Comentario al Evangelio del Tercer Domingo del Tiempo Ordinario Ojea: “El foco del Evangelio, de todo el Evangelio, va a ser el sufrimiento humano”

Mons. Ojea
Mons. Ojea

“¿Cuáles son las alegrías que verdaderamente hemos vivido?

“Todas las alegrías verdaderas son compartidas, son fraternas. No me puedo alegrar solo por mí solo y nada más, no es individualista la alegría. La alegría necesita compartirse, viene de la comunidad, viene de un nosotros”

En su comentario al Evangelio del Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Oscar Ojea destacó que “Jesús va a predicar por primera vez en la sinagoga de su pueblo, en Nazaret, precedido de la gran fama que había adquirido en todas las sinagogas de Galilea. Llega allí ante la mirada atenta de todos, lee un trozo importantísimo del profeta Isaías: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí; me envió a evangelizar a los pobres, a liberar a los cautivos, a sanar los corazones heridos, a dar la vista a los ciegos y anunciar un año de gracia del Señor’. El Señor termina la lectura, y cuando todos están esperando que él predique sobre eso, es como que le pone la firma, es decir: ‘Hoy se ha cumplido esta escritura’. Esto quiere decir: Yo soy el ungido que viene a anunciar el Evangelio a los pobres, el Espíritu me ha pedido liberar a los cautivos”.

El foco del Evangelio

Un año de gracia del Señor

Para el obispo argentino, “el foco del Evangelio, de todo el Evangelio, va a ser el sufrimiento humano: la oscuridad, la ceguera, la opresión, la pobreza, este va a ser el foco del Evangelio. Y el Señor que va a traer por el Espíritu esa liberación y ese cambio profundo, que está enunciado ya cuando dice: Un año de gracia del Señor”. Ojea subrayó que “un año de gracia del Señor es un Jubileo”, afirmando que “este Jubileo que estamos viviendo es un año especial en donde se concede una gracia especial”.

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En ese punto se preguntó: “¿De dónde viene esta palabra Jubileo?”, a lo que respondió que “Jubileo, alegría, pero es una alegría cuyo término está sacado del gozo de los trabajadores en la cosecha, que tarareaban una melodía de alabanza a Dios espontáneamente”. Para el obispo, “es como cantar sin dar nos cuenta, como cantar tarareando de alegría, mostrando este ánimo especial que se tiene cuando estamos trabajando juntos”, subrayando que “la cosecha era el fruto del trabajo común”. Según Ojea, “el palpitar del trabajador que ya ve venir el fruto de tanto sacrificio, de tanto tiempo esperado, y entonces canta espontáneamente. De ahí viene la palabra júbilo, Jubileo”.

En ese sentido, “esta alegría a la que nos invita el Señor en este día”, dijo, llamando a “pensar nosotros en nuestra vida”. Para ello invitó a preguntarse: “¿Cuáles son las alegrías que verdaderamente hemos vivido? ¿Qué ha sido para vos una alegría, una alegría profunda? ¿Ha sido el nacimiento de un niño, el nacimiento de una criatura?” Como dice el Señor, recordó, “una mujer cuando va a tener un hijo siente dolor, pero después la toda la alegría de haber dado a luz un hijo al mundo”.

Todas las alegrías verdaderas son compartidas

Desde ahí cuestionó nuevamente: “¿Ha sido en nuestra vida estos nacimientos de seres queridos una verdadera alegría? ¿Hemos experimentado alegría ante el descubrimiento de la amistad, la confirmación de una amistad, ante un gesto de lealtad, un gesto de fidelidad? ¿Hemos sentido alegría profunda cuando nos hemos sentido sostenidos en el dolor, cuando no hemos sentido comprendidos? ¿Hemos experimentado alegría estando en contacto con la naturaleza y experimentando ese silencio profundo que el Señor deja para la contemplación?” Ante ello respondió que “todas las alegrías verdaderas son compartidas, son fraternas. No me puedo alegrar solo por mí solo y nada más, no es individualista la alegría. La alegría necesita compartirse, viene de la comunidad, viene de un nosotros”.

Desde ahí invitó a pedir al Señor, “poder palpitar y vibrar con la alegría de los demás. La alegría no nos hace egoístas, la alegría nos hace cada vez más abiertos, abiertos al bien de los demás. Y cuanto más la alegría del creyente, que sabe por la fe que ha sido liberado de las esclavitudes, que ha sido anunciado como pobre el Evangelio la buena nueva, que ha recuperado la vista después de la oscuridad y que el Señor Jesús ha obrado su liberación, su salvación. No hay alegría más grande que descubrir y redescubrir que el Señor nos ha sacado de tantas oscuridades y de tantos peligros”.

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