Aprender a bailar

Baile
Nuestra vida está llena de infinidad de cosas, y… ¡sólo falta apuntarse a clases de baile!, pero lo cierto es que no tengo la menor intención de recomendar este tipo de clases, aunque sí que os puedo decir que me gustan, aún sin saber. A lo que me refería es que en la vida nos toca bailar muchos bailes, pero no de salón, sino los que la propia vida nos presenta. A veces hemos de hacer tripas corazón y bailar para afrontar una situación, otras veces bailamos con alegría y cierta tranquilidad, otras veces, el baile nos puede sorprender… y es que, aunque no sepamos bailar, bailamos… y a veces lo hacemos muy bien.

Por supuesto, en la medida que nos dejamos acompañar ese baile, será mucho más fácil realizarlo, pero si sólo confiamos en nuestras propias fuerzas, estamos perdidos, porque daremos más pisotones que de si un pasodoble se tratara. Seamos conscientes de que confiar en los otros nos hace más fuertes, nos hace más humildes y, por tanto, hace que seamos más conscientes de la realidad que tenemos delante. Cegarnos y no abrirnos a los demás es camino errático, porque no se llega muy lejos. Y si damos un paso más, si decidimos bailar no sólo con los otros sino con Dios, tendremos la fuerza suficiente para descubrirnos a nosotros mismos y no dar el paso equivocado.

Hay un poema que se llama “Dios de abajo” que me parece precioso porque refleja perfectamente que estamos sostenidos por Él, que Él está en nosotros… por supuesto, siempre que queramos abrirle la vida. Nos acompaña en nuestro baile, no nos deja… Y dice así:

Tú y yo somos los dos
una sola hoja de papel.
Yo soy la página de arriba
Al sol y al aire
Y a todo el que quiera
Leer una palabra,
Oírte y encontrarte.
Tú eres la página de abajo
Que me sustenta,
Oscuro, invisible,
Pegado a la madera.

En tu búsqueda no puedo darme la vuelta,
Ni salir de mi ser,
Ni asomarme al otro lado de mí mismo,
Ni sorprenderte en un giro repentino
Para verte en tu misterio.
Sólo puedo quedarme suspendido
En el silencio de tu gracia,
Y sentir como fluye la vida exacta hasta mí,
Desde mi hondura,
Donde yo me recibo inagotable desde ti.

Después, en mi tarea cotidiana,
Sales en mí hacia la calle,
Abrazas con mis brazos
Y te asomas en mi mirada…


Texto: Hna. Conchi García.
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