Santos Urías, en Khaf El sabor del silencio
(Antonio Aradillas).- Con el título "El sabor del silencio", Ediciones Khaf, del grupo Luis Vives, en su colección "Expresarte", acaba de publicar un libro firmado por Santos Urías Ibáñez, "escritor y sacerdote diocesano", al que con satisfacción ascética y literaria le dedico gozosamente este comentario.
El libro compendia un bello, oportuno y actualizado manojo de reflexiones de utilidad y provecho para hipotéticos lectores, que habrán de ser numerosos, fervientes y con aspiraciones profundas para proyectar su fe sobre las multiformes realidades de la vida, convertidas así en otros tantos actos de adoración al Creador. En tan religioso proceso, es imprescindible reseñar que, tal y como se programan y suceden los acontecimientos que definen la relación con Dios en la liturgia establecida como tal y en la de las costumbres y vivencias diarias en la "celebración" de la convivencia social, familiar política y humana en general, reflexiones como las aportadas por Santos Urías resultan ciertamente luminosas.
Algunos títulos de las mismas se acogen a ideas y formulaciones tan atractivas como "El sabor de la amistad, gustando de la vida, porque sí, primavera, canciones de inocencia, los pequeños detalles, lo esencial, cuéntame un cuento, antorchas en el cielo, amigos, el sembrador de rosas, de fiesta, las caricias del alma, la bicicleta"...Al paso le salen al lector, haciéndose encontradizo con él, nada menos que san Juan de la Cruz, con la firma patrimonial de sus celebérrimos versos "La noche sosegada/ en par de los levantes de la aurora/, la música callada/, la soledad sonora/, la cena que recrea y enamora". Encontradizos se hacen también entre las páginas algunos venerables "Padres del Desierto" con sentencias tales como la de que el silencio es justificación y meta expansivamente religiosa: "El silencio es el arte de estar uno totalmente presente y de meterse sin prejuicios en la realidad".
La Iglesia y la vida en general, están hoy muy necesitadas de espacios y tiempos de silencio. El sacramento del silencio se borró de los catecismos, de la asignatura de la religión y de los protocolos ciudadanos. En las respectivas liturgias de unas y otras esferas, sobran palabras y palabrerías.
Ni se nos educó, ni educamos para cultivar el silencio y los silencios, con tedioso olvido de que, con tales procedimientos, no será posible ni encontrarnos, ni conocernos- reconocernos a nosotros mismos, ni a los demás y ni siquiera a Dios . El silencio sacraliza la liturgia y la vida. Su distribución y administración contribuyen decididamente a hacernos más cristianos y, a la vez, más humanos. El silencio es tanto o más oración, que lo que llamamos rezo, plegaria, jaculatoria o fervorín, lo mismo pública que privadamente.
El autor de "El sabor del silencio" practica este eterno sacramento de la Iglesia, y sus reflexiones favorecerán los todavía tímidos ensayos del cultivo de las posibilidades tan hermosas que entraña la ausencia de palabras, a la búsqueda cristiana de oír y vivir la Palabra por antonomasia encarnada en el VERBO, "Palabra de Dios".
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