Misionero salesiano durante más de 60 años en Ecuador Fallece el padre Bottasso, verdadero testigo de una Iglesia con rostro amazónico e indígena

Padre Bottasso
Padre Bottasso

Si hablamos de la Amazonía, de una Iglesia con rostro amazónico y rostro indígena, el Padre Juan Bottasso, junto con su hermano de congregación, el Padre Luis Bolla, debe ser incluido entre los grandes referentes

En una carta abierta a los padres sinodales, les decía que, en la Amazonía, la actividad misionera, “ha sido generosa, pero paternalista. Se esforzó mucho en enseñar, pero no tuvo paciencia para aprender"

Descanse en paz aquel que consagró su vida a la misión, que la entendió desde los pueblos con los que convivió, siempre con ganas de aprender con ellos y descubrir la presencia de Dios entre ellos

Padre Bottasso
La historia de la misión siempre ha estado marcada por figuras destacadas, que aportaron una mirada diferente y colaboraron decisivamente para que el mensaje del Evangelio llegase a todos los pueblos. Si hablamos de la Amazonía, de una Iglesia con rostro amazónico y rostro indígena, el Padre Juan Bottasso, junto con su hermano de congregación, el Padre Luis Bolla, debe ser incluido entre los grandes referentes.

Nacido en Italia, el salesiano fue misionero en Ecuador durante más de sesenta años, donde dedicó su vida a inculturar el Evangelio entre los pueblos originarios. Aquel que se empeñó en encarnar Buena Noticia ha sido llevado a la Casa del Padre en el día en que celebramos al Dios encarnado.

Del Padre Bottasso, perito en el Sínodo para la Amazonía, podemos decir que ha sido uno de los que más han aportado a la reflexión llevada a cabo durante el proceso sinodal. En una carta abierta a los padres sinodales, les decía que, en la Amazonía, la actividad misionera, “ha sido generosa, pero paternalista. Se esforzó mucho en enseñar, pero no tuvo paciencia para aprender. Más que diálogo, hubo adoctrinación. Los indígenas siempre fueron considerados menores de edad”, criticando que no siempre se respetaron los valores culturales de los destinatarios.

Junto con eso, pedía a los padres sinodales, que el Sínodo fuese “una oportunidad para hacer una invitación solemne a todos los grupos cristianos para que paren de dividir a los pueblos de la Amazonía”, predicando a “Jesús como único Salvador”, a juntarse todas las confesiones cristianas en “la defensa del medio ambiente, la conservación del territorio, la valoración de su cultura”.

Asamblea sinodal

En el campo de la inculturación, de hacer realidad una Iglesia con rostro amazónico, el salesiano afirmaba que “rostro amazónico no son solamente unas liturgias con danzas tradicionales, caras pintadas con colores vivos y plumas llamativas, ofertorios con frutos exóticos”. Él veía la Amazonía como “un verdadero laboratorio para la Iglesia, en el cual se experimentarán respuestas nuevas a problemas que no son solamente amazónicos”, algo que se está queriendo llevar a cabo a partir del Sínodo para la Amazonía.

Al analizar la realidad de la Amazonía, defendía que “la Iglesia amazónica podrá fortalecer su vitalidad si logra ser animada capilarmente por ministros laicos, de otra manera acabará reduciéndose a una presencia minoritaria”. Por eso, en su opinión es necesario “implantar un estilo de pastoral que prevé la presencia permanente de un responsable en medio de la gente”.

Como antropólogo que era, gran conocedor de las culturas de los pueblos originarios de la Amazonía, insistía que no se les puede evangelizar “como si nunca hubieran tenido una espiritualidad”, citando al Vaticano II, que dice que “Dios está ya presente en cada pueblo, antes que a él se le anuncie a Jesucristo”. Él defendía la necesidad de descubrir esa presencia “con infinita discreción, con una convivencia prolongada, el estudio del idioma, la investigación de la mitología”, lo que “exige una actitud de aprendizaje y de diálogo, totalmente opuesta a la de quien llega con aire de superioridad, simplemente para enseñar o, peor, para imponer”. En ese sentido, afirmaba que “el Evangelio no está llamado a anular las creencias, sustituyéndolas, sino a iluminarlas y hacerlas florecer”.

Achuar

El Padre Bottasso abogaba por borrar del léxico educativo y pastoral el verbo civilizar, “porque implica que el destinatario no tenga cultura, sea un salvaje”, pues él afirmaba que “los salvajes no existen, no hay culturas superiores e inferiores, sino solo diferentes. Todas tienen mucho que aprender, pero igualmente mucho que enseñar”.

Se ha ido alguien que apostaba por la Iglesia de Francisco, a quien veía como aquel “que no quiere apoyarse en grandes estructuras, en ceremonias fastuosas o en la amistad con los poderosos”, condenando el clericalismo, “porque no quiere que el sacerdote se considere privilegiado”, una Iglesia que está al lado de heridos y excluidos, siempre dispuesta a servir, más que a juzgar.

Él descubría en el actual Papa la figura de Yankuam, el Padre Bolla, con quien siempre sintonizó y con quien hoy está intercediendo por la Amazonía y sus pueblos, por los nuevos caminos del Sínodo. Hablando de los dos, de su forma de entender la Iglesia, decía que “la que no recibe rechazo es una Iglesia que vive como huésped y no dueña, la que no defiende sus privilegios, sino que busca solamente servir. La de Yankuam, la de Francisco”.

Descanse en paz aquel que consagró su vida a la misión, que la entendió desde los pueblos con los que convivió, siempre con ganas de aprender con ellos y descubrir la presencia de Dios entre ellos, que no olvidemos, siempre llega antes que los misioneros.

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