La riqueza que comporta la puesta en común sincera y constructiva Una sopa para la comunidad
En ciertas ocasiones o etapas, la vida de cualquier comunidad, puede ser como una sopa. Si cada uno de sus miembros se deja trocear, limpiar de adherencias y de tierra, si permite que otros le den calor, o que casi le ahoguen en agua, si no siente miedo a mezclar sus propiedades o virtudes con los demás, si no quiere ser protagonista en todo, quizás la sopa comunitaria acabará siendo no sólo sabrosa y rica sino fuente de un nuevo empuje misionero.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
Hacer una sopa es algo en absoluto complicado. Sólo precisa de unos elementos concretos pero versátiles que acabaran tomando consistencia alimenticia y quizás permitirá al comerla alrededor de la mesa común, que se abra un diálogo vete a saber sobre cuántos temas.
En ciertas ocasiones o etapas, la vida de cualquier comunidad, puede ser como una sopa. Si cada uno de sus miembros se deja trocear, limpiar de adherencias y de tierra, si permite que otros le den calor, o que casi le ahoguen en agua, si no siente miedo a mezclar sus propiedades o virtudes con los demás, si no quiere ser protagonista en todo, quizás la sopa comunitaria acabará siendo no sólo sabrosa y rica sino fuente de un nuevo empuje misionero.
Pero cuando cada uno queremos andar por nuestros derroteros, como si fuésemos el único elemento de la sopa, compartiendo sólo con iguales formas de pensar y de entender la vida, la sopa nunca llegará a ser tan rica, le faltará la diversidad, la riqueza que comporta la puesta en común sincera y constructiva.
Es cierto que a veces nos cuesta reconocer las cualidades de los demás o las nuestras propias, pero si intentamos vivir en la verdadera ayuda fraterna, cada persona mirará de ser elemento de una sopa que aporte novedad y que alimente.
Ser un ingrediente más en la vida de la comunidad significa reconocer la propia debilidad y a la vez se puede dar gracias a Dios por cuanto tienen los demás, aunque quizás sea también débil.