Simón de Cirene

Nos encontramos con Jesús en circunstancias muy diversas a lo largo de nuestra vida, en momentos alegres y en momentos tristes, siempre su mirada nos acoge y se sitúa en nuestra circunstancia concreta.

En estos días, de manera especial, es bueno seguir al Señor y a personas que estuvieron cerca de Él y le acompañaron en su dolor redentor.
En el evangelio de San Marcos leemos: “Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que llevara la cruz de Jesús”. Simón pasaba por las cercanías de Jerusalén y se encontró con Jesús cargando con la cruz salvadora, abrumado por el peso.

Todo parece casual en aquel encuentro con Jesús y su cruz. Casual es su presencia en la ciudad, casual es su paso por aquél lugar, casual es que le fuercen a llevar la cruz del Señor. Pero aquellas circunstancias son ocasión de una transformación profunda de aquél hombre, más llamativa, si cabe, por inesperada.

No parece difícil imaginar la conmoción de Simón. Al coger la cruz, Jesús se ha vuelto y le ha mirado, aquella mirada conmueve su corazón. Simón de Cirene encontró el dolor de Cristo y se convirtió. Bienaventurado el hombre de Cirene, porque él no buscaba a Dios y lo encontró. Texto: Sor María Josefa Cases.
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