Mi alma está pegada al polvo

El autor del salmo 118, el más largo del salterio, en el apartado dalet, pasa de un estado en que su alma está pegada al polvo (v. 25), a una situación de confianza en la cual su corazón se ensancha y se siente sereno. Expone a Yahvé su situación y Él lo escucha (v. 26). Suplica al Señor que le enseñe su ley para caminar por el sendero justo y no se aparte de él (v. 29). Para esto requiere su gracia, sin ella es imposible mantenerse fiel a la ley de Dios.

El salmista confiesa que escogió seguir los mandatos de Dios y le pide recibir el consuelo que da el saberse en el camino recto (v. 30). Su alma llora por el temor de apartarse de su Creador (v. 28) y desea que no lo separe de su voluntad. Al leer este salmo pausadamente podemos suplicar a Jesús, que vino a cumplir la ley hasta la última tilde, y que amo hasta el extremo, que nos enseñe a amar como Él supo hacerlo. Y al Padre de misericordia, fuente de perdón, pedirle sabernos reconciliar unos a otros como nos recomienda San Pablo en su segunda carta a los Corintios: “Dejaros reconciliar por Cristo”. Texto: Hna. Maria Núria Gaza.
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