaques Lison realiza la siguiente definición: «La providencia designa el pleno dominio con que Dios se adueña de los hombres y mujeres de buena voluntad para que protejan el mundo de acuerdo con su proyecto eterno y para que, a través de ellos, venga su Reino».
Es necesario repensar la providencia a partir de los terribles acontecimientos sufridos en el siglo XX y de lo que llevamos del XXI. Ya no es posible acudir a una serie de respuestas que se daban en el pasado. El Dios que se revela en Jesucristo debe hacernos rechazar esa imagen en la teología cristiana que se la debemos a la influencia de Platón y Aristóteles. Es el atributo de la apatheia que hacía de la deidad alguien inmutable, insensible y sin ningún tipo de pasión.
Hablar de omnipotencia no es significar con ello que Dios puede hacer lo que quiera, sino que se trata, como nos indica este autor, del «dominio absoluto de su amor». Dios actúa en nosotros, se adueña, toca a las personas de buena voluntad y esto con independencia de sus creencias. El Hijo de Dios se hizo vulnerable actuando en libertad comprometido con la humanidad.
Este proyecto eterno no es impuesto por Dios ni lo muestra de forma evidente. Por el contrario, es como si Dios se escondiera, parece que no está. Ante el triunfo del malvado también parece que es impotente, no realiza milagros, es todo lo contrario a lo que uno esperaría de cómo actuaría Dios. Su providencia es sinergia divina siendo el ser humano indispensable. De hecho, en no pocas ocasiones somos providencia para otra persona sin ni siquiera percatarnos de ello. No es, por ello, una actuación milagrosa la que trae consuelo o bien a esa persona, sino nosotros actuando con bondad y aprecio.
Es todo esto lo que nos dice Lison en este muy recomendable libro. A pesar de que es un tema en el que se podría caer en excesivas abstracciones teóricas, el autor no se deja llevar por argumentos sin más. Pretende que su crítica a la visión tradicional y su intento de encaje de la providencia en un mundo marcado por las grandes tragedias estén anclados en la realidad. Por tanto, su estilo y lenguaje también excluye lo tedioso, lo muy elaborado para una cuestión que necesita claridad y concisión.
La teología huérfana de vida y realidad no sirve para nada. Por supuesto, Lison no pretende explicarlo todo ni dar por zanjada una cuestión tan compleja. Sin embargo, lo que se marcó como propósito central a la hora de realizar este volumen lo logra plenamente. Se trata de una respuesta plausible a un tema de una enorme relevancia… y esto ya es mucho.
«En el fondo, la providencia divina encuentra su manifestación más clamorosa en la cruz, donde vivió Jesús el momento de fracaso y de abandono más extremos. Pero es precisamente ahí, en la persona de su Hijo crucificado, donde Dios ha vencido el odio (cf. Ef 2,16), haciendo que el bien triunfará sobre el mal». Jaques Lison.