Thomas Merton, en Sal Terrae 'Los manantiales de la contemplación'
(Antonio Aradillas).- Ante el Congreso de los Estados Unidos el Papa Francisco citó expresamente a Thomas Merton junto con otros norteamericanos notables, destacando que "apostaron por forjar un futuro mejor, plasmando con sus vidas valores constructivos que viven para siempre en el alma de todo el pueblo".
El Papa detuvo su recuerdo especialmente en la figura de Merton, monje escritor cisterciense, en la abadía de Getsemaní (Kentucky), a quien definió como "todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia, hombre de diálogo y promotor de la paz entre pueblos y religiones".
A este "activista por la paz y místico de diálogo, con las grandes personalidades literarias de su tiempo", les sobran procesos de beatificación-canonización, "milagros" más o menos forzados, cánones y ceremonias y ritos litúrgicos para hacer del mismo, referencia sagrada y ejemplo "oficial" a seguir por parte del pueblo de Dios.
Santos-santos, mediadores ante Dios, y modelos vivientes para seguir puntualmente sus pasos divinos y humanos, no tienen por qué ser, y estar, canonizados o beatificados, o haber sido ascendidos al "honor de los altares". Con haber sido y ejercido de cristianos y de buenas personas, es más que suficiente, en el contexto de la religiosidad popular.
Con ocasión del cincuenta aniversario de la muerte de Thomas Merton (1968-2018), la editorial Sal Terrae, en su colección "El pozo de Siquém", acaba de editar el libro del monje escritor cisterciense, titulado Los manantiales de la contemplación, con el subtítulo de "un retiro en la abadía de Getsemaní". Sus 310 páginas "recogen una serie de conferencias pronunciadas en los años inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano II, y en ellas se tratan diversos aspectos de la vida contemplativa y que, como los manantiales de los grandes ríos, siguen alimentando hoy la existencia de muchas personas, interesadas en una vida espiritual más profunda".
De entre los títulos y apartados, reflexionados, y con posibilidad de proyección en la vida, tanto personal como colectiva, subrayo los de "presencia, silencio y comunicación", "formas alternativas del compromiso contemplativo", "responsabilidad de una comunidad de amor", "opciones proféticas contemporáneas", "el respeto a la persona", "honestidad en la elección de vida", "ascetismo y resultados", "colaboración, penitencia y celibato", " comunidad: el lugar en el que Cristo está actuando", "la realidad contemplativa y el Cristo redivivo"...
La relación entre la vida y la contemplación, y viceversa, es presentada y meditada con conocimiento de causa, en el marco de la realidad actual. Sagrada mención, activa y contemplativa, demanda otro tema "mertoniano", que es el de la "mística femenina", al que dedica amplias y profundas reflexiones, en el contexto que posteriormente habría de servirle al Papa Francisco, con la fórmula esencialmente eclesial del "primado diaconal", como índice y síntesis de vida cabalmente religiosa.
El santo y sabio monje cisterciense asevera nada menos que "bajo esta mística femenina, subyace el hecho de que las mujeres reciben muchos palos y pasan momentos duros en la Iglesia. La amistad entre Teresa y Juan de la Cruz era excelente, porque los dos eran verdaderas personas".
Sin haber leído algún libro de Thomas Merton, o sin tener ya programada su próxima lectura, difícilmente se es y se ejerce hoy de persona cristiana, siempre a la búsqueda gloriosa y redentora, de un "lugar de silencio, de soledad y de sacrificio".
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