La presidenta de la CLAR muestra cómo la vida religiosa está enfrentando la pandemia Liliana Franco: “La pandemia es un llamado como vida religiosa a plantearnos que nuestro lugar es entre los más pobres”
"Si nos consagramos fue para dar la vida, y hoy más que nunca, eso se hace un imperativo"
"Muchos de nosotros estamos ubicados como religiosos y religiosas en lugares de extrema pobreza. Entonces, sentimos con mucha fuerza el efecto de la pandemia"
"Sentimos que el desinterés de muchos gobiernos y esta negativa de reconocer una crisis que nos afecta a todos, pero sobretodo a los más pobres, ha afectado más a la región amazónica"
"Lo que queremos es sumar voces que puedan evidenciar más lo que está sucediendo en la Amazonía y que esto es responsabilidad de todos, que a todos nos corresponde tender la mano y comprometernos en este momento"
"Muchas cosas se han visto replanteadas, nuestros ritos, la manera de considerar el diálogo con cosas que considerábamos vitales, todo se ha visto replanteado por esta pandemia"
"Todos estamos experimentando una llamada muy fuerte a salir, a no acomodarnos, a volver a lo fundamental de nuestra vocación y de nuestra consagración, a ese amor primero que nos hizo sentir que queríamos consagrar la vida, pero para darla, no para economizarla ni para guardarla"
"Sentimos que el desinterés de muchos gobiernos y esta negativa de reconocer una crisis que nos afecta a todos, pero sobretodo a los más pobres, ha afectado más a la región amazónica"
"Lo que queremos es sumar voces que puedan evidenciar más lo que está sucediendo en la Amazonía y que esto es responsabilidad de todos, que a todos nos corresponde tender la mano y comprometernos en este momento"
"Muchas cosas se han visto replanteadas, nuestros ritos, la manera de considerar el diálogo con cosas que considerábamos vitales, todo se ha visto replanteado por esta pandemia"
"Todos estamos experimentando una llamada muy fuerte a salir, a no acomodarnos, a volver a lo fundamental de nuestra vocación y de nuestra consagración, a ese amor primero que nos hizo sentir que queríamos consagrar la vida, pero para darla, no para economizarla ni para guardarla"
"Muchas cosas se han visto replanteadas, nuestros ritos, la manera de considerar el diálogo con cosas que considerábamos vitales, todo se ha visto replanteado por esta pandemia"
"Todos estamos experimentando una llamada muy fuerte a salir, a no acomodarnos, a volver a lo fundamental de nuestra vocación y de nuestra consagración, a ese amor primero que nos hizo sentir que queríamos consagrar la vida, pero para darla, no para economizarla ni para guardarla"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La vida religiosa de América Latina y el Caribe vive este momento de pandemia desde la vulnerabilidad, con incertidumbre, pero también desde la solidaridad, que nace de una lectura de fe permanente de esta realidad, que ha llevado a la vida religiosa a dar respuestas concretas, especialmente entre los más pobres, donde muchos religiosos y religiosas están ubicados.
Las palabras de Liliana Franco, presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos – CLAR, nos ayuda a entender como la vida religiosa del continente está enfrentando este momento, especialmente en los lugares y realidades donde la pandemia está mostrando su cara más feroz. Una de las regiones más afectadas es la Amazonía, que esta semana se ha visto contemplada con la campaña “Todos Somos Amazonía”, que la CLAR está llevando a cabo ante “el desinterés de muchos gobiernos y esta negativa de reconocer una crisis que nos afecta a todos, pero sobretodo a los más pobres”.
Siguiendo el último comunicado de la REPAM, la campaña, dirigida a ayudar los pueblos indígenas, pretende pronunciarse ”ante lo que está ocurriendo en la Amazonía”, y quiere enviar personal sanitario, religiosos y laicos, como voluntarios. También recoger kits sanitarios e insumos que puedan servir para el área de la salud.
Este momento está llevando a la humanidad y también a la vida religiosa a reflexionar, “a repensar el estilo de vida, los hábitos”, así como “las relaciones con nosotros, con el mundo y con el planeta”, afirma la religiosa colombiana. En el caso de la vida religiosa, es una llamada “al trabajo en red, a salir de nosotros mismos”, buscando avanzar en “el trabajo intercongregacional, interinstitucional”. También a recuperar el impulso misionero, que el Sínodo para la Amazonía ha revitalizado, siendo “un llamado urgente a que como vida religiosa nos planteemos cual es nuestro lugar, y nuestro lugar es en medio de los más pobres, en medio de los que más sufren”.
¿Cómo está enfrentando, cuál es la situación de la vida religiosa en América Latina y el Caribe en este tiempo de pandemia que estamos viviendo?
Como todos los seres humanos, con la conciencia de que estamos ubicados en el lugar de la vulnerabilidad y también en el lugar de la incertidumbre. Pero precisamente eso tiene que solidarizarnos a estar en el lugar de la solidaridad. Como vida religiosa, lo que hemos intentado hacer es primero una lectura de fe permanente de esta realidad, ubicarnos desde la red, de la importancia de la red y de trabajar con otros. Eso nos está llevando a mantener permanentemente encuentros, que han tenido que ser de carácter virtual, con todas las conferencias de religiosos de los 22 países en los que estamos presentes en América Latina y el Caribe.
El propósito ha sido poner los pies en la tierra, ubicarnos en esta realidad, socializar y darnos mutuamente cuenta de lo que está pasando en cada uno de los países y, después, intentar generar alternativas que van desde, por ejemplo, disponer en Chile nuestras casas de retiro, de religiosas, para que se conviertan en lugares de acogida, de atención sanitaria, hasta generar, porque la crisis de alimentación nos tiene muy preocupados, distintas cadenas y redes de solidaridad que permitan aprender a la crisis sanitaria.
Muchos de nosotros estamos ubicados como religiosos y religiosas en lugares de extrema pobreza. Entonces, sentimos con mucha fuerza el efecto de la pandemia no solo en la salud, sino también en la calidad de vida de las personas. Toda esta crisis que está llevando a un deprimento en el empleo, está llevando hambre al interior de las familias, situaciones que son muy complejas.
En el caso de la Amazonía, que se ha convertido en uno de los focos principales de la pandemia en el Latinoamericano, ¿cuál es la realidad que está viviendo la vida religiosa?
Concretamente en la Amazonía, en todos los países donde estamos presentes como vida religiosa, es constatar una crisis con dos facetas, de un lado la crisis alimentaria, porque constatamos que no llegan alimentos y los que produce la tierra de la región no se pueden comercializar. Por otro lado, en la Amazonía constatar la crisis sanitaria, no hay médicos, no hay medicamentos, no hay insumos básicos, mucho menos ventiladores o elementos que podrían ser vitales. Todo esto, lo que evidencia es una crisis humanitaria grandísima, que pone al descubierto tantas brechas sociales que existen en el mundo.
Ante estas situaciones, ¿qué es lo que la vida religiosa está haciendo?
Como vida religiosa, lo que estamos haciendo es lectura de la realidad, unirnos y poder acompañar, tender la mano y solidarizarnos efectivamente con situaciones concretas de nuestro entorno. Estamos convencidos del valor de trabajar con los otros, por eso la importancia de hacerlo desde la REPAM, desde una fuerza muy grande de la unión de las 22 conferencias de religiosos del continente, también con el CELAM. Todas las semanas estamos teniendo reuniones con estas instancias, preguntándonos por el paso a dar en medio de la incertidumbre y la zozobra que puede suponer esta situación.
Ha hablado de la Amazonía, en esta semana da CLAR ha lanzado la campaña Todos Somos Amazonía. La realidad de la Amazonía es cada vez más complicada, con gran aumento de los contagios en las regiones de interior, de hecho en pocos días se deben superar los cien mil casos confirmados y ya se han superado los cinco mil muertos oficialmente. ¿Qué significa esa campaña para la CLAR y para la vida religiosa del continente?
La campaña Todos Somos Amazonía surge de escuchar la voz de los religiosos. Hemos intentado escuchar a religiosos que están en Iquitos, en Manaos, en Leticia, por iniciativa de ellos o por iniciativa propia, va llegando hasta nosotros el eco de esa realidad, y sentíamos que no podíamos permanecer indiferentes religiosos que estamos en otras regiones o en otros contextos de este continente, y que por eso teníamos que animar a que todos reconociéramos que somos Amazonía y que nos corresponde comprometernos y tender la mano por esta región en la que la pandemia está azotando con tanta fuerza.
Sentimos que el desinterés de muchos gobiernos y esta negativa de reconocer una crisis que nos afecta a todos, pero sobretodo a los más pobres, ha afectado más a la región amazónica. Vemos que también esa ola evidente de corrupción que está haciendo que los recursos que habían sido destinados para el bien común sean acaparados por unos pocos y redunden solo en el bien particular, está afectando con mucha fuerza a la Amazonía. Por eso pensamos que la respuesta tiene que ser de todos, en red, juntos, por el bien de todos.
¿Cuáles son los pasos que se están dando y se van a dar en los próximos días en el marco de esa campaña?
La campaña es una invitación a todas las conferencias nacionales a unirse. Estamos invitando a todas las conferencias a que hagan un comunicado reforzando el comunicado de la REPAM, que es la red a la que pertenecemos en este momento, y que nos pronunciemos ante lo que está ocurriendo en la Amazonía, esta tragedia que está afectando a tantas personas. En segundo lugar, la necesidad de responder a nivel sanitario, estamos invitando a religiosos y laicos que tengan formación sanitaria, médicos, enfermeros, auxiliares, para que se dispongan a ir en calidad de voluntarios a la Amazonía. Estaríamos viendo en red junto con otros para ver los modos de desplazamiento de esas personas, pero creemos que es fundamental que los que tienen formación y posibilidades y estamos en otros contextos, podamos movilizarnos hasta la Amazonía a tender la mano.
La otra faceta de la campaña es la recolección de kits sanitarios o de insumos que puedan servir para el área de la salud. Llevamos solo dos días de lanzamiento de esta campaña y hemos visto una respuesta impresionante, de todas las conferencias ya hay pronunciamientos. De la conferencia de Brasil, con una llamada que creemos que va a ser muy significativa, la hermana María Inés liderando con mucha fuerza ese proceso, en Colombia, el hermano César, también ya salió el pronunciamiento, en Venezuela, con un pronunciamiento unido a la conferencia episcopal y otras redes en defensa de la vida, Argentina ya ha visto su pronunciamiento.
Lo que queremos es sumar voces que puedan evidenciar más lo que está sucediendo en la Amazonía y que esto es responsabilidad de todos, que a todos nos corresponde tender la mano y comprometernos en este momento.
Muchas voces señalan que la actual pandemia que estamos viviendo puede producir cambios en la vida de la humanidad y en la vida de la Iglesia. Para la vida religiosa, ¿cuáles pueden ser los cambios que pueden surgir a partir de la situación que estamos viviendo actualmente?
Para todos como humanidad y también para nosotros como vida religiosa, esta crisis se constituye en una invitación a repensarnos, a repensar el estilo de vida, los hábitos, lo que consumimos o no consumimos, y cómo eso está afectando la armonía del planeta, el ritmo de la vida. Todo eso está generando en nosotros, si lo vivimos con conciencia esta pandemia, realmente un proceso de conversión, que también nos lanza a repensar las relaciones con nosotros, con el mundo y con el planeta, más responsables y, entre nosotros, más generosas, más gratuitas, como de mayor responsabilidad. La invitación es a repensar los seres humanos que estamos siendo.
Esta crisis ha revelado que nuestra forma de vivir, de relacionarnos entre nosotros y con la tierra, hasta este momento ha generado crisis. De la crisis puede surgir algo bueno, y esto se está constituyendo para todos nosotros en una posibilidad de fortalecernos para el trabajo en común, de otras maneras de establecer la solidaridad, lo comunitario, incluso la comunicación. Muchas cosas se han visto replanteadas, nuestros ritos, la manera de considerar el diálogo con cosas que considerábamos vitales, todo se ha visto replanteado por esta pandemia. El ritmo de nuestras agendas, la manera como hacíamos nuestras reuniones, los viajes que hacíamos.
Todo entra en un gran interrogante, que es el interrogante de plantearnos realmente cómo tener una relación más responsable, entre nosotros, con la tierra, con los recursos y con hacer que todo pueda estar de cara al bien común. También surge algo muy importante frente a la ética del cuidado, otras maneras de establecer los vínculos, el cuidado, la relación con nosotros mismos y con los demás. Por ahí hay unos grandes aprendizajes que nos está dejando esta pandemia.
Como religiosos creo que es confirmar que estamos llamados al trabajo en red, a salir de nosotros mismos, de nuestras parcelas, de esto que consideramos en lo cotidiano vital, y empeñarnos más por el trabajo intercongregacional, interinstitucional, por unir fuerza. Constatamos que la iniquidad nos está afectando a todos, a las personas, a los países, y esto nos lleva a pensar en una ética de las relaciones que pueda ser diferente, más inclusiva.
Hablabas que quienes más están sufriendo las consecuencias de la pandemia, como se demuestra a partir de lo que se está viviendo en la Amazonía, son los más pobres, aquellos que viven en la periferias, ¿podríamos decir que este momento, y esta campaña que la CLAR ha lanzado, pueda ser un nuevo llamado, un nuevo impulso para que la vida religiosa sienta la necesidad de estar presente en las periferias, en llegar a asumir la invitación del Papa Francisco a las congregaciones para abrir nuevos frentes de misión en la Amazonía?
Desde el Sínodo y el Documento Final, y ahora con Querida Amazonía, la vida religiosa viene sintiendo la llamada a desentrañar su dimensión misionera, que es una dimensión que durante la década de los 80, de los 90, y hasta ahora, se había desdibujado. Los 70 fue una década que nos devolvió al campo, a los barrios, a las laderas, pero luego entramos como en un estado de letargo y de acomodamiento. Después del Sínodo, todos hemos venido experimentando con mucha fuerza la invitación a la misión, a la periferia, es una deuda que tenemos con los más pobres.
Los dos primeros meses del año, antes de que iniciara con fuerza la pandemia, lo que constatamos es que muchas comunidades estaban haciendo discernimientos serios para plantearse la posibilidad de ir a la Amazonía. Lo que esta pandemia ha revelado de la realidad de los más pobres de la Amazonía, se constituye en un llamado urgente a que como vida religiosa nos planteemos cual es nuestro lugar, y nuestro lugar es en medio de los más pobres, en medio de los que más sufren. Es una deuda que existe de nosotros como sociedad, como vida religiosa. Los más pobres no pueden ser una cifra, no vale que digamos cinco mil muertos, no se cuántos contagiados.
Esta coyuntura hace que el más pobre tiene rostro, el más pobre tiene dignidad, y con él, como vida religiosa, estamos llamados a hacer camino. Porque nuestros ojos y nuestra manera de mirar tiene que ser desde los ojos del crucificado, nuestro lugar tiene que ser el de las víctimas. Todos estamos experimentando una llamada muy fuerte a salir, a no acomodarnos, a volver a lo fundamental de nuestra vocación y de nuestra consagración, a ese amor primero que nos hizo sentir que queríamos consagrar la vida, pero para darla, no para economizarla ni para guardarla. Si nos consagramos fue para dar la vida, y hoy más que nunca, eso se hace un imperativo.