Apretada victoria de Lula sobre Bolsonaro en la segunda vuelta Lula y Brasil, el gran desafío de volver a ser sinodal
“No existen dos brasiles. Somos un único país, un único pueblo, una gran nación”
La herencia que recibe Lula es un país muy polarizado, enfrentado, donde la violencia ha sustituido al diálogo, un elemento decisivo para que ese caminar juntos pase del papel a los hechos
Lula ha afirmado ante sus correligionarios que es momento de “restablecer la paz entre los divergentes”
Lula ha afirmado ante sus correligionarios que es momento de “restablecer la paz entre los divergentes”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
Uno no sabe si hablar de sinodalidad en la sociedad civil es un término adecuado, pero en el Brasil actual el caminar juntos, que es lo que significa el término sinodalidad, es una urgencia que no puede ser retrasada.
Un único Brasil
En sus primeras palabras, el presidente electo de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, que a partir del 1 de enero asumirá su tercer mandado como presidente del país, algo inédito, dijo que “no existen dos brasiles. Somos un único país, un único pueblo, una gran nación”. De hecho, el sentimiento y el orgullo de ser brasileño es algo tradicionalmente presente entre la población del país, a pesar de que una parte de la población se haya querido apropiar de algo que nunca les ha pertenecido en exclusiva.
En esa tesitura, Lula ha mostrado su empeño decidido en gobernar para todos. No podemos olvidar que al final de su segundo mandato, Lula tenía un 83% de aprobación, una cifra récord en la historia del país. Llegar a esa cifra parece una utopía ante la actual situación que el país vive, pero de un lado no le van a faltar apoyos internacionales, como así han reaccionado los principales mandatarios de las grandes potencias mundiales, y de otro lado el propio Lula siempre ha sido un maestro en arte de negociar, como lo demuestra el hecho de que su actual vicepresidente, Geraldo Alckmin, ya fue uno de sus principales adversarios políticos en otros tiempos.
Un país polarizado, enfrentado, sin diálogo
La herencia que recibe Lula es un país muy polarizado, enfrentado, donde la violencia ha sustituido al diálogo, un elemento decisivo para que ese caminar juntos pase del papel a los hechos. Brasil ha vivido en los últimos tiempos escenas surrealistas, como fue el hecho de que una diputada federal en la víspera del segundo turno ante una discusión con un seguidor de Lula le persiguiese revolver en mano amenazándolo.
Una polarización que como señala el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti viene del hecho de que “en ciertos contextos, es frecuente acusar de populistas a todos los que defiendan los derechos de los más débiles de la sociedad”. A nadie se le escapa o a nadie se le debería escapar que la defensa de los más pobres fue una prioridad en los ocho años de gobierno de quien acaba de ser reelegido para su tercer mandato.
Lograr un país sin hambre
Fue un tiempo en que el hambre desapareció de un país donde siempre había estado presente y que en la actualidad ha vuelto, afectando a al menos 30 millones de brasileiros y brasileiras hoy en día, un número en continuo crecimiento en los últimos tiempos. Cumplió así las palabras que dijo al inicio de ese primer mandato, en enero de 2003. “Si cada brasileño pudiese desayunar, comer y cenar, tendré cumplido la misión de mi vida”, algo que de hecho consiguió.
Lo que le hace falta a Brasil en este momento es “la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común”, palabras proferidas por el actual pontífice en su última encíclica. Lo que sucede, afirma Francisco, es que “en cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto”.
Restablecer la paz entre los divergentes
Lula ha afirmado ante sus correligionarios que es momento de “restablecer la paz entre los divergentes”, una realidad que se ha introducido en la vida de las propias familias, donde las distintas opciones políticas han provocado fuertes enfrentamientos entre personas que comparten lazos de sangre.
Ya que hemos hablado de sinodalidad, un término religioso, no podemos ignorar el papel de la religión en el actual Brasil. De hecho, el discurso religioso se ha impuesto como elemento decisivo en la campaña política de las elecciones 2022. Una campaña y un proyecto político donde el uso del nombre de Dios en vano se convirtió en algo demasiado común.
Religiosos perseguidos
La postura oficial de la Iglesia católica ha dejado claro en todo momento que no tiene partido, pero tiene lado, el lado de los pobres, de las políticas públicas, de la democracia, lo que ha sido motivo de persecución abierta a sacerdotes, religiosos, inclusive obispos. Hasta el Papa Francisco fue objeto de descalificaciones por el hecho de pedir el último miércoles a Nuestra Señora Aparecida que librase a Brasil del odio, la intolerancia y la violencia.
Sin duda una misión complicada, para la que se necesita, como ha pedido Lula, la ayuda del pueblo, la colaboración de todos. Al fin y al cabo, somos desafiados todos los que vivimos en Brasil a entender y asumir que juntos somos más y llegaremos más lejos.
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