Hace escasamente un par de meses, cuando las fiestas de Navidad, ¿alguien entre la gente no especializada, hubiera sido capaz de imaginar cuanto hoy estamos viviendo?

Vivíamos sin poder imaginar cómo el mundo iba a cambiar y nos iba a cambiar. Teníamos nuestros planes y proyectos pensados para un modo de vivir que ya sabíamos y dominábamos, pero de repente como un rumor primero, ocurría allí en China, que luego se hizo cercano y llegó a nuestra puerta, las cosas todas cambiaron de valor y de sentido.

Ahora estamos todos guardados en nuestras casas, procurando que el virus no se nos meta en nuestro espacio, en nuestro cuerpo, deseando saber que la pandemia va disminuyendo, por lo menos en nuestro pequeño rincón de mundo.

Desconocemos cuanto tiempo vamos a vivir así pendientes de noticias, deseando que no nos llegue la noticias de que alguien cercano ha sido también infectado.

Pero como dice el profeta Isaías en el capítulo 43, no debemos temer, el Señor nos rescatará, Él abrirá nuestros ojos y nuestros oídos para que sepamos ver las cosas nuevas, y nos demos cuenta de que más lejos del momento de hoy enfermo, algo nuevo está naciendo, algo que pronto verá la luz.

¿Seremos capaces de ver cuánto de nuevo el Señor nos trae después este tiempo de parada en todo, o aun reconociendo que el mundo ha cambiado querremos retomar todo lo antiguo?

La responsabilidad es de cada uno, quien pueda caminar hacia este mundo nuevo y desconocido deberá hacerlo ayudando a quienes estén a su lado, aunque otros quizás giren la espalda a cuanto ha ocurrido y quieran volver atrás y recuperar el mundo anterior a esta enfermedad que de un modo u otro nos ha afectado a todos.