Queremos vivir en paz, como hemos vivido siempre, afirma líder indígena del pueblo Maraguá en la ONU Incidencia Internacional, una dimensión decisiva para el futuro de la Amazonía y de sus pueblos

La REPAM apuesta por la Incidencia Internacional
La REPAM apuesta por la Incidencia Internacional

Lo que pensemos sobre Amazonía será un espejo para la humanidad, porque no servirá solo para una región, servirá como fuente iluminadora para nuevas maneras de estar presentes como Iglesia

Piensan que a los indígenas se les debe quitar la paruma, vestirlos y sentarlos en un banquillo a rezar oraciones, eso no es evangelizar. Si se les quitan sus tradiciones y costumbres, les estamos arrancando el corazón

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La incidencia internacional es una de las dimensiones en las que la Red Eclesial Pan Amazónica – REPAM, está invirtiendo esfuerzos en los últimos tiempos, como estrategia que pueda ayudar a los pueblos originarios amazónicos a dar a conocer sus riquezas y al mismo tiempo sus problemáticas y luchas. Eso supone un trabajo en conjunto con diferentes organismos internacionales, principal de Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

El trabajo llevado a cabo esta semana en la Sede de la ONU ha supuesto un nuevo impulso en ese sentido, que puede ayudar a responder al llanto que viene de los pueblos amazónicos, cada día más acosados por las multinacionales madereras, mineras, petroleras y de la agroindustria, y por los propios gobiernos, que en todos los países de la Pan Amazonía han dado la espalda a los pueblos originarios.

A pesar de todo, desde la Iglesia que camina en la Amazonía no se pierde la esperanza. Como reconocía la hermana Digna Erazo, miembro del Eje de Derechos Humanos de la REPAM, es hermoso ver en un mismo espacio a hermanos y hermanas indígenas de otros continentes, religiosas y religiosos, misiones permanentes de diversos Estados miembro de la Asamblea General de ONU, compañeros y compañeras de organizaciones indígenas, medio ambientales, de ONGs.

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Todo ello se desarrollaba en el marco de la 18ª Sesión del Foro Permanente de Naciones Unidas sobre la Cuestión Indígena, donde se ha hecho presente la Representación Permanente de la Santa Sede en Naciones Unidas, el Consejo Indigenista Misionero – CIMI, de Brasil, la REPAM y el Mining Working Group, que permanentemente convoca a las congregaciones religiosas que trabajan ante ONU.

Como informa Sonia Olea Ferreras, de la Subcomisión Incidencia Internacional de la REPAM, han sido días en que, en diferentes debates, se ha reflexionado sobre cómo la Laudato Si puede ayudar en el cuidado de la Casa Común, una discusión que cobra todavía mayor actualidad en el marco del Sínodo para la Amazonía, que tendrá su asamblea sinodal de 6 a 27 de octubre en el Vaticano, ayudando a dibujar un mapa que haga posible continuar avanzando. Todo ello en la perspectiva del Reino y su proyecto, buscando una respuesta alternativa a la crisis ambiental y social que hoy en día daña, duele, discrimina y extermina pueblos y comunidades enteras.

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Son semillas que se van plantando, primeros pasos que se repiten en diferentes locales del Planeta, como señalaba el salesiano Justino Sarmento Rezende, indígena tuyuka brasileño, para quien todo eso afecta a toda la Tierra, a toda la humanidad, lo que debe llevar a que “juntos, Iglesia y Naciones Unidas, debemos luchar con los pueblos indígenas de la tierra entera, por nuestros derechos colectivos, por nuestras lenguas y tradiciones”.

Desde esa perspectiva, el Sínodo para la Amazonía, según el Padre Justino, “es preciso que sea un compromiso político-ético de la Iglesia, tiene que ser un compromiso práctico, que no puede ser eludido por la Iglesia”. Al fin y al cabo, “lo que pensemos sobre Amazonía será un espejo para la humanidad, porque no servirá solo para una región, lo que encontremos en nuestra reflexión sobre la Amazonía servirá como fuente iluminadora para nuevas maneras de estar presentes como Iglesia, nuevas formas de evangelización, nunca más una evangelización que desconozca las culturas locales y sí una evangelización que promueva a las personas y a los pueblos”.

Lo que los indígenas quieren es “vivir en paz, como hemos vivido siempre. Con nuestras parteras, nuestros curanderos, nuestros peces, nuestros árboles. Sabemos cazar, pescar, plantar, sabemos vivir. Que nos dejen hacerlo como siempre lo hemos hecho”, como afirmaba con rotundidad ante los presentes el líder indígena Jair Seixas Reis, del pueblo maraguá, que vive en la Amazonía brasileña, quien provocó silencios cuestionadores y un estruendoso aplauso final, nada común en este tipo de eventos oficiales, donde muchas veces la “diplomacia” se impone a la realidad. No olvidemos sus palabras, “sin tierra, no hay vida. Sin vida, no hay tierra”.

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Defender a estos pueblos es uno de los objetivos del CIMI, que a través de su Presidente, el Arzobispo de Porto Velho, Brasil, Monseñor Roque Paloschi, denunciaba la brutal vulneración de los Derechos Humanos de tantas mujeres, niños y niñas, hombres, líderes, defensores de los Derechos Humanos, una realidad cada vez más presente en Brasil, sobre todo con el nuevo gobierno. Nos podemos olvidar que defender los derechos de los pueblos amazónicos, los derechos de sus territorios, del aire, del agua, de los árboles hace posible que sean defendidos los del mundo entero, aunque se viva a miles de kilómetros de la Amazonía.

Las palabras de la hermana Digna, quien ve el “ser indígena como don de Dios”, y haciendo actual aquello que ya decía la fundadora de su congregación, la Madre Laura, nos llevan a reflexionar como sociedad y como Iglesia. “Piensan que a los indígenas se les debe quitar la paruma, vestirlos y sentarlos en un banquillo a rezar oraciones, eso no es evangelizar. Si se les quitan sus tradiciones y costumbres, les estamos arrancando el corazón”. Esta es una realidad todavía presente, en una sociedad que quiere obligar a los pueblos indígenas a entrar dentro de la sociedad envolvente, y en una Iglesia que no siempre escucha, una actitud que no puede faltar, sobre todo después del Papa Francisco y del Sínodo para la Amazonía.

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En ese sentido, el papel de la Iglesia en la Amazonía es actuar ante la realidad de violación de derechos y la criminalización de tantos defensores. Esta actitud tiene su fundamente en la ecología integral, que inaugura un nuevo paradigma de justicia: “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).

Poco a poco, la voz de la Iglesia amazónica va resonando, se va haciendo propuesta política, social y medio ambiental, poniendo de manifiesto que otro mundo es posible, donde la dignidad de todas las personas sea el centro. Una tarea urgente y necesaria, donde la REPAM quiere ser apoyo claro y firme para que la Amazonía y sus pueblos sean reconocidos y respetados.

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