El amor de Dios Todo tiene su momento
Las circunstancias podrán cambiar, pero si intentamos obrar con rectitud, el Señor nos bendecirá nuestra vida será serena porque con la gracia de Dios podremos ir viviendo en profundidad cada etapa y quizás alguien podrá descubrir el Amor Dios.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Seguramente todos cuando podemos echar la vista atrás en el cuadro de nuestra vida vamos reconociendo cómo cada etapa es diferente. Cada etapa ha tenido su riqueza, su gracia ha sido un don de Dios. Cada etapa tiene sus satisfacciones, sus problemas, e inquietudes, y cada etapa ha ido construyendo nuestra vida, nuestra forma de ser, de vivir y de rezar.
En el libro del Eclesiastés, en el capítulo 3, hallamos un listado de situaciones y actitudes que sin duda se van sucediendo a lo largo de la vida de toda persona, y parece que cada una de ellas va siendo reemplazada por su contraria más evidente, así por ejemplo nos recuerda que tenemos siempre:
- Un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un momento para el duelo y un momento para la fiesta.
- Un momento para rasgar y un momento para unir. Un momento para callar y un momento para hablar.
- Un momento para plantar y un momento para arrancar. Un momento para intentar y un momento para desistir.
En cada uno de estos momentos Dios nos está llamando para hacer el bien, tal como honradamente lo entendemos en el momento presente, el mal que podemos cometer es desaprovechar cada oportunidad que se nos ofrece para hacer el bien, para ayudar a los demás, para intentar que cada uno pueda ser feliz con todo aquello que Dios nos da cada día.
Las circunstancias podrán cambiar, pero si intentamos obrar con rectitud, el Señor nos bendecirá, nuestra vida será serena porque con la gracia de Dios podremos ir viviendo en profundidad cada etapa y quizás alguien podrá descubrir el Amor Dios.