Cuando Jesús se encuentra en la casa del fariseo Simón (Lu 7,36-50), todos sentados en la mesa,
entra una mujer pública que de rodillas a los pies de Jesús, se los lava con sus lágrimas, se los seca con sus cabellos, los besa y los unge con perfume. Simón piensa por sus adentros:
“Si este fuera un profeta se daría cuenta que clase de mujer es esta pecadora que le está tocando”. Jesús que se da cuenta de la reflexión del fariseo le hace una pregunta para que cambie de opinión. Es que este hombre juzgaba las apariencias, Jesús conoce la intención de la mujer.
En la vida corriente también nosotros podemos pensar y juzgar por las apariencias. En este Evangelio se realza la mirada profunda de Jesús que juzga las intenciones. Con la lectura reflexiva de este Evangelio,
pidamos al Maestro que corrija nuestra mirada superficial y aprendamos de él a mirar y juzgar en profundidad. Y también a dar ánimos a aquellos que después de una vida libertina quieren cambiar. No seamos para ellos un tropiezo sino un aliento. Jesús dijo a la mujer:
“Tus pecados han sido perdonados”. Seguro que la mujer salió de la casa reconfortada.
Texto: Hna. María Nuria Gaza.