Jesús, el buen pastor

Buen pastor
La imagen del pastor estaba muy arraigada en el pueblo de Israel, pueblo en que el pastoreo era más que común. Las Escrituras citan con mucha frecuencia esta imagen de los buenos y malos pastores: “Dios y Señor, tú que das la vida a todos los hombres, nombra un jefe que se ponga al frente de tu pueblo y lo guíe por todas partes, para que no ande como rebaño sin pastor” (Ex 34,8).

Entre los textos más conocidos por el pueblo sencillo se encuentran los salmos en las que también se hace presente Dios como pastor de su pueblo: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sl 22, 1). “Salva a tu pueblo, Señor; bendice a los tuyos. Cuídalos como un pastor; ¡llévalos en tus brazos para siempre!” (Sl 28, 9). Este pueblo que muchas veces vivía en la inseguridad, sin atención por parte de los que regían el pueblo, las palabras de los salmos que hacen referencia al pastor, les debían llenar de confianza, los gobernantes podían tratarlos mal, pero el Señor los llevaba en sus brazos como el pastor bueno coge a la oveja herida o la recién nacida.

Por esta razón Jesús se aplica la imagen del buen pastor que todos sus oyentes conocían: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11). Y al salir estas palabras de su boca, sus interlocutores debían venirles en mente las palabras que ellos repetían en sus oraciones: El pastor bueno. ¿Sería él el profeta que iba a reinar en Israel en el cual podrían depositar su confianza? Y, ¿a nosotros que nos sugiere este salmo?Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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