Análisis de una Asamblea como proceso de construcción de una Iglesia universal Mauricio López: Conversión sinodal desde las '5 C´s': composición, configuración, colaboración, comunión y concreción
“El género de los documentos que se han ido creando, es un género narrativo nuevo, que ha contribuido con otro tipo de composición, con mucha más identidad y reconocimiento de las voces recogidas desde el Pueblo de Dios”
“El modo en que se ha tejido todo este proceso ha generado una colaboración que se vuelve irreversible”
“Toda la Iglesia tiene una gran responsabilidad, las iglesias particulares con quienes participaron del proceso previamente, en la recepción de la síntesis”
“El antídoto para el clericalismo, del cual también el Papa nos hablaba hace unos días con tanta fuerza, es esa perspectiva de una escucha viva, constante y que nos lleve a un discernimiento comunitario”
“Esto se hace irreversible porque refleja la Iglesia en su diversidad de carismas, y eso es bueno, positivo, necesario, a la luz de esta eclesiología sinodal que es el modo que la Iglesia quiere ser en el Tercer Milenio, como el Papa Francisco ha dicho”
“Toda la Iglesia tiene una gran responsabilidad, las iglesias particulares con quienes participaron del proceso previamente, en la recepción de la síntesis”
“El antídoto para el clericalismo, del cual también el Papa nos hablaba hace unos días con tanta fuerza, es esa perspectiva de una escucha viva, constante y que nos lleve a un discernimiento comunitario”
“Esto se hace irreversible porque refleja la Iglesia en su diversidad de carismas, y eso es bueno, positivo, necesario, a la luz de esta eclesiología sinodal que es el modo que la Iglesia quiere ser en el Tercer Milenio, como el Papa Francisco ha dicho”
“Esto se hace irreversible porque refleja la Iglesia en su diversidad de carismas, y eso es bueno, positivo, necesario, a la luz de esta eclesiología sinodal que es el modo que la Iglesia quiere ser en el Tercer Milenio, como el Papa Francisco ha dicho”
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
El actual itinerario del Sínodo de la Sinodalidad, que acabe de concluir la primera sesión de su Asamblea, es considerado por Mauricio López como inédito por diversos motivos, insistiendo en “reconocer lo que ha sido un proceso de construcción de una Iglesia universal, pero con valiosos aportes provenientes de la Iglesia latinoamericana y en específico del Sínodo amazónico, así como de otras experiencias continentales”. Desde su experiencia personal dice poder “identificar la fuerza del modelo de escucha que ha cambiado el modo de preparación hacia esta Asamblea y una participación amplia que hoy está vigente también en este Sínodo”.
Composición
En su discernimiento identifica cinco letras C que permiten tener una lectura integral del proceso, tanto lo vivido, como lo que está en construcción y hacia los horizontes a futuro. La primera la “Composición”, afirmando que “el proceso previo ha tenido una composición diferente. Por un lado, con una participación nunca antes alcanzada, al menos en el caso de las conferencias episcopales, que ha alcanzado casi al cien por ciento de ellas, y de los dicasterios del Vaticano, que tuvieron una participación que no se equipara a ningún proceso previo, aunque reconociendo las limitaciones en cuanto al alcance a grandes porciones del pueblo de Dios que quedan como desafíos enormes”.
Igualmente destaca que “el género de los documentos que se han ido creando, es un género narrativo nuevo, que ha contribuido con otro tipo de composición, con mucha más identidad y reconocimiento de las voces recogidas desde el Pueblo de Dios y, por lo tanto, un reflejo más vivo de lo que la Iglesia en su conjunto es y por dónde vibra su vida”, donde dice ver también una contribución del Sínodo amazónico en el modo en que se construyó el Instrumentum Laboris con una alta fidelidad a lo que las voces consultadas en las fases de escucha expresaron.
Mauricio López resalta las asambleas continentales como “otra nueva composición ante el proceso preparatorio y que ayudaron a tener una visión alargada, no sólo de las iglesias particulares, sino a nivel regional”, lo que considera ha marcado una gran diferencia en la disposición interior, apertura y capacidad de comprender el proceso de quienes han estado ahora en la fase de Asamblea. Igualmente, “el modo en que la Iglesia católica discierne”, afirmando que “si bien no ha dejado de ser un Sínodo de los Obispos, la composición extendida y alargada, con un 25 por ciento de no obispos, con una alta presencia de mujeres con respecto a otros sínodos, da cuenta de una gran novedad”.
Configuración
En segundo lugar, la “Configuración”, que define como “un nuevo estilo de proceder, que refleja, incluso físicamente con el acomodo en el aula tan altamente valorado, da cuenta de la intención de la Iglesia de estar buscando un otro modo de asumir el llamado a actuar y en cómo discernimos juntos los temas más urgentes y necesarios para toda la Iglesia”. En ese punto, se pregunta qué significa la sinodalidad en el día de hoy, la diversidad vivida en los grupos, en los cambios de grupo cada tres o cuatro días, en el perfil de los facilitadores, lo que ve como “una configuración diferenciada, inédita y que nos está enseñando mucho para, ojalá, no dar marcha atrás en lo que genera mayor cercanía, confianza y transparencia en el compartir”.
“La configuración de los procesos en todo este Sínodo ha estado asociada a lo que hemos visto físicamente, las mesas, como un banquete de fiesta, en pequeños grupos como estarían las primeras comunidades alrededor de Jesús”, afirmó el coordinador de los facilitadores en la Asamblea Sinodal. Igualmente, destacó que “el método de la conversación en el Espíritu habla de otra configuración en el modo de abordar las temáticas y en la disposición en que las personas experimentan la escucha y la construcción de un sentir en común para pensar en modos de actuar a futuro con un elemento de consenso”.
Colaboración
Otra C es la “Colaboración”, recordando qué significa trabajar juntos, algo importantísimo porque “se ha ido elaborando todo el proceso de los discernimientos de una manera particular, desde la diversidad, desde las visiones distintas, desde los encuentros improbables, incluso espacios entre personas que en otro momento habrían sido imposibles, donde posturas encontradas, y hasta en conflicto, se han puesto al centro de la mesa desde la pregunta sobre si podemos ser una Iglesia en comunión a pesar de las diferencias aparentemente irreconciliables, y trabajar juntos en busca de una perspectiva común”. Según explica, “el modo en que se ha tejido todo este proceso ha generado una colaboración que se vuelve irreversible, a mi parecer, al menos así lo espero”.
Comunión
La cuarta C es la “Comunión”, que, “sin ingenuidad, es algo que está en construcción, y quizás siempre lo estará en la lógica de cómo Dios consolida su Iglesia”, dado que “es verdad que hay una comunión real y sentida como fruto de este proceso, pero es una comunión que se habrá de sostener en el tiempo para empujar las fases subsecuentes y no permanecer en un recuerdo grato y hermoso, sino convertirse en el motor que nos lleva a cuidar de lo que hemos vivido y compartirlo”. En ese sentido, señala que, en clave espiritual, “tenemos la sensación y la certeza de que el Espíritu Santo ha estado presente, la Ruah divina, pero es importante que esto se exprese más allá de la gratitud y la alegría, debe tornarse en invitaciones hacia adelante, que sean consistentes con lo que nos está pidiendo el grito de la realidad. Esta hermandad requiere una honestidad y profundo coraje en llevar adelante los procesos hacia adelante”.
Concreción
Finalmente, la última C es la “Concreción”, un puente abierto que lleva a preguntarse por la concreción que se alcanzará como fruto de este proceso. “El embarazo de once meses del que se ha hablado tiene un desafío enorme. Todo este proceso se confirma en el tiempo, pero se puede ir desmoronando dependiendo su esa concreción se da y no se da. Este proceso es altamente sensible, pues necesita que se haga camino concreto y visible”, según Mauricio López. Aquí afirma que “toda la Iglesia tiene una gran responsabilidad, las iglesias particulares con quienes participaron del proceso previamente, en la recepción de la síntesis”, lo que considera fundamental.
A eso une “el pedido intenso de hacer lo posible por llegar a los que quedaron fuera del proceso, hay muchas personas que expresan no haber sido tomadas en consideración, que no participaron en aquel proceso o no quisieron, y que hoy, en esta fase, en la concreción, necesariamente deben ser también considerados para hacer parte del proceso, de modo que sea más completo y más fiel al llamado del Papa Francisco”. El coordinador de los facilitadores se pregunta sobre el nivel continental, y ante el tan poco tiempo, “cuál va a ser el espacio continental para no perder ese discernimiento en otro nivel que tanto nos ha aportado, quizás con espacios virtuales; y a nivel universal, con qué capacidad, tanto la Secretaría del Sínodo, como quienes acompañan este proceso, lograremos adaptar los contenidos traducidos a un lenguaje que permita una efectiva posibilidad de integración de todos quienes están a la espera de este proceso, sobre todo pensando en las periferias y en los que no participaron antes”.
Profetas de calamidades
Junto con estas cinco C’s coloca dos relatos que le han acompañado “en este discernimiento profundo, sincero, y que nos pueden ayudar a interpretar los signos de los tiempos que han estado presentes en este Sínodo”. En ese punto muestra dos parábolas de la tradición católica en la India que pueden ayudar a identificar este Sínodo. La primera la del pez que buscaba el océano, “un pez que nadaba apresuradamente, buscaba y preguntaba a todos dónde está el océano, pero nadie parecía saberlo. Al preguntar al pez más sabio, él le respondió: es aquí, justamente donde estás, lo que estás viviendo y experimentando alrededor tuyo y en ti. Al recibir esta respuesta, dijo: esto no puede ser el océano que tanto buscaba, y se fue profundamente decepcionado”.
Según Mauricio López, “hay tantas voces de profetas y profetisas de calamidades, en los ambos extremos alrededor de este Sínodo, que ya hemos visto a lo largo de todo este camino en los procesos previos, que en el fondo lo que hay es un sentimiento de incredulidad sistémica o de un cierto agnosticismo sobre lo que el Espíritu Santo quiere decir y el modo y ritmo en que se nos va revelando. Esta es la experiencia vivida, este es el Kairós que se está tejiendo, esta es la sinodalidad que se está tejiendo con nosotros y alrededor de nosotros, a pesar de sus limitaciones. Está en proceso”.
Por eso, insiste en que “si no se vive esa Sinodalidad como conversión desde dentro y hacia afuera, sabiendo que estamos situados en ella, y llamados a construirla, y si nos quedamos con la expectativa de que todo cambie a mi imagen y semejanza, o que nada cambie como si la Iglesia fuera estática, la sensación será la de este pez que dijo que esto no puede ser aquel Reino que estamos buscando, sabiendo que ya es, pero todavía no, en clave escatológica”. Desde ahí invita a preguntarse si ante este proceso somos ese pez que termina perdiendo la fe y haciendo que otros la pierdan.
Un proceso de esperanza
La otra imagen sobre la que reflexiona es la de la muñeca de sal que buscaba con toda su alma y corazón el sentido de su vida y se preguntaba quién soy, y anduvo largos kilómetros y desiertos preguntándose quién era, buscando a los sabios, pero nadie le podía responder. Hasta que un día, pasando una montaña, se encontró con el océano como una masa hermosa como sus ojos nunca habían visto, desde esa belleza nunca antes experimentada sintió un llamado a ir hacia ahí. La muñeca de sal se acercó al océano y, poco a poco, llena de esperanza, conforme fue entrando en él se fue desintegrando progresivamente. En el último momento, a punto de hacerse una con el océano, dijo: ahora sé quién soy.
Esa imagen le lleva a decir que “quienes han vivido desde dentro este proceso, y no significa solo los que han estado ahora en Roma sino este proceso, aun no terminado y con limitaciones, en un sentido de esperanza desde cualquier sitio y a lo largo de proceso, y quienes lo han vivido como algo que da sentido, que permite encontrar el camino de Jesús que nos llama a construir Reino en un mundo roto; los que lo han vivido así, lo viven como la muñeca de sal, es decir, como llamado a ser Uno con el Dios de Jesús, Uno con los hermanos y hermanos, y Uno con nuestra creación que nos sostiene”.
En su opinión, “esto es a lo que hemos sido llamados, esta es la experiencia de Kairós con la que queremos tejer Iglesia, y es la invitación a integrarnos a un proceso en marcha, paulatino, que no se resuelve ni solo con lecturas intelectuales y sapienciales, ni solo bajo los documentos magisteriales o doctrinales, sino con la experiencia viva del sentir en la fe como pueblo de Dios en camino”.
Las novedades del proceso
Alguien que ha vivido diversos procesos sinodales, considera el método como la gran novedad en el actual proceso, uno que “se vuelve una cuestión irreversible”, y un método que ha sido construido paulatinamente. En ese sentido, “la manera en la que se pone la primacía de la voz del Pueblo de Dios y la Palabra de Dios, a la que el Papa nos invitó con tanta fuerza, en todo el camino de escucha, es algo que toca y lo transforma todo. El antídoto para el clericalismo, del cual también el Papa nos hablaba hace unos días con tanta fuerza, es esa perspectiva de una escucha viva, constante y que nos lleve a un discernimiento comunitario que se traduzca en pasos adelante en la construcción de Reino”.
Otra novedad han sido “los diálogos improbables, en otro tiempo imposibles, sentarnos a la mesa con perspectivas distintas, sin una sensación de tener que destruir al otro, de vencer al otro, sin sentir que uno termina como vencedor y otro el vencido, nos pone en la perspectiva de querer ser una Iglesia signo de esperanza en un mundo profundamente roto. El método de la conversación en el Espíritu es un medio, no es un fin, pero ha sido propicio para que la experiencia misma vaya marcando el modo de ser Iglesia, el camino es la experiencia”.
Una nueva configuración de la Iglesia
Ante aquellos que no están de acuerdo con este nuevo modo, que quieren volver a un Sínodo sólo de Obispos, Mauricio López dice que “es un problema de la configuración de la Iglesia en la que se percibe que lo nuevo sustituye a lo anterior”. Desde ahí afirma que “el tiempo lo cura todo, no hay que hacer un análisis preestablecido. Hay unos que se adelantan al tiempo, y dicen que ya no debe haber los encuentros solo del episcopado, porque encontramos algo que supera y sustituye”.
El coordinador de los facilitadores dice no estar de acuerdo con eso, “porque la identidad de cada vocación en la Iglesia permanece y debe encontrar su justo lugar en el conjunto, sin perder su particularidad que añade sentido, y por eso seguramente deben continuar los espacios particulares, pero siempre dando espacio a la novedad de lo que ahora experimentamos como un estar juntos y juntas para discernir como Iglesia en un sentido más amplio”. También señala que “hay quienes quieren que el tiempo se pare, que nada cambie y siempre nos mantengamos igual, y tampoco puedo estar de acuerdo con esto, porque la revelación de Dios es dinámica”.
Mauricio López resalta que “el tiempo lo cura todo porque purifica la intención, y lo que vemos hoy es la necesidad y la novedad del Espíritu Santo de que estas asambleas eclesiales sigan reflejando otro rostro de la Iglesia, y otra novedad sobre cómo queremos seguir siendo Iglesia hoy y en adelante”, insistiendo en que eso ya no tiene marcha atrás. A partir de ahí sostiene que tal vez “deberían continuar los espacios propios de los obispos, pero también los de la vida religiosa, de los laicos, cada particular vocación debe seguir fomentando sus espacios de discernimiento”, aunque muestra su deseo de que se vayan conjuntando en una convergencia de las aguas para que como algo que “desborda” existan espacios como este Sínodo con esa cada vez más plena representación de la vida y la unidad en la diversidad que es la Iglesia.
Una reflexión que le lleva a concluir diciendo que “estoy seguro de que esto se hace irreversible porque refleja la Iglesia en su diversidad de carismas, y eso es bueno, positivo, necesario, a la luz de esta eclesiología sinodal que es el modo que la Iglesia quiere ser en el Tercer Milenio, como el Papa Francisco ha dicho”.
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