Te llama por tu nombre

Dios te llama
En el silencio exterior que me envuelve, la mirada se pierde en el horizonte, entre la montaña y el cielo azul claro, en ese paisaje me dispongo a buscar el silencio interior que me ayude a estar atenta a Ti si vienes a mí. Hay ruido interior, desorden pero ganas, el deseo sincero de estar contigo. Digamos que es momento de hacer una limpieza interior, de poner más orden, de que puedas acceder más fácilmente, de que encuentres la puerta abierta y un lugar donde descansar.

Tengo en mis manos este bonito texto del Cardenal Newman, y más que bonito es de una riqueza extraordinaria, para leer, orar, meditar, grabarlo en el corazón porque ahí también late Dios. Me habla de confianza en quien camina siempre con nosotros y lo hace en toda circunstancia. Un Dios que nos ama, nos conoce y siempre está. Nos llama por nuestro nombre, sale a nuestro encuentro como también llamó a Samuel y su respuesta fue: ¡Habla que tu siervo escucha! Sí, a mí también me llamó y le respondí e intento seguir respondiéndole en fidelidad cada día.

El texto me habla de buscar a Dios en todo lo que vivo porque Él ya me conoce, me lleva y sostiene y así es, lo percibo en los años ya vividos, en el hoy que tengo ante mí y quiero que así siga siendo en el futuro que solo Él sabe los días que tendrá. Ante ti me pongo Señor, ayúdame a escuchar hoy tu voz.

Que este texto nos pueda ayudar a acercarnos más al Dios que camina con nosotros, en quien podemos confiar, apoyarnos y dejarnos guiar por quien verdaderamente y de manera gratuita nos Ama.

“Seas quién seas, Dios se fija en ti a título individual. Te llama por tu nombre. Te ve y te comprende tal como te hizo. Sabe lo que hay en ti, conoce todos los pensamientos y sentimientos que te son propios, todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en tus días de alegría y también en los de tristeza. Se solidariza con tus esperanzas y tus tentaciones. Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, por todos los altibajos de tu espíritu. Ha contado hasta los cabellos de tu cabeza y ha medido los codos de tu estatura. Te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos; te alza y te deposita en el suelo. Ve tu auténtico semblante, ya estés sonriente o cubierto de lágrimas, sano o enfermo. Vigila con ternura tus manos y tus pies; oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración. Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama”. (Cardenal Newman)


Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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