Comentario al Evangelio del IV Domingo de Cuaresma Ojea: “El desafío del Evangelio es que pueda latir en nosotros el corazón de este Padre Misericordioso”

Mons. Oscar Ojea
Mons. Oscar Ojea

“Lo estaba esperando, sale corriendo, lo abraza, lo besa, no lo deja terminar el abrazo del Padre Misericordioso, una de las cumbres del Evangelio”

“Los celos nos impiden ver con claridad que el Padre nos ama a cada uno con toda la capacidad de ser amados que tenemos cada uno”

En su reflexión para el cuarto domingo de la cuaresma, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició sus palabras recordando que “Jesús en el Evangelio ha venido a revelarnos al Padre. Y como es este Padre aparece clarísimo en la parábola del Padre Misericordioso. Es el Padre el centro de esta parábola. El Evangelio había dicho: “Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso”. Bueno, este Padre es el ideal de todo el Evangelio, este Padre respeta la dignidad de su hijo en todo momento, respeta su libertad.

Hijo Pródigo

Recuperar la dignidad de hijo

Analizando la actitud del hijo, el obispo argentino hace ver que “le pide la herencia en vida, es como considerarlo muerto directamente. Sin embargo, más allá de su sufrimiento, más allá de su dolor, el Padre lo va a esperar cada día, cada día va a estar deseando que el hijo vuelva para recuperar su dignidad, la dignidad perdida, la dignidad de hijo. Finalmente, al hijo se le acaba la cancha, no tiene más remedio que volver”.

Según Ojea, “es verdad que hay un arrepentimiento, pero también es verdad que no hay otra salida. Entonces vuelve el hijo preparando su discurso, su discurso de pedido de perdón y el Padre ni lo deja hablar. Lo estaba esperando, sale corriendo, lo abraza, lo besa, no lo deja terminar el abrazo del Padre Misericordioso, una de las cumbres del Evangelio”. Para el obispo, “ese Padre que, más allá de nuestros pecados, más allá de toda imperfección, nos quiere nos quiere como somos y quiere nuestra dignidad. Entonces esto basta como para hacer fiesta, porque en la fiesta misma aparece esa música de las raíces, en esa música y en esa fiesta aparece el recuerdo de ese hijo pequeño que había aprendido a crecer y a amar en la casa del Padre y que en la fiesta está viviendo su reencuentro”.

Los celos nos impiden ver

Analizando la parábola, muestra que “está la contrafigura del hermano mayor. El hermano mayor no puede entender por qué a su hermano se le hace tanto homenaje. Los celos, en realidad los celos nos impiden ver con claridad que el Padre nos ama a cada uno con toda la capacidad de ser amados que tenemos cada uno”. Eso porque “el Padre amaba al hijo perdido como él mismo y amaba al hijo fiel, todo lo que él podía tener de amable”. Sin embargo, subrayó, “nosotros no podemos entender, nosotros tenemos esta educación en la preferencia, esto de sentirnos elegidos, sentirnos únicos y, allí aparece la competencia con los hermanos y la competencia con los demás”.

Ojea recordó el pensamiento del Padre: “Yo los quiero a los dos”, mostrando que a él le dice: “Todo lo mío es tuyo, vos siempre estás conmigo”, recordando aquella frase de San Juan: “Quiero que los que tú me diste esté conmigo, donde yo estoy porque me amabas antes de la creación del mundo. Tú siempre estuviste conmigo, yo siempre te quise y te voy a querer. lo más que puedo quererte”. Ante eso, señaló que el padre hace ver que “este tuvo otra historia y con este tengo que tener esta consideración”. Para el obispo, “el amor del Padre que va más allá”, resaltando que “el desafío del Evangelio es ser como este Padre, tener este corazón, que pueda latir en nosotros el corazón de este Padre Misericordioso, este corazón grande en el que vamos a descansar en el final de nuestra vida, pero en el que nos queda mucho para seguir aprendiendo, ese corazón del Padre”.

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