Nos apuntamos a seguir a uno que murió en la Cruz La vida es dura
Sólo alcanzó a decir que tenía mucha vergüenza y eso me lo creo. Sólo por lo que hizo ya se lo merecía. ¡Tanto amor por su familia!
La vida es dura, y en más de una ocasión lo digo a mis alumnos que me miran con cara de ésta qué estará diciendo. Pero así es, y claro para los creyentes, es una manera de recordar que nos apuntamos a seguir a uno que murió en la Cruz. Y esto, quizás, que no siempre, nos hace ver las cosas de diferente manera.
Aún y así, la vida es dura para mucha gente, que no tienen dónde recurrir, las organizaciones sociales, caritativas, no siempre pueden ayudar o no lo pueden hacer con la rapidez que uno a veces requiere y las personas necesitarían. A veces tanta burocracia ante tanta desesperación...
El otro día, el sábado, llamaron a la puerta, un chico joven, era nuestro repartidor de una empresa bien conocida de alimentación, pedía 20 euros y que los devolvería pues el lunes ya cobraba. La primera reacción de quien le abrió fue, no podemos dar dinero, luego viendo que algo raro ocurría me acerqué y casi lloraba, le pregunté qué pasaba y nos contó que su madre había tenido un ictus en un país de América Latina y que su padre le pedía un dinero que no tenía pues tienen un bebé y todo se va para él. Le dije que iba en busca de ver qué podíamos darle, se sentó en recepción mientras buscábamos el dinero, un poco más de lo que pedía, al dárselo, no lo quería, no podía hablar, lloraba y casi lloramos todas. Sólo alcanzó a decir que tenía mucha vergüenza y eso me lo creo. Sólo por lo que hizo ya se lo merecía. ¡Tanto amor por su familia!
Pedí al Señor por este joven y su familia, por el acto de valentía que había hecho al verse desesperado y en cierta manera, le agradecí al Señor que los que pasan por casa, aunque sean dos minutos cada semana o cada quince días, en un momento duro, se acuerden de qué quizás en ese lugar les pueden escuchar y ayudar.
No niego que hoy día somos un tanto reticentes cuando nos piden, y hay tanta estafa, pero hay que saber escuchar y mantener la puerta abierta, pues no pedía una fortuna, pero era indispensable para él en ese momento y no sabía qué hacer.