Oración al Cristo de Lepanto

Con mucha alegría logramos que dos hermanas iraquís de nuestra congregación junto con una laica que trabaja en el Hospital San Rafael de Bagdad, pasaran un mes fuera del ambiente infernal que se vive en este desdichado país. Después de ser acogidas calurosamente por la comunidad parroquial de Corbera, pueblo cercano a Barcelona, en un lugar tranquilo, oyendo el canto de los pájaros en lugar de explosiones y tiroteos, sin tensiones, ni miedos, España les parece un país maravilloso.

Ahora se encuentran en Barcelona y hemos aprovechado para que conozcan la ciudad. Todo espectacular para ellas desde un simple almacén, a los metros o los autobuses y ver que la gente va y viene sin caras angustiadas ni como huyendo del peligro y esto es lo que más aprecian: Salir a la calle con tranquilidad.

Esta mañana hemos ido a la catedral. Antes de entrar en el altar del Santísimo, donde se encuentra el famoso Cristo de Lepanto, les explico su historia. Una de las dos hermanas me dice en voz baja:

“Me gustaría poner una lamparilla al Cristo para que quede como expresión permanente de mi oración ante este Cristo que ayudó a las tropas cristianas a vencer a los enemigos. Qué Él ayude a Irak a vencer el terrorismo en el cual estamos inmersas. Que Él se apiade de tanta gente inocente que sufre, de tanta muerte, de tantos ancianos que tienen que enterrar a sus hijos y quedan solos, de tantos hombres mujeres y niños que han quedado inválidos a causa de las explosiones. Mi pueblo quiere vivir en paz y armonía como antes. Yo era muy pequeña cuando reinaba la paz. Mi padre me ha contado lo bueno que era pasear por el borde del Tigres al anochecer junto con mi madre y mis hermanos, poder dormir en la terraza de la casa en las calurosas noches de verano, poder contemplar las estrellas más brillantes que los diamantes y ver como a la luz de la luna las ramas de las palmeras se mecían al paso del aire fresco de la noche…".


Ella puso la lamparilla y a mí se me escurrió una lágrima. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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