Felicidad... Ocasión perdida
Olvidamos muchas veces, sin llegar a tener conciencia de ello, que hacer el bien, sembrar esperanza, dejar buen gusto e ilusión, eliminar obstáculos, es una misión que Dios nos encomienda a cada uno cuando nos llama a hacer el bien y a sembrar bondad.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Cada día el Señor nos presenta muchas oportunidades para hacer el bien, especialmente a los que tenemos más cerca: dirigir una palabra amable a quien se cruza con nosotros, acariciar a un niño ante la mirada sonriente de sus padres, ayudar a quien espera nuestro apoyo y colaboración… y la lista podría alargarse desgranando ocasiones y momentos en los que podríamos colaborar en hacer crecer la felicidad de aquellos que tenemos cerca y quizás también de algunos más lejanos.
Si es cierta la posibilidad de colaborar con la felicidad de quien está a mi lado, la experiencia de cada uno sabe cómo el día ha estado poblado también de ocasiones perdidas, palabras calladas, sonrisas heladas, manos cerradas.
Olvidamos muchas veces, sin llegar a tener conciencia de ello, que hacer el bien, sembrar esperanza, dejar buen gusto e ilusión, eliminar obstáculos, es una misión que Dios nos encomienda a cada uno cuando nos llama a hacer el bien y a sembrar bondad.
Cuando nos centramos en nosotros mismos, cuesta dar importancia en aquello que para los demás es significativo o importante. Lo mío, se suele escribir en letras grandes, lo de los demás cabe bien en una tipografía reducida, y así quizás de una forma inconsciente casi ni veo aquello que me corresponde ver, los ojos de aquellos que aguardan mi respuesta se borran de mi presencia.
Las ocasiones que de día en día perdemos para realizar cualquier obra buena, no volverán. La ruta recorrida no tiene vuelta atrás, es cierto, pero precisamente desde el camino recorrido podemos aprender a no tropezar en las mismas piedras, la visión se modifica y se cambia la perspectiva, nada es igual, pero el compromiso para hacer el bien es constante y nunca desaparece, sino que como la vida misma crece, aumentan las posibilidades del bien obrar.