Señor dame empuje
Hay situaciones que llevan su tiempo, aunque te gustaría que se solucionasen ya, pero no todo siempre es fácil e incluso se nos escapan de nuestras manos, de aquello en lo que podemos ayudar. ¡Cómo me gustaría que no sufriera! Sé que está bien presente, que me preocupa, que deseo de corazón que la cruz que está llevando se aligere. En la oración pongo ante el Señor lo que ahora está viviendo y le pido que le de fuerza y mucha paz en el corazón. Por mi parte, sé que ahora solo puedo decirle ¡estoy a tu lado! Y lo estoy de verdad, ahora que duele el corazón y las lágrimas caen fácilmente, porque es ahí cuando verdaderamente sabes con quien puedes contar, en quien confías, con quien puedes ser “tú” más fácilmente, sin complicaciones, acogiendo realmente al otro; también para los momentos en los que la vida sonríe. Ojalá que pronto brille el sol o esos rayos de luz aparezcan más en el día a día. Cuando la vida duele, es cuando más necesitamos tener a alguien cerca.
En las situaciones en las que humanamente llega un punto en el que creemos que no podemos más, donde parece que una nube se haya instalado en las huellas que recorremos cada día pero es ahí donde la fuerza que nos dé el Señor nos hará tomar aire, en esa debilidad es cuando más se hará presente en nuestro caminar. Si ahora es momento de dolor, si nos duele aquello que más queremos y nos hace sufrir, es ahí donde Él va a estar, ayudándonos a cargar con la cruz. “Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:26)
“Ahora que no hay fuerzas, Señor dame empuje.
Ahora que la oscuridad se instaló, dame tu luz.
Ahora que me siento frágil, dame tu mano.
Ahora que no tengo esperanza, quédate a mi lado.
Ahora que sabes cómo estoy, caminemos juntos”.
Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.